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Crítica de La bella y la bestia, la película de acción real

La Bella y la Bestia
Crítica de La bella y la bestia, la película de acción real dirigida por Bill Condon y protagonizada por Emma Watson, Dan Stevens, Luke Evans y Josh Gad. En cines a partir del 17 de marzo de 2017.

La bella y la bestia es la nueva película de acción real a modo de remake de la factoría Disney que se une al de El libro de la selva.

Este último consiguió no solo buenas críticas sino que terminó alzándose incluso con la estatuilla dorada a los mejores efectos especiales en la pasada edición de los premios Oscar.

Lo cierto es que la película de animación de 1991 es una de las mejores películas de animación de todos los tiempos, como ha expuesto con brillantez mi compañera Clara Castaño en su crítica de la cinta original de La bella y la bestia. Así pues, el simple hecho de plantearse realizar un remake conllevaba asumir un riesgo enorme porque es prácticamente imposible mejorar el material de base que cuenta con una legión de fans.

Lamentablemente, tengo que deciros que La bella y la bestia no cumple las expectativas en absoluto y que supone una de las mayores decepciones cinematográficas de los últimos tiempos: ninguno de los momentos más espectaculares y característicos de la película consigue superar, ni siquiera igualar el ritmo, el carisma de los personajes o las interpretaciones musicales.

Además, el metraje se alarga con nuevas piezas musicales que están muy lejos de tener la garra de la BSO que tan bien conocemos y que es uno de los puntos fuertes de la película original... Pero vayamos por partes...

La sinopsis oficial de La bella y la Bestia es conocida por todos: una joven soñadora llamada Bella (Emma Watson) vive en una pequeña aldea junto a su padre, un artista e inventor al que algunos consideran un anciano demente. Un día, su padre viaja a una feria para exponer sus inventos, pero se pierde en el camino y acaba en un viejo y misterioso castillo. Buscando cobijo y un lugar donde pasar la noche, Maurice, el padre de Bella, descubre que el señor de ese castillo es una horrible bestia (Dan Stevens). Cuando se percata de su presencia, la bestia le deja encerrado entre rejas. 

Bella, preocupada por su anciano padre, no duda ni un instante en salir en su busca. Cuando encuentra el castillo, Bella decide hacer un intercambio y quedarse encerrada a cambio de la libertad del anciano. Durante su estancia, la protagonista conocerá a una serie de peculiares personajes que harán que se sienta mucho más cómoda. Además, poco a poco, irá conociendo a la bestia y se dará cuenta de que, en su interior, hay un gran corazón.

La ambientación y el ritmo

La primera, en la frente. ¿Quién no recuerda el comienzo de La bella y la bestia? Aquel breve prólogo era suficiente para hablarnos del encantamiento de una hechicera que castigaba a un príncipe déspota por no saber apreciar el regalo que le ofrecía: aquella simple rosa que él rechazaba por su fealdad. La lección le saldría cara a él y a todos sus sirvientes que pasarían a estar condenados hasta que alguien consiguiera amarlo por su belleza interior.

Aquella vidriera y ese castillo de aspecto gótico se nos quedarían grabados en la mente. Sin embargo, el prólogo de la cinta de acción real no podría ser más diferente. En primer lugar obvia lo más importante: la ambientación y el ritmo. Se decanta por un baile rococó y una estructura menos sintética y más lineal que nos presenta a nuestro príncipe con peluca, maquillaje dorado y tez empolvada, un síntoma de que la película pretende ceñirse más a sus coordenadas temporales. Esto, bien mirado, no tiene por qué ser algo negativo, pero acaba pasando factura a muchos de los personajes, que pierden su personalidad y desparpajo por esta causa (un claro ejemplo: la tres groupies de Gastón a las que podéis ver al final del siguiente vídeo).

Reescrituras, añadidos y nuevos objetivos del guión

El comienzo es uno de los materiales adicionados a la estructura principal que nos dejan un poco fuera de juego pero no el único: tenemos una pieza en solitario de Maurice mientras trabaja en su taller, un nuevo objeto mágico en forma de libro que permite a Bella y bestia a viajar a cualquier rincón del mundo y que sirve de pretexto para darnos a conocer algo del pasado de su familia y una nueva canción interpretada por la bestia.

Casi todo lo que estaba está, lo que se ha podado se echa de menos mucho (sobre todo porque eran algunos de los momentos más emblemáticos e hilarantes de la cinta como el de Gastón emergiendo del barro con un cerdo en la cabeza o el divertido pique entre Lumière y Ding Dong) pero lo peor es que las novedades casan a duras penas con lo demás. Los nuevos temas musicales están muy lejos de ser clasicazos y en su versión traducida están llenos de ripios que no hacen sino subrayar lo obvio y poner muchas palabras a cosas que deberíamos ver como espectadores con nuestros ojos y sentir en nuestros corazones sin necesidad de que nos lo verbalicen absolutamente todo.

En general se aprecia un enorme esfuerzo por dotar a los personajes de un background e incluso de humanizarlos un poco más. Conocemos a la madre de Bella y el secreto que atormenta a su padre y le lleva a ser sobreprotector y Maurice pasa de ser un inventor a refinarse para ser un artista y relojero. LeFou queda redimido saliéndose del corsé de lacayo de Gastón y en general la historia tiene leves pero sustanciales variaciones que vuelven a caer en la misma trampa: dar demasiadas explicaciones. 

