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Y todo por una gotita de Coca-Cola

José Luis Sanz

imagen por defecto contenido opinión

Os voy a contar una historia que se remonta al año 2004. Una historia que tiene que ver con el remolino este que nos ha caído a cuenta de las pantallas táctiles que lo invaden todo. Una moda que nos ha llevado a discutir si un iPad, un iPhone o un Galaxy es un piano de cola (en lo que a juegos se refiere) como lo son PS Vita o Nintendo 3DS, o son simplemente un organillo Casio de los 80.

El caso es que en ese año 2004 de fracaso en la Eurocopa de Portugal donde cáimos en primera ronda y que después ganó Grecia (¡tela!), Nokia lanzó al mercado un teléfono llamado 7710, con pantalla táctil (que no multitáctil), sistema operativo Symbian, con iconos cuadrados para mostrar las aplicaciones y que empezaba a valerse de Internet para ver la tele, escuchar la radio, jugar y otras cosas. ¡¡Ah!!, y lo más importante... necesitaba un stylus (lápiz en el idioma de los mortales) para hacerlo todo. Sin miles de teclas físicas.

Y todo por una gotita de Coca-Cola

Hasta aquí todo parece normal. Nokia en aquellos tiempos reinaba en el universo móvil con cuotas de mercado que rozaban el 80% en algunos países, cada nuevo terminal se esperaba con un auténtico acontecimiento y, confiados, fueron sacando modelos de la churrera metiendo pequeños cambios que apenas mejoraban lo anterior. Pero daba igual. Como eran los mejores y más guapos, podían permitírselo.

Pero resulta que a 8.760,44 Km de Helsinki, capital de Finlandia, en Cupertino, California, los trabajadores de Apple estaban tomándose un refresco y comentando en alguna cafetería de sus oficinas el destrozo que causaría la falla de San Andrés el día que le diera por estornudar y hundir la península de California en el Pacífico. En ese preciso instante, cuando se reían por ese chiste-típicamente-yanqui, uno de esos genios diseñadores se dispuso a darle un trago a su diet-coke (Coca-Cola Light aquí).

Y mira tú por dónde, que una gotita de Coca-Cola le cayó al pobre en la pantalla de su móvil con teclas y, como todos sabéis, no hay nada más corrosivo que la fórmula de la couk. El pobre, asustado, cogió el primer dedo que tenía a mano y lo paso por la pantalla corriendo para quitar la gotita. El dedo iba y venía enloquecido hasta que de repente, algo le pasó por la cabeza al empleado de Apple y comenzó a hacer su movimiento más tranquilo. ¡¡Eureka!! El hombre salió corriendo, llegó al despacho de un tal Jobs y le contó lo que le había ocurrido. Lo demás, lo imagináis... ¿no?

Esto, evidentemente, es una invención mía porque uno, que ya tiene media vida recorrida, empieza a saber que esos momentos de ¿lucidez? existen. Imagino que la cosa fue de otra manera, pero sirve para ilustrar el preciso instante en el que las cosas cambian. En las que el calcetín se da la vuelta por completo. En las que el Nokia 7710 casi da en la diana... pero no lo hizo por culpa de una gotita de Coca-Cola.

Y todo por una gotita de Coca-Cola

¿Qué hubiera pasado si la Coca-Cola no fuera americana sino finlandesa? Lo mismo, si esa gotita hubiera caído 8.760.44 Km más allá, Nokia no estaría mendigando que la dejen entrar en el club de los smartphones y su cuota de mercado no se habría hundido. Era un gigante y se la pegó. Pero no es el único caso.

Esas gotitas de Coca-Cola han ido cayendo desde 2007 (lanzamiento del primer iPhone) en otros sitios y hay muchas empresas que gracias a ese chiste chiste-típicamente-yanqui han conseguido relanzar sus negocios. Incluso en el mundo de los juegos, hay quien ha utilizado esa gotita de Coca-Cola para comprender que los tiempos cambian. Y, por supuesto, hay quién ha visto la lluvia de gotitas de Coca-Cola y no se da por enterada...

Hay un viejo dicho que es casi un resumen de vida: lo inalterable es el cambio. Es decir que nada es para siempre. Que todo va y viene. Que los gigantes de hoy mañana serán enanos o, directamente, desaparecerán, y que la diferencia entre un cambio y otro no es lo que pasa, sino la velocidad a la que pasa..

Y todo por una gotita de Coca-Cola

Nos han tocado tiempos de cambios a velocidades que no se miden en Km/h sino en Mb/seg, por lo que debemos andar con los ojos bien abiertos. Y cuando digo ojos, dijo ojos, los redondos con niñas y retinas y los mentales. Los de entender y, sobre todo, los de aceptar. Un cambio debe verse y luego aceptarse. Lo malo es verlo y no aceptarlo. Y en esas están las compañías que siguen agarradas a su stylus frente a las que han dado paso al dedito que quita la gota de Coca-Cola.

Pero cuidado, que nosotros, los que compramos a esas empresas también debemos aplicarnos el cuento. Ya que todavía hay muchos que siguen creyendo que un iPad, un iPhone o un Galaxy no son un piano de cola.

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