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A jugar... al salón

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Hace mucho tiempo, antes de la alta definición, de las pantallas planas y de las 3D, si queríamos disfrutar de un buen juego, no bastaba con enchufar la consola... teníamos que ir al salón recreativo. Los de mi ciudad se llamaban Tetris, Las Tortugas, La Pera...  y cada uno contaba con máquinas “exclusivas”, junto a los incombustibles Pang, Street Fighter II o Snow Bros, que tenían el éxito asegurado.

Allí estábamos, Santi, Emi, Ángel, Pini y yo, arremolinándonos alrededor de  Mutant Fighter, cada vez que alguien se pasaba la Hydra, o mirando de refilón la transformación en oso de Altered Beast. Todos estos salones (con sus pantallas de 25 Hz, sus botones quemados por los cigarrillos y un ruido insoportable) estaban llenos de chavales, que pasábamos más tiempo mirando que jugando, porque había que “rentabilizar” cada moneda de 25 pesetas.

 

A jugar... al salón

Las recreativas se ponían de moda sin razón aparente. Lo mismo había cola para jugar a The King of Dragons que a Puzzle and Action Tant R (un juego de pruebas de Sega que estaba en japonés). Y en cada salón te encontrabas con los “parroquianos” habituales, entre los que siempre había un señor con una riñonera, para dar cambio (y vigilar que nadie utilizase un magiclick para conseguir partidas gratis) y algún “malote” que te preguntaba si necesitabas ayuda con una fase.

 

A jugar... al salón

Toda la diversión de las máquinas se acababa cuando te comprabas el mismo juego en tu consola. ¡Con lo bien que lo habías pasado en los salones delante de, pongamos, Double Dragon! Una vez en casa, te reías de la carátula (ya que la mayoría de los muebles no conservaban el arte original) y empezabas a jugar. El cartucho no tenía modo para dos jugadores, el control era mucho peor, los gráficos no se parecían ni por asomo y además le habían quitado dos niveles y la música era diferente... La leyenda decía que los juegos de Neo Geo eran exactamente iguales que en una máquina de SNK, pero por aquel entonces no conocíamos a ningún usuario de la consola, así que nos conformábamos con nuestra versión “cutre” ...y con volver al salón recreativo el viernes siguiente.

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