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Ya no veo rubias

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No sé si os acordáis de The Matrix la película de los hermanos Wachowsky de 1999. Más o menos hacia la mitad de la cinta, Neo se encuentra a bordo de la nave Nebuchadnezzar, conociendo los entresijos del mundo real y de la realidad virtual controlada por las máquinas. Entonces Cifra, uno de los operadores dice que ya no lee el código; en su conversación explica a Neo que ha llegado a acostumbrarse, “yo ya ni veo el código, sólo veo una rubia, una morena y una pelirroja...”. Cifra entiende a las máquinas hasta el punto de “traducir” de forma automática las cadenas de símbolos en imágenes. Y, por cierto, qué imágenes.

Ya no veo rubias
 

Además de ser uno de los momentos más interesantes de la película (y una excusa perfecta para lucir a la actriz Fiona Johnson) me ha servido para reflexionar. Me da miedo cometer el error de Cifra y que me ocurra lo contrario. No sabéis qué tristeza produce ver a John Marston cabalgando hacia una puesta de sol en Red Dead Redemption y que tu cabeza sólo sea capaz de interpretar un montón de datos: Antialiasing, HDR, pixel shading, tasa de frames... así no se puede disfrutar de un juego.

Es un efecto similar al que sufrimos en el cine cada vez que alguien “estropea” la experiencia diciendo que en Gladiator hay fallos de racord, o que lo más importante de Barry Lyndon (Stanley Kubrick, 1975) es la iluminación y la fotografía, pero que la historia no importa.

Si llegamos a ese punto (y después de más de 10 años en este trabajo, creedme, resulta bastante fácil) podemos obtener una impresión “falseada”. Ya no vemos rubias, sólo vemos el código que hay detrás. Por eso, antes de escribir sobre un juego tengo que hacer un ejercicio; vuelvo a meterme en la piel de mis lectores, de gente que va a pagar sesenta euros por un juego, y trato de disfrutarlo como si estuviera sentado en el sofá de mi casa.

No es tan fácil como parece, pero es la manera más honesta de juzgar. Con el tiempo, uno se acuerda de los combates de Tekken, no si el antialiasing estaba activado o no, o recuerda con emoción el nivel “Trébol de tres hojas” de GTA IV, sin que le moleste lo más mínimo que se moviera con brusquedad en algunos momentos, o que hubiera popping en el horizonte.

Ojalá dentro de muchos años, cuando todavía siga jugando, sea capaz de disfrutar de los juegos sin contaminarlos con un montón de aspectos técnicos... en caso contrario, me perderé a la rubia. 

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