Crítica de Tiempo (Old), la nueva e inquietante película de terror de Shyamalan

Shyamalan lanza una nueva propuesta de terror que sin duda será divisiva para la crítica y el público, como lo suelen ser todos sus trabajos. En Tiempo además, se ha enfrentado a numerosas adversidades durante el propio rodaje, derivados de la pandemia y de la climatología, que le han puesto las cosas especialmente difíciles.

Ha escogido como base la existencialista y evocadora novela gráfica "Castillo de arena" ("Sandcastle") de Pierre-Oscar Lévy y Frederick Peeters, pero no se ha limitado a transcribirla en imágenes sino que le ha aportado muchos ingredientes a su adaptación cinematográfica.

La premisa inicial es la misma: varias familias acuden a una remota playa a fin de descansar pero las cosas se tuercen cuando descubren en cadáver de una mujer. Una vez que se reponen de shock tratan de contactar con las autoridades, sin éxito. En vista de la situación tratan de abandonar el lugar, pero es algo que también les resulta imposible. La playa parece estar cercada por un campo de fuerza que les aturde y les devuelve a la cala.

Mientras tratan de buscar una vía de escape, descubren atónitos que los niños han empezado a crecer de forma inexplicablemente rápida. En ellos el paso del tiempo parece menos evidente, pero su deterioro pronto empieza a manifestarse de distintas maneras. ¿Por qué están allí? ¿Qué es ese sitio y qué propicia el paso acelerado del tiempo?

Esas preguntas que la novela dejaba en el aire para hacer reflexionar a los lectores sobre algo mucho más profundo, como es la propia naturaleza humana, encuentran en la película una explicación final bastante interesante, aunque también imperfecta. Tiempo no es tanto una película para ser analizada pormenorizadamente sino más bien para sentirla y, una vez aceptadas sus "reglas del juego" (hay que entrar en ella y dejarse llevar), pensar acerca del proceso de crecimiento, la madurez y el envejecimiento.

Quizás la película sería más satisfactoria si Shyamalan no se hubiese "mojado" tanto, dado que incluso peca a veces de sobreexplicar la trama, pero también sería tan desoladora y brutal como la novela y echaría a perder unas cuantas ideas brillantes para justificar lo que les sucede a los protagonistas.

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Entre las grandes fortalezas de la película está el casting y la dirección. En una cinta en la que vemos distintas versiones de los mismos personajes es esencial atinar con el elenco para que sea verosímil el cambio y algo similar sucede con el apartado de maquillaje y los efectos especiales, que necesitan estar a la altura del reto.

A todo ese cóctel se le suma el virtuosismo de Shyamalan con la cámara y la forma con la que sabe jugar con los barridos para generar tensión y con los espacios fuera de campo para que sea el espectador el que rellene los huecos con sus propias pesadillas. Es más: Tiempo funciona mejor cuando es menos explícita que cuando se empeña en mostrarlo todo. Cuando vemos las reacciones de los personajes: sus ojos desorbitados, sus gritos, sus pavor ante lo incomprensible de la situación, sentimos más miedo que cuando nos muestran lo que ven sus ojos.

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La película constata que el director se mueve como pez en el agua con presupuestos modestos y escasos recursos dado que la mayor parte del metraje se desenvuelve en una misma ubicación y con un reducido número de intérpretes. Pero también queda patente que no puede evitar caer en ciertas trampas al abordar sus guiones. Hay ciertos detalles que son verdaderos agujeros que se podrían haber evitado sin comprometer el resultado final de la película.

Dentro de su imperfección, Tiempo nos arroja un buen puñado de ideas a la cara: ¿en qué consiste madurar? ¿Es el ser humano trascendente o más bien efímero y contingente? ¿Qué valor tiene la vida? ¿Es nuestro ciclo vital regresivo? ¿Cómo cambia nuestra percepción del mundo con el paso del tiempo? Estamos al final ante una película desgarradora que nos enfrenta a la única certeza de nuestras vidas: su finitud. Como castillos de arena nos barrerá la marea y, aunque esta metáfora tan poética quede algo desdibujada por el afán de Shyamalan de dejarlo todo atado y no tan desamparados, late en el fondo de la trama con fuerza. Puede que sea uno de sus trabajos más maduros en este sentido.