Crítica de Lincoln

Del Spielberg que todos conocemos, en esta película encontramos un rastro muy débil y casi me atrevería a afirmar que es su apuesta cinematográfica más arriesgada. Basa prácticamente todo su atractivo en el reparto principal, pero sobre todo en Daniel Day-Lewis (Globo de Oro y previsible Oscar a la mejor interpretación masculina).

Su retrato de Lincoln no es complaciente ni su voluntad configurar un retrato hagiográfico. Por contra, muestra a un presidente que es casi un dios en la memoria colectiva del pueblo estadounidense como un hombre. Puede que incluso como un humilde sabio ante el que todos enmudecen para oírle hablar, con una capacidad para convencer a los demás y manejar los hilos políticos con astucia para conseguir lo que cree que es mejor para su nación.

Un ejercicio de responsabilidad

Centrándose en los últimos momentos de la vida de Lincoln y en su decisión más complicada: sacar adelante la famosa decimotercera enmienda teniendo que conseguir los votos necesarios y utilizando para ello diferentes estrategias.

La película comienza en plena Guerra Civil con el presidente visitando el frente de batalla y nos muestra los últimos cuatro meses de su vida antes de ser víctima de un magnicidio del que solo tenemos noticia cuando ya ha sucedido, tal y como si viviésemos en sus coordenadas temporales. Así que la película está en las antípodas de una cinta de acción y casi premeditadamente tediosa y hasta aburrida en algunos momentos.

También se muestra esa soledad del corredor de fondo, esa reflexividad de quien es capaz de ver más allá del futuro inmediato de su nación, aunque en el trayecto le asalten las pesadillas. Y esa dirección va también la iluminación de la película: las alargadas sombras, los premeditados contrastes, los tonos sepia del día y azulados de la noche y las tenues fuentes de luz.

¿Por qué Lincoln es una película lenta?

Spielberg es ante todo un cineasta inteligente y desea trasladar al espectador al año en que se narran los hechos, así que el ritmo es lento y parsimonioso porque quiere sacarnos de la vorágine acelerada en la que vivimos y mostrarnos que una alianza era algo mucho más difícil de conseguir entonces que ahora en nuestro mundo "hipercomunicado" y veloz. Teatral y muy verbal (como la política de antaño) se aleja totalmente del thriller político como ya hiciera la novela en la que se inspira el guión de Tony Kushner (al que también hay que agradecerle la magnífica Munich) fruto de la pluma de la escritora Doris Kearns Goodwin titulada "Team of rivals: The political genius of Abraham Lincoln”.

Huele tanto a Oscar y desde tan lejos, que es probable que solo se valore justamente con el paso del tiempo. Solo entonces nos daremos cuenta del valor poético de las sombras de los ciudadanos que vuelven del frente y que se proyectan sobre el rostro de Lincoln al atardecer. Misión cumplida: abolida la esclavitud, la guerra termina y él puede al fin descansar. De su final solo nos interesa que fue inesperado, no recrearnos en los detalles.