Crítica de El niño, un thriller dirigido por Daniel Monzón con Luis Tosar

Cinco años después del abrumador éxito de Celda 211 el guionista y director Daniel Monzón regresa con El niño, un apasionante thriller de acción sobre el narcotráfico situado en el Estrecho de Gibraltar. Del mismo modo que en el drama carcelario ganador de ocho premios Goya, Monzón dirige la cinta y escribe junto a Jorge Guerricaechevarría una historia atípica en el cine español, cultivando uno de esos géneros tradicionalmente esquivados por nuestros cineastas con una producción que con apenas seis millones de euros nada tiene que envidiar a Hollywood. Y lo borda.

El niño cuenta dos historias paralelas lideradas por dos grandes de la interpretación, un veterano, Luis Tosar, y un debutante, Jesús Castro. El primero interpreta a Jesús, un policía obsesionado con demostrar que la ruta del hachís se ha convertido en uno de los mayores coladeros de cocaína de Europa. El segundo da vida a El Niño, un adolescente que empujado por su amigo El Compi se iniciará en el tráfico de droga casi como un juego. Dos historias dentro y fuera de la ley que inevitablemente confluirán para demostrar a todos que sus mundos son más complejos y peligrosos de lo que pensaban.

Desde su inicio recorriendo los miles de contenedores que cruzan cada día el Puerto de Algeciras (un momento que a los espectadores catódicos recordará la segunda temporada de The Wire), los apenas 16 kilómetros del Estrecho de Gibraltar se erigen como un protagonista más de la película. Un punto de encuentro entre España, Gran Bretaña y Marruecos, entre África y Europa, y entre los personajes de la película, cuyo elenco es para quitarse el sombrero.

El propio Tosar será el idealista policía dispuesto a renunciar a todo para cumplir con su trabajo. Un hombre de acción que vive por y para atrapar a El Inglés (Ian McShane), un misterioso personaje siempre vestido de forma impoluta con un ligero traje blanco (¿tendrá otro?) que desde su base de operaciones en Gibraltar moverá los hilos de la operación que Jesús intenta destapar. Junto a él se encuentran su leal compañera Bárbara Lennie, su ambiguo jefe Sergi López y su amigo y antiguo compañero Eduard Fernández.

Entre los jóvenes, el verdadero motor de la trama, encontramos muchas rostros nuevos (¡gracias, Daniel Monzón!), una cantera de estreno que dará mucho que hablar. El primero es Jesús Castro, que según contó el mismo tras la proyección de la película se presentó al casting para librearse de un par de horas de clase del módulo de electrónica que estaba estudiando y que sorprendentemente se desvela como un moderno Steve McQueen gaditano. Palabras de Jorge Guerricaechevarría.

Como todo “bromance” exige El Compi, su mejor amigo interpretado por el ganador del Goya por 7 vírgenes Jesús Carroza, será la cara opuesta del cauto protagonista. Imprudente, escandaloso, irreflexivo, desvergonzado… El Compi será el encargado de tentar a El Niño con el atractivo dinero del tráfico de drogas. El intermediario y a medida que avance el film la tercera pata de estos aspirantes a narcos será Halil, un español de origen marroquí interpretado por otro actor novel, Saed Chatiby, un joven que en los momentos dramáticos deja al espectador desencajado ante su trabajo.

Completa el elenco junior el interés romántico de El Niño, Amina, la bellísima hermana marroquí de Halil encarnada por Meriem Bachir, un personaje que además sirve para denunciar la situación de represión que vive la mujer en Marruecos en particular y en el mundo árabe en general.

¿Espectaculares secuencias de acción en una película española? Sí, es posible

La película mezcla de este modo thriller, acción, drama, romance y comedia (atentos a la reacción de Jesús Carroza en un campo de marihuana) sin apenas inmutarse. A lo largo de 135 minutos, esta montaña rusa mantiene al espectador pegado a la butaca, ya sea por el perfecto desarrollo de la trama, los acertadísimos diálogos o las espectaculares vistas.

Ciertamente las localizaciones escogidas para grabar El niño se prestan a imprimir en nuestras pupilas imágenes para el recuerdo, pero la exquisita descripción de los lugares, la vida y las gentes consiguen captar el color y la esencia de este viaje a ambos lados del Estrecho. Con razón, como contaba el mismo Daniel Monzón, este proyecto ha tardado cuatro años en vez la luz.

Mención aparte merecen sus increíbles secuencias de acción, de gran realismo y magistralmente ejecutadas por Monzón. Añadiremos que parte de la culpa de que las persecuciones a pie, en coche, en lancha o en helicóptero funcionen como un reloj la tiene Jordi Casares, coordinador de las escenas de acción conocido por su trabajo en superproducciones como Desafío Total, Indiana Jones y la última cruzada, Titanic o El laberinto del fauno.

A pesar de esto, el resultado final se ve perjudicado por el excesivo metraje y el afán totalizador y en ocasiones moralista de la cinta, que quizá intente dar lecciones mientras cuenta demasiado. Entre las subtramas de menor interés se encuentra la edulcorada historia de amor entre El Niño y Amina, que si bien sirve para conceder un respiro al espectador apenas aporta nada a la cinta.

En resumen, los amantes de los thrillers de acción tienen una cita ineludible en el cine. Los demás, también.