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Por trece razones - ¿Es una serie nociva o instructiva?

Por trece razones
En este blog de opinión queremos abrir un debate sobre la repercusión de la serie original de Netflix Por trece razones. ¿Es una serie nociva o instructiva?

Me llamo Raquel Hernández, tengo 35 años y escribo desde hace aproximadamente cinco años en esta web. Para algunos, esto será sinónimo de ser un poco "viejuni", pero lo cierto es que siento mi adolescencia aún muy próxima. Ahora gozo de una estabilidad emocional y profesional muy agradable, pero recuerdo con vértigo la fase de mi vida que se relata en Por trece razones.

Todos hemos sido adolescentes y nos hemos enfrentado a ese momento de gran incertidumbre sobre nuestro destino, teniendo grandes presiones académicas, alegrías y reveses, amores y desamores, primeros encuentros sexuales, bajones insufribles de autoestima y "cosas feas": traiciones de amistades, acusaciones falsas, rumores, etiquetas, crueldades... 

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Por trece razones nos narra la serie de concatenaciones que llevan a una joven llamada Hannah Baker a desear suicidarse. En las cintas que deja de forma póstuma, los "culpables" de su decisión van siendo desenmascarados uno tras otro y tienen que asumir la responsabilidad de sus actos.

La lectura que hagamos de lo que sucede en la serie tiene mucho que ver con nuestro grado de madurez ante lo que se narra y las conclusiones que seamos capaces de extraer de dicho visionado. Es por ello que sus creadores advierten antes de varios episodios de que las imágenes mostradas son muy explícitas y pueden herir la sensibilidad de los espectadores más jóvenes.

Rompiendo tabúes y generando un fenómeno masivo

El suicidio es un inmenso tabú en nuestra sociedad, por más que estemos en el siglo XXI. Las autoridades son conscientes de lo porosa que es la audiencia a los fenómenos de contagio por lo que no veréis en los telediarios noticias acerca de las personas que se quitan la vida de forma habitual (mucho más habitual de lo deseable) arrojándose a las vías del Metro o del tren, saltando desde un edificio o ingiriendo pastillas. Es algo que se silencia de forma premeditada para evitar males mayores.

Pero tenemos varios ejemplos recientes que están abriendo debates éticos sobre los límites de la información y los derechos de los ciudadanos a la intimidad y la propia imagen. 

En primer lugar, los atentados suicidas son noticia. Sería interesante discutir sobre el hecho de si generan un efecto de llamada, pero sea como fuere, rebasan los límites de la propia vida para buscar la muerte de masas de población. Tienen una dimensión social y política. Además, los medios de comunicación son de ayuda para darles pistas a las fuerzas de seguridad e hilos de los que tirar en sus investigaciones al servirles de altavoz en los casos de búsqueda de personas implicadas en dichos actos terroristas.

En segundo lugar, el reciente caso del hombre con una enfermedad degenerativa que, reivindicando su derecho a morir de una forma digna, se ha grabado a sí mismo quitándose la vida. Su lucha era la de que se abriera paso una legislación sobre la eutanasia (o al menos la despenalización) que le permitiera morir junto a sus seres queridos y no en su ausencia para evitar que fuesen considerados coadyuvantes o cómplices de su muerte. 

Por trece razones

Evidentemente son casos que solo guardan en común un denominador: llegar a la resolución de que el suicidio es la respuesta. En estos casos hablamos por lo general de personas adultas y aún así sentimos que pisamos hielo quebradizo desde que empezamos a hablar del tema, así que si trasladamos la problemática a la adolescencia, es decir, a menores de edad, todo es más inestable todavía.

¿Es Por trece razones una serie dura?

Mucho. Eso es indiscutible: busca crear un vínculo muy especial entre la audiencia y Hannah, una joven que desde el comienzo sabemos que se ha suicidado pero que nos va a llevar a conocer los aspectos más íntimos de sus relaciones con sus compañeros, sus padres y amigos, sus zozobras, los apoyos que va perdiendo, los problemas que la atormentan... Asistimos a su desmoronamiento y al momento exacto en el que decide llevar a cabo su plan, del que somos testigos. Y esto puede llegar a producir incluso una reacción física en la audiencia: hay quien ha llorado, quien ha vomitado y quien se ha mareado con la secuencia en cuestión. Es humano empatizar con ella hasta ese punto, tratado con gran realismo.

