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No es cuestión de sexo...

Vanessa Carrera

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Tengo una pasión: el fútbol. Me encanta ver un buen partido (sobre todo si es del Barça); me gusta ir al estadio a vivir la emoción de los colores y analizar las conductas de los aficionados, que somos capaces de sacar lo peor y lo mejor de nosotros en las gradas; me alucina el poder que tienen los grandes equipos que mueven mucho más que masas y que consiguen que todos estemos pendientes de ellos (¡que levante la mano quien no vio el último clásico!); me interesa una buena conversación con un aficionado del equipo rival y más de una vez he dejado boquiabierto a más de uno con mis argumentos futbolísticos. Sobre todo, porque cuando empiezo a hablar de fútbol, muchos esperan que diga lo guapo que es Cristiano Ronaldo o lo bien que viste Pep Guardiola, pero no, yo no hablo de eso, o mejor dicho, hablo de mucho más que eso; celebro los goles la primera y con tanta euforia como el que más, incluso algunos los celebro ¡por partida doble! Sí, sí, no se me olvidará el momento en el que salté de la silla en la repetición. Imagínate un bar lleno de gente, en su gran mayoría hombres y encima del equipo contrario, mete un gol el Barça y ¡salto, grito! A los 2 minutos... ¡¡otra vez!! Ups, entre la emoción y el despiste no me di cuenta de que los dos goles tenían un parecido extremo. En fin, no importa, mi equipo ganó.

No es cuestión de sexo...

 

Y debe ser por todo esto, que siempre que puedo me echo una partidita al PES. No soy demasiado buena, y, por ahora, no tengo la habilidad que tienen muchos de mis amigos, pero cuando cojo el mando de la consola siento la misma emoción que cuando estoy un domingo por la tarde, cerveza en mano, viendo el partido de la jornada. En mi PS3 veo la brillantez de Iniesta (y su palidez y humildad) igual que cuando lo veo jugar en el campo, siento que con la pulga Messi puedo hacer virguerías con el balón (incluso hacer un hat trick o llevarme el balón a casa), o temo que la fuerza de Ronaldo le de un vuelco al marcador cinco minutos antes de pitar el final. Y sí, disfruto muchísimo poniéndome en el papel de mis jugadores favoritos. Y  me encanta ganar a mis sobrinos (por ahora ¡son los únicos contra los que puedo!).

Pensando sobre esto, he llegado a la conclusión de que me gustan los videojuegos de fútbol ¡porque me encanta el fútbol! Gracias a mi consola puedo vivir la emoción de un partido ¡cuando quiero! Cuando tengo el mando en la mano, grito, salto del sofá, les indico a mis jugadores lo que tienen que hacer, intento despistar a mi rival, celebro los goles, incluso me pongo mi camiseta azulgrana para sentirme aun más en situación. Y digo yo, si me gustaran mucho los coches, ¿también me gustarían los videojuegos de coches?, ¿si me gustara mucho cocinar, los de cocina? Llegados a este punto, analizo mi comportamiento y llego a la conclusión de que para que un videojuego te enganche tiene que atraerte en un primer momento por su tema. Así que todo este rollo que os he echado sobre fútbol, sólo era para deciros que para mi no hay videojuegos de chicos o chicas (y para hablar un poquito de fútbol que ya echaba de menos el tema). Prefiero pensar que los videojuegos son cuestión de gustos y no de sexo...

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