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Tu motor gráfico mola, pero...

Javier Abad

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Si es que soy un pardillo. En un ataque de ingenuidad, pensaba que con la llegada de las nuevas consolas el foco de atención se iba a apartar de los aspectos técnicos. Sí amigos, tenía la esperanza de que esta transición iba a lograr que términos como originalidad, innovación o creatividad fueran de uso común en el vocabulario de los videojuegos, pero veo que de nuevo estamos abocados a un salto de generación como los de toda la vida, resumido en la frase “lo mismo de antes, pero con mejores gráficos”.

Repasad las noticias que han venido produciéndose desde que Sony presentó PS4 en Nueva York y veréis que hemos tenido una buena ración de demos técnicas, motores gráficos y vídeos del tipo “el mío es más potente y mejor que los demás”. En el propio evento de la Gran Manzana ya vimos a Deep Down estrenando el motor Panta Rhei de Capcom, Square Enix nos recordó que su Luminous Engine sigue en perfecto estado de revista, y tuvimos una nueva ración del Unreal Engine 4 de Epic, que además acaba de lucirse de nuevo con un vídeo llamado Infiltrator.

Tu motor gráfico mola, pero...

Por si fuera poco, también se han unido a la fiesta Konami, con su Fox Engine moviendo el “hiperhypeado” Metal Gear Solid 5 The Phantom Pain (este para PS3 y 360) y EA, que acaba de sumarse a esta pelea de gallos mostrando 17 minutos de juego real de Battlefield 4, que “cabalga” sobre el nuevo Frostbite 3.

Tu motor gráfico mola, pero...

La consecuencia de semejante despliegue es que la comunidad jugona de todo el mundo ha (hemos) entrado al trapo con una nobleza digna de las mejores ganaderías. Así que aquí estamos, enfrascados en debates que van desde lo más simple (¿pero los juegos se verán así?) hasta las más complejas comparaciones entre consolas y PC (la demo de Battlefield 4 tiraba de una tarjeta gráfica AMD Radeon HD 7990 de PC, un “pepino” que, según los que entienden de esto, PS4 solo podrá ver de lejos).

Me acordaba estos días de algo que dijo Enric Álvarez en el desayuno que el equipo de Mercury Steam compartió con la prensa con motivo del lanzamiento de Castlevania Mirror of Fate: que a él solo le interesan los juegos que logran transmitirle emociones, sea a través de la jugabilidad, de las secuencias o de cualquier otra forma. Estoy de acuerdo con él, y no dudo que avanzar hacia un realismo cada vez más epatante sea una de esas maneras de hacer que los juegos nos toquen la fibra sensible, pero creo que ni es la única ni siquiera tiene por qué ser la más importante.

Precisamente estos días hemos asistido al lanzamiento de Bioshock Infinite, que ha sido recibido con elogios casi unánimes de crítica y público. Casi todos coinciden en resaltar que quizá su mejor virtud es que todo se sustenta sobre una historia apasionante. ¿Y sabéis qué? No creo que sea casualidad que su creador y hombre de moda, Ken Levine, estudiara arte dramático e hiciera sus pinitos en la industria del cine escribiendo dos guiones antes de pasarse a los videojuegos (creo que hay campañas de recogida de firmas para conmemorar ese día declarándolo festivo).

Tu motor gráfico mola, pero...

Bromas aparte, lo que quiero decir con esto es que los cimientos de un buen videojuego están en su planteamiento narrativo y jugable, y que la tecnología debe ponerse a su servicio, ser un medio, pero no un fin en sí mismo. Volviendo al vídeo gameplay de Battlefield 4, no dejé de asombrarme con su calidad visual, pero me marcaron más ese par de momentos dramáticos en los que un compañero atrapado pide que le abandonemos mientras nuestro vehículo se hunde o, más adelante, cuando afrontamos el mal trago de tener que amputar una pierna a otro soldado. Y no hace falta alzar la vista hasta el horizonte de PS4 para buscar más ejemplos de lo que digo. Supongo que ya habéis visto el último vídeo de The Last of Us...

Esta intensidad emocional, que actúa como un cordón umbilical que nos ata a nuestros personajes, es la que me gusta encontrar cuando juego. Y si la tecnología nos permite explorar nuevas fórmulas, mejor. Pero no nos fijemos solo en la fachada, porque los fuegos de artificio nos impedirán ver lo que hay detrás.

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