Crítica de 12 años de esclavitud
12 años de esclavitud, película que pudimos ver gracias a nuestros amigos de SensaCine, nos presenta a Solomon Northup como un hombre nacido libre y que goza de una buena vida: es un hombre valorado en su comunidad, asentado económicamente gracias a su trabajo como violinista, y padre de familia.
Sin embargo, víctima de un engaño, cae en las garras de personas sin escrúpulos que lo venden como esclavo iniciando de ese modo un horrendo viaje a las entrañas de un mundo desconocido para él.
El desarrollo de su calvario hasta su nuevo modo de vida trabajando como esclavo vendrá acompañado de un proceso de paulatina degradación en el que su voluntad de mantener su verdadera identidad, su talento y hasta su dignidad se verá puesta a prueba día y noche.
Vendido como si de ganado se tratara por parte de un indolente negociante (Paul Giamatti) y en las condiciones más humillantes, caerá en distintas manos hasta conseguir recuperar lo que una vez fue suyo: la libertad. Sin embargo, lo que nadie pudo restituirle fue el tiempo robado.
Hay varios planos diferentes que merecen mención en esta compleja película filmada con un sentido de la crueldad asfixiante: por un lado tenemos el mensaje y por otra parte la forma de ese mensaje.
Respecto al contenido en sí de la película hay que decir que aborda diversos puntos de vista de un sistema que funcionaba porque había un mercado. Tras ser vendido por primera vez, Solomon cae en manos de un buen hombre, el amo Ford (Benedict Cumberbatch), pero su cruel capataz (Paul Dano) hará que se vea obligado a venderlo a Epps (Michal Fassbender), una auténtica bestia amoral. Éste a su vez le presta su mano de obra a otro capataz por temporadas.
Es, por cierto, la tercera vez que el director Steve McQueen y el actor irlandés Michael Fassbender trabajan juntos después de Hunger (2008) y Shame (2012) y, aunque el elenco que puebla la pantalla es fabuloso, él es prácticamente coprotagonista gracias a la construcción de su errático y destructivo personaje.
Tras varios intentos por comunicarse con el exterior será un abolicionista de origen canadiense (Brad Pitt) en quien encuentre la ayuda que necesita. Todos sin saberlo, siendo mejores o peores personas, viven de la esclavitud y casi la han interiorizado: está claro que el que vende hombres es la primera sanguijuela pero no lo es menos quien los explota de sol a sol o quien se nutre de su capital para sobrevivir.
En cuanto a la forma en sí que McQueen le imprime a su trabajo la cinta llega a ser desgarradora por la violencia extrema de algunas secuencias en las que se recrea largamente optando por mostrárnoslas "en tiempo real". Por supuesto, se trata de una dramatización que no debió de ser menos dura en muchas ocasiones, pero esa forma de fustigar al espectador es verdaderamente angustiante y le hace sentir en carne propia el latigazo de su forma de filmar.
No hay lugar a la insinuación o espacio para la contención: lo que sucede, lo ves y lo puedes palpar y no es precisamente agradable ni aporta más que una cruda forma de empatizar con los personajes. ¿Rinde así homenaje a un hombre que sufrió in situ todo ese dolor y esa desdicha? Desde luego, aunque quizás no sea necesario ser tan explícito.
Quizás lo peor de todo esto es que tanto la fotografía como el trabajo de composición de los planos es muy bello (brutal la secuencia en la que Solomon quema una carta en la oscuridad de la noche). Esa estilización es aberrante respecto a las barbaridades narradas como lo es la belleza de la esclava Patsey (Lupita Nyong'o) respecto a la odisea vital en la que está sumergida.
Quien quiera asomarse al abismo personal de este hombre, puede hacerlo leyendo las memorias tituladas "12 años de esclavitud" disponibles de forma gratuita en formato ebook aquí.
Fijaos si el mensaje que consiguió lanzar Solomon es importante que sigue teniendo plena vigencia a día de hoy y resultando estremecedor. Y por eso quiero finalizar esta crítica haciendo mención al plano más hermoso de toda la película: el de la espera. Ese potentísimo primer plano en el que su mirada se confunde en el horizonte. Sus esperanzas están en el aire y solo puede desear, ansiar, vislumbrar... Al fin, ha conseguido lanzar su mensaje y un tiempo después podrá incluso llevar su relato a imprenta y hacerlo llegar aún más lejos, dejando que se repita en el eco del tiempo.
VALORACIÓN:
Cruel transposición a la pantalla de las memorias de Solomon Northup, un hombre privado de su libertad durante doce angustiosos años que retratan los distintos engranajes del sistema esclavista.LO MEJOR:
Magnífico casting que permite tocar todas facetas de la esclavitud.LO PEOR:
La recreación en la violencia resulta excesiva en varias ocasiones.82
Muy buenoDescubre más sobre Raquel Hernández Luján, autor/a de este artículo.
Conoce cómo trabajamos en Hobbyconsolas.