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Gracias, Miyamoto

Vanessa Carrera

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Ayer iba sentada en el metro y tenía al lado una mujer mayor, de unos 60 años, que llevaba una Nintendo DSi XL. Me llamó la atención porque no suele ser habitual esta escena. Cada vez vemos más gente, de cualquier edad, con un e-book, un ipad, y por supuesto, con un teléfono entre las manos. Pero lo de la consola ya es otra cosa…

Muchas veces se compara a la industria de los videojuegos con la del cine y la música, pero lamentablemente estamos a años luz de estos dos sectores en cuanto a la aceptación social que han conseguido. 

¿Quién no ha ido alguna vez en su vida al cine? ¿Qué persona no ha escuchado una canción? En cambio, todavía hay muchas personas que no han probado nunca un videojuego. Y lo que es peor, hay muchas que todavía asocian las consolas con algo negativo. Las hay que se resisten a ver los beneficios que los videojuegos pueden tener y no quieren ni oír hablar de que se integren en nuestro día a día.

Tenemos mucho trabajo por hacer para romper muchos prejuicios que existen en este sector. Si bien es cierto, que en los últimos años hemos conseguido resultados inimaginables y las compañías han trabajado para acercarse a ese público no familiarizado con las consolas al que estaban dejando fuera. Wii, la tecnología Kinect o el mando de Playstation Move nos han permito jugar en familia y llevar la consola al salón de casa. Títulos como Nintendogs o Los Sims han conectado con el público femenino. En todos los casos, un progreso.

Pero entonces, ¿cuál es el problema? ¿Qué es lo que falta para que los videojuegos se igualen culturalmente al cine o la música? ¿Cómo podemos conseguir ese cambio social? Seguramente ya hemos empezado el camino y sea solo cuestión de tiempo. Sin duda, el premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades concedido la semana pasada a Shigeru Miyamoto es un paso de gigante. Así que, otra vez más, gracias, Miyamoto.

Gracias, Miyamoto

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