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Todas las cosas brillantes y hermosas

Jorge Portillo

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Tengo que confesarlo: Soy un adicto. Y sí, es cierto, es una forma un tanto abrupta de comenzar un blog, pero tratándose del primer post he pensado que lo mejor era presentarse, (ya sabéis, como en los grupos de ayuda que salen en las películas americanas, en plan: “Hola, soy Jorge” Y entonces vosotros, todos a una, respondéis: “¡Hola Jorge!”)

Antes de que nadie se asuste, eso sí, aclararé que no estoy hablando de sustancias estupefacientes, ni bebidas alcohólicas, ni similares. Mi desgracia personal, ha llegado el momento de que el mundo lo sepa, es que estoy enganchado a... ¡las cosas! Sí, bueno, así de primeras no suena muy dramático, pero es que no se trata de cualquier tipo de cosas... Los paragüeros, por ejemplo, me dejan completamente indiferente. No, me refiero (citando a un escritor decimonónico inglés) a “todas las cosas brillantes y hermosas”, esas cosas que llevan en el nombre la coletilla “...de coleccionista”, “...limitada” o incluso “...de importación”. ¿A que ya me vais entendiendo...?

Venga, un ejemplo para que quede más claro: Por suerte, me gustan los videojuegos y, más en concreto, los de PC (digo por suerte, porque trabajando en Micromanía, que no me gustasen los juegos sería una verdadera desgracia). Pues bien, desde hace ya bastante tiempo, cuando quiero comprar un juego, si puedo, lo hago a través de Steam. Por una parte sus ofertas son casi siempre imbatibles y por el otro, me evita tener que andar acumulando cajas y más cajas de juegos por los altillos de los armarios. Y esto es así siempre... siempre y cuando el juego en cuestión no cuente con una edición de coleccionista. Entonces, cualquier consideración de precio y espacio (y, creedme, cuando te has pasado más de media vida coleccionando cosas, las consideraciones de espacio empiezan a ser casi tan importantes como las económicas) se desvanece. ¡Hayque tenerlo!

Al estas alturas imagino que algunos (¿muchos?) de vosotros os reconoceréis en estos síntomas (no puedo ser el único... ¿verdad?) Eso sí, los que no entendáis de qué estoy hablando, no os esforcéis en comprenderlo. No es posible. Esto es un gen, o se tiene o no se tiene. No se le puede buscar una lógica. Porque... miradlo desde fuera: Habiendo una preciosa edición digital de un título como, pongamos, “Skyrim”, ¿para qué demonios podría querer nadie pagar más del doble (o del triple, según la oferta) por una caja del tamaño de un microondas grande en la que además del mismo juego (exactamente el mismo) sólo se incluye su banda sonora (pero si la música ya la oyes cuando juegas, ¿para que la quieres por separado?), un libro de arte (idéntico razonamiento: si quieres ver los dibujos del juego..,. pues lo juegas) y un muñecajo de un dragón, que luego ni siquiera sabes dónde ponerlo, porque es grandísimo... y terrorífico... y está repleto de detalles... ¡Qué no!, ¡qué no puedo evitarlo! ¡No es que la quiera! ¡Es que la necesito!

Skyrim y su alucinante edición coleccionista

Y que conste que yo intento resistirme, pero es que no es sólo la edición especial de “Skyrim”. Está también la de “The Old Republic” o la de “The Witcher 2” o la de... Bueno, seguro que ya me entendéis... 

En fin, ese es mi problema, mi drama personal. En adelante intentaré ir contándoos como me va en mi lucha contra la tentación (generalmente mal, ya os lo adelanto) pero para terminar, dejarme despedirme como debe ser:

-”Hola, soy Jorge y, la verdad, no llevo ni un día sin comprarme cosas innecesarias (pero todas preciosísimas, eso sí)... “

¿Y a vosotros? ¿Os pasa lo mismo?

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