Trece razones para ver Por trece razones

Por el camino se muestran conductas relacionadas con el acoso escolar, el ciberbullying, los abusos físicos, la cosificación y la misoginia que impera ante el despertar sexual de las mujeres en determinados círculos y sobre todo a determinadas edades en las que la autoestima es tan vulnerable y la propia imagen tan difusa. 

Por trece razones

Solo por eso Por trece razones es, como poco, una serie tremendamente valiente, aunque no todo el mundo considere que su trasfondo llegue de igual manera a los sectores más sensibles.

Kristen Douglas, responsable de la asociación australiana Headspace, considera que la ficción basada en la novela de Jay Ashe "expone a los espectadores al riesgo de suicidio". Según Douglas, la exposición al suicidio "conduce al contagio" de este tipo de actitudes. También Jaelea Skehan, responsable de la asociación Mindfrane, escribió esta semana un texto titulado "Seis razones por las que me preocupa una serie de televisión" en el que critica que la serie muestre en pantalla la escena en la que la protagonista se quita la vida.

Incluso ha generado alarma la avalancha de llamadas pidiendo ayuda... Pero ¿esto no debería ser una buena noticia? ¿La idea no es concienciar a la gente y que sea capaz de expresar lo que siente para no llegar a un callejón sin salida?

¿Cómo puede ser de ayuda?

Desde su estreno el pasado 31 de marzo, la serie original de Netflix ha provocado un gran debate en torno a todos estos temas tan sensibles que aborda de una forma muy responsable y respetuosa, pero también muy explícita. Shannon Purser, que interpreta a Barb en Stranger Things, también se ha unido a esta discusión en redes sociales con las siguientes palabras: "Aconsejaría no ver Por 13 razones si actualmente lucháis contra pensamientos de haceros daño a vosotros mismos o habéis sufrido una agresión sexual. Hay algunas escenas muy gráficas, que podrían fácilmente desencadenar recuerdos y sentimientos dolorosos. El show tiene muchas cosas realmente buenas y no dudo de que es importante y podría ser útil para algunos. Sed cuidadosos".

Por trece razones

Comparto sus ideas: ser cuidadoso es importante, atender a las necesidades de uno mismo, lo primero. En caso de estar en tratamiento o de estar en proceso de recuperación, es probable que sea importante blindarse hacia experiencias que puedan reabrir heridas, pero a la vez creo que la serie puede ser precisamente de gran ayuda porque muestra que Hannah ha perdido la oportunidad de vivir muchas cosas, que le ha hecho un daño irreparable a las personas que quería, que tomó el único camino sin vuelta atrás. 

Eso no es óbice para que hubiera muchos factores que jugaran en su contra: la falta de información de sus padres, el desdén con el que algunos la tildaron de sensiblera y le dieron la espalda, la forma en la que ella misma fue incapaz de pedir la ayuda que necesitaba y los cortafuegos que las instituciones dejaron que se fueran rebasando sin darle la atención que merecía. El silencio, es siempre el principio del fin.

Y todo esto me ha hecho pensar en cómo educamos a los jóvenes hoy en día y la forma en la que les sobreprotegemos "a pesar de". A pesar de que los adolescentes están en contacto con la violencia, con el sexo, con las drogas y con personas buenas y malas a diario, miramos hacia otro lado. ¿Y no sería mejor ver series como ésta con ellos y hacerles llegar los mensajes positivos que alberga para que se pregunten cómo se relacionan con sus compañeros? Les puede ayudar a cambiar de idea respecto a lo que viven cada día en el instituto, sobre la forma en la que juzgan a los demás y en la que se comportan cuando están en grupo y cuando establecen fuertes lazos emocionales y/o sentimentales. 

Si no habéis visto aún Captain Fantastic, es la recomendación final con la que voy a cerrar esta reflexión. Es una película que también me hizo pensar mucho sobre la docencia y la educación en el ámbito familiar y me parece muy pertinente señalar que lo que no hablemos con nuestros hijos/sobrinos/menores a nuestro cargo, lo aprenderán por otras vías y que es esencial establecer una comunicación muy fluida con ellos máxime cuando tenemos a nuestro alcance obras que nos dan pie a ello. ¿No sería un magnífico ejercicio para ellos mismos pararse a pensar si alguna vez le han hecho daño a alguien? ¿Cómo pueden proteger su intimidad? ¿Ayudarles a reforzar su autoestima? Atender a su desarrollo emocional debería ser una prioridad absoluta tanto como hacerles comprender las razones y las consecuencias de un suicidio, por más que sea un tema complejo.

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