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Un dios llamado tecnología

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Supongo que todos sois conscientes de que vivimos en la era de la tecnología. Basta levantar un poco la vista para ver que estamos rodeados de todo tipo de cachivaches, útiles uno, absurdos otros, pero eso sí, todos de alta tecnología.

Además, ya da igual. No importa para qué valgan o dejen de valer. Lo que importa es que los tenemos o los queremos tener. Hoy día lo importante es mejorar la tecnología. No porque sirva para algo, no porque nos vaya a facilitar la vida o vaya a permitirnos disfrutar más de nuestro tiempo o de nuestra felicidad. La tecnología avanza: primero se inventa y luego se piensa en para qué sirve.

Os podría poner decenas de ejemplos. Desde las teles 3-D a los monovolúmenes, desde las tabletas o las zapatillas que miden los kilómetros que has corrido. En algunos casos no son más que gadgets sin más. En otros, se convierten en objetos de deseo que no nos ayudan en nada, sólo nos crean necesidades nuevas. Y las adquirimos por la misma razón por la que se desarrollan: porque podemos.

Yo voy con mi iPad a todos lados. Parece que ya no puedo vivir sin él. Pero sigo sin saber para qué sirve. Se lee peor que en un ebook (puestos a comparar con otra tecnología), no es tan cómodo para escribir como un portátil, es más grande que un smartphone y no puedes hablar por teléfono… Me tiro en el sofá y navego, leo correos y me engancho a jueguecitos que me descargo gratis del Store. ¿De verdad necesito un ipad?

La tecnología avanza tan deprisa que ni siquiera nuestro cerebro, tan adaptable, tan preciso, tan evolucionado, llega a tiempo a todos los cambios. Y nuestra cultura, ese conjunto de normas y creencias tan difuso como estable, también llega tarde a la adaptación, creándose nuevos usos sin que se fijen reglas y dando lugar a todo tipo de dislates. La tecnología nos hacer correr en pos de algo que no necesitamos y además nos hace creer que sin ese algo estamos incompletos. Nos crea unas necesidades que no sabemos que tenemos y que además son imposibles de llenar porque realmente no existen.

El avance de la tecnología, se ha convertido en un fin en si mismo. No se desarrolla nueva tecnología para cubrir una necesidad, para solucionar un problema. La creamos porque podemos. Y porque así se puede ganar mucho dinero. Se inventa una necesidad, nos las venden y nos la meten por los ojos. Y la deseamos. Es más, incluso deseamos la evolución de esa tecnología, aunque no nos aporte nada nuevo. O si no, ¿porqué el que tiene un iPad 2 va corriendo a comprarse el iPad 3? ¿Por la pantalla retina?

Con los videojuegos nos está pasando lo mismo… Pero peor. Los juegos que se hacen hoy día (que se llevan haciendo desde hace más de una década), son sólo fachada. Tecnología. Ciudades más detalladas, héroes mejor animados, enemigos más grandes… Árboles que se mueven con la brisa y público en los estadios que reaccionan a las jugadas en el campo. Una cara bonita. Los juegos de hoy sólo tienen por objetivo impactarnos visualmente, pasmarnos frente a la pantalla, aunque al final, a la hora de la verdad, juguemos igual que hace 10 años. O 15.

¿Qué nos dan de nuevo la gran mayoría de los juegos que jugamos hoy día? Tecnología. Y nos empecinamos en mejores consolas, más megas, más polígonos, más animaciones… La verdad, preferiría que se empecinaran en crear experiencias nuevas, en hacer magia con lo que ahora se tiene. ¿Cuántos megas ocupaba el Zelda de NES? ¿Y el Tetris? ¿Y Mario 64? ¿Y cualquiera de los bombazos de PSone? No os lo voy a decir, trabajad un poquito, pero os adelanto que vais a flipar.

Y si los miráis y los analizáis, descubriréis que llevamos años saltando de generación en generación y jugando siempre a lo mismo. Cuando sólo había un mega (en el mejor de los casos) para comprimir un juego completo los desarrolladores eran creadores. No les quedaba más remedio que inventar. Inventar maneras de sorprender al jugador y de desmarcarse de la competencia que no fueran más texturas o animaciones faciales. Tenían que sorprender con el concepto, con el control, con la jugabilidad, con la historia. Con lo que fuera, pero sorprender más allá de la tecnología. Pero eso fue hace 4 lustros.

La tecnología debería servir para hacer realidad nuevas ideas, no para envolver las viejas en papeles de brillantes colores. La tecnología debería ser un vehículo que permita que los sueños se hagan realidad, no el sueño en sí mismo. Pero la tecnología avanza tan deprisa que no se digiere y se siguen usando fórmulas viejas para hacer juegos nuevos.

Ahora cuando la tecnología no permite un salto gráfico que sorprenda al jugador lo que se nos ocurre es cambiar de tecnología. Y quizá, lo que se nos debería ocurrir es cambiar de ideas.

La tecnología que heredan los equipos de desarrollo actuales es como el dinero que heredan los niños bien. Como no les ha costado ningún esfuerzo la malgastan tontamente en lugar de pensar en rentabilizarla.

David Cage, CEO de Quantinc Dream y “creador” de videojuegos, ha dicho en una reciente entrevista: “Cuando miras al pasado, te das cuenta de que la tecnología evolucionó más rápido que los conceptos en que nos basamos (…) Hemos estado construyendo los mismos juegos durante cincuenta años". Lo dice el hombre que diseñó Omikron: The Nomad Soul (1999), Fahrenheit (2005) y Heavy Rain (2010).

Pero claro, cambiar de “ideas” es muy difícil. Es más fácil inventar un procesador más potente y capaz de ejecutar millones de operaciones por segundo, que poner a trabajar nuestro procesador de la imaginación. Es más fácil dejarse llevar por lo que la tecnología ofrece que planearse cómo aprovecharla.

Hemos hablado de videojuegos, pero con la tecnología de la información (la otra gran tecnología de mi vida) pasa algo parecido. Avanza tan deprisa y descontrolada que a veces nos tenemos que conformar con intentar seguir el ritmo.

Ojalá fuera yo tan creativa, imaginativa y audaz como David Cage. Pero creo que hablando de cosas en la cabeza sólo le gano en una: tengo más pelo. A lo mejor si dejo de trastear con mi iPad y me concentro en aprovecharlo se me ocurre esa idea que me ronda por la amígdala de las emociones sin llegar a materializarse.

La tecnología debería servir para cubrir una necesidad. Y si hablamos de videojuegos, en mi modesta opinión la necesidad que hay es creatividad. ¿Se ha inventado algo que aumente la creatividad? Póngame 2 cajas. Y con todos los cables, extras y expansiones que hagan falta. Para eso sí estoy dispuesta a pagar hasta por los DLC.

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