Así, para mostrar a Bella como una mujer independiente no se escatima en repasar una y otra vez lo mismo: se la muestra enseñando a leer a una niña para disgusto de sus iletrados, feos y maleducados padres. Para que quede claro que es una enamorada del amor tiene que nombrar a Shakespeare y a su emblemática obra inspirada en Verona como es "Romeo y Julieta" y así una y otra vez con una falta de imaginación y de tino alarmante para construir a los personajes. 

Por su parte, los sirvientes de la bestia también se representan de una manera muy curiosa aceptando su parte de culpabilidad en la educación despótica del príncipe (espantoso el flash-back de su infancia, por cierto).

El quid de la cuestión es que todo eso, en realidad, no contribuye a hacer mejor la película. Todas esas nuevas informaciones, esos matices, no hacen más creíbles a los personajes ni nos permiten empatizar mejor con ellos. Son pegotes inconexos, pinceladas huecas para tratar de justificar un metraje alargado en exceso y en el que se echa de menos la emoción desde el mismo comienzo.

Los personajes y el doblaje al castellano

En general el diseño de los personajes de la Bella y la Bestia, sus vestimentas y su forma de moverse y hablar es adecuado pero menos caricaturesco y rico en matices a excepción quizás de la señora Potts y Chip, que siguen siendo tan entrañables como siempre a pesar de su reinvención, y del perrito-reposapiés.

Luke Evans se adapta a la perfección a Gastón y es quizás el miembro del reparto más sobresaliente en su interpretación, aunque es mucho menos divertido cuando Bella le da calabazas o cuando hace alarde de su desmesurado ego. 

De las secuencias de la película, la que más miedo me daba era la de "Qué festín", pero, sin embargo, no es la peor conseguida, quizás la del baile en el salón es la que menos satisface las expectativas mientras que en el resto la acción siempre parece ir a trompicones y con problemas en la cadencia. Como si el montaje estuviese muy forzado y los actores no tuvieran instrucciones precisas de qué hacer en cada momento.

El doblaje al castellano es muy bueno con grandes voces a cargo de los personajes principales y Michelle Jenner como Bella (Bely Basarte se encarga de su voz cuando canta). Ella se encargó de la voz de Chip en la peli de animación de 1997 La Bella y la Bestia 2: una navidad encantada, por cierto, y también regresa Miguel Ángel Jenner como Lumière.

Efectos especiales, vestuario y... ¡Raccord!

La puesta en escena de La bella y la bestia también dista mucho de la perfección: nada indica que se haya buscado la verosimilitud aunque el poblado funciona mucho mejor que el castillo y el CGI de bestia se va entonando a medida que pasa la película. Ni rastro de fiereza en él, que nos proveía de uno de los principales encantos de la película: verlo evolucionar de ser un bruto a irse enamorando. Y lo más imperdonable: no hay química entre él y Emma Watson, que se esfuerza mucho por interpretar su papel pero no tiene mucho a lo que agarrarse.

El reparto está bastante desperdiciado y hay sonrojantes errores de raccord en su vestuario, incluyendo mágicos cambios de vestimenta. La dirección de actores es muy mejorable y tampoco la fotografía acompaña, guardando los secretos de las moradas del castillo: todo es demasiado luminoso y recargado, lo que incluye las forzadas caracterizaciones que, por cierto, no guardan tampoco ningún equilibrio entre ellas.

En resumidas cuentas... Si esperabais ver en el remake de acción real de La bella y la bestia un atisbo de esperanza de cara al de El rey león, veo más motivos para echarse a temblar que para dar palmas de alegría. Algo nos está fallando mucho para estar reescribiendo historias preciosas de una forma tan deslucida. La nostalgia así entendida es un verdadero despropósito. Tengo la sensación de que esta película marca un cambio de ciclo. Si en 1991 Disney asistía a un nuevo renacer, en 2017 puede que estemos empezando a presenciar un declive ante la falta de ideas nuevas y de redaños para afrontar el riesgo de producir genuinas historias, también actuales, por qué no, en las que no haya que meter con calzador conceptos como la diversidad sexual y étnica para contentar a todo el mundo.

Quiero dejar claro, en cualquier caso, que la calificación que se lleva la película de la Bella y la Bestia no es porque se parezca más o menos al original, sino porque no funciona como producto propio. Tiene muchos errores e imperfecciones que provocan que la experiencia no resulte satisfactoria.

Por cierto, vaya chorrada la que se ha montado por el personaje de LeFou... Cuando veáis la película os daréis cuenta de lo innecesario de la polémica generada en torno a su insinuada orientación sexual, algo que por otra parte no añade nada nuevo o relevante. Al final, la sensación que queda ante los cambios es que buscan justificar esta nueva adaptación, pero es un esfuerzo vano.

VALORACIÓN:

Deslucido remake de una cinta de animación prácticamente perfecta. Un ejercicio de nostalgia innecesario que aporta poco y mal con una dirección errática y en la que la emoción brilla por su ausencia en cuanto se sale de lo ya conocido.

LO MEJOR:

Te entrarán unas ganas locas de revisionar La bella y la bestia de 1991.

LO PEOR:

Te entrarán unas ganas locas de revisionar La bella y la bestia de 1991.
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