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Primeras y últimas veces

E3 2016

Seguimos con la celebración por el 30 aniversario de Hobby Consolas, esta vez, recordando el que siempre será uno de nuestros acontecimientos favoritos: el E3. Y más concretamente, el primer y último E3...

Creo que la mayoría de personas que han crecido leyendo revistas de videojuegos ha fantaseado alguna vez con ir al E3. Menciono las revistas porque, cuando no teníamos acceso a tantas imágenes, vídeos, etc., las páginas de Hobby Consolas eran el único lugar donde uno podía hacerse una idea aproximada de lo que era la feria.

Y qué bien nos lo vendían, los cabrones.

Veías las fotografías y aquello no era una feria; era la fiesta del videojuego. Varios días probando títulos que el resto no oleríamos hasta dentro de meses o años (y en ciertos casos, nunca), imágenes acompañados de grandes figuras de la industria (nunca faltaba la instantánea con Miyamoto), heroínas y héroes en carne y hueso, decorados que parecían sacados de... bueno, de un videojuego, etc. 

En definitiva: aquello tenía pinta de molar una barbaridad. Con razón, durante mucho tiempo, mi segundo sueño en la vida fue ir al E3 (el primero era escribir en Hobby Consolas).

Y gracias a un pequeño revés del destino en forma de paternidad de un compañero (¡gracias por tener hijos, Dani!), en 2016 pude cumplir ese segundo sueño y cubrir el E3 desde Los Ángeles, acompañando a dos titanes como Martínez y Justo el Cámara.

En su momento, estando allí, escribí un artículo bastante sentido sobre la experiencia. Perdiendo la virginidad con el E3 2016, lo llamé (hoy me da un poco de vergüenza ajena, pero echadle un ojo si gustáis). Lo digo porque esto no va a ser un artículo sobre lo bonito que es el ir al E3 (que lo es, y mucho), sino sobre algunas de las anécdotas de ese primer y último E3. Y no todas son bonitas... pero espero que al menos os entretengan un rato.

Porque primero, claro, está el vuelo. Con un poco de suerte tienes vuelo directo a Los Ángeles y evitas el coñazo de tener que andar haciendo escalas, pero eso no quita que sean muuuuuchas horas metido en un avión, para después bajar y tener que comerte una hora (o más) de control de aduanas (cómo los odio, de verdad).

Y la cosa empezó de fábula, porque nada más pisar tierra... ME PERDÍ. No en sentido literal, sino que perdí a mis compañeros; no me percaté de que salían por otro lado del avión y cuando me quise dar cuenta ya no estaban. ¿Qué hice? Esperarlos. Esperarlos durante un rato bastante largo a la salida del avión... Hasta que me llamaron para decirme que ya estaban en la calle. Como os imaginaréis no fue una situación divertida para ellos, porque después del palizón del viaje lo último que quieres hacer es esperar TODAVÍA MÁS. Por suerte yo era "el nuevo", así que no se cabrearon (demasiado).

E3 2016

Tras este pequeño bache llegamos al apartamento, que se encontraba a apenas unos minutos andando del Convention Center, donde se celebra la feria. Este detalle es muy importante, porque en los días del E3 la zona está abarrotadísima y suele ser MUY complicado encontrar algún alojamiento por la zona. De hecho, no es raro que te toque irte a un hotel bastante alejado y tener que andar cogiendo taxis todos los días para desplazarte (QUÉ PEREZÓN). Vamos, que tuvimos mucha suerte.

Al llegar nos recibió el casero, un tipo bastante simpático al que sólo le faltó darnos un abrazo al saludar. Tras una breve charla, le preguntamos que si había algún problema por fumar en la casa: "podéis fumar marihuana, pero no tabaco". Mientras tratábamos de procesar esta información, se marchó y nos dejó libertad para explorar el lugar. 

El sitio estaba bastante bien, la verdad. Era un loft grande, espacioso y no le faltaba de nada. De hecho... puede que hasta sobrasen algunas cosas... como la colección de hoverboards de todos los tipos, tamaños y colores (no, no es una broma). También había aparatos para hacer ejercicio con los que a día de hoy todavía bromeamos (si alguna vez vuelve el E3 y aparecemos especialmente tonificados en los vídeos, ya sabéis por qué es).

E3 2016

Pero hablemos de la feria. Ah, la feria. Sí, es exactamente lo que nos vendían en las fotografías de la revista. Un lugar inmenso, animado, plagado de gente y videojuegos. Pero también había cosas que no se enseñaban en las fotografías... como las carreras. Sí, carreras. 

Resumiéndolo mucho, en el E3 tienes citas organizadas de antemano para probar juegos, hacer entrevistas, etc. Y el tiempo que sueles tener entre unas citas y otras es mínimo, incluso aunque nos las repartamos entre dos, como era el caso. Así que sales de una habitación después de haber estado probando X y tienes que irte corriendo porque en dos minutos tienes cita para probar Y. En definitiva: la mayor parte del tiempo estás solo corriendo de un lado para otro.

Puede que suene fácil, pero os recuerdo que hablamos de un edificio inmenso, con varias plantas y zonas. Para los veteranos del E3 esto no supone un gran problema, porque tienen el culo pelado de recorrerse el Convention Center, ¿pero para un novato? Iba en todo momento con un mapa del edificio en la mano, comprobándolo cada dos por tres mientras corría de un lado para otro. Pensé que me acabaría perdiendo, o que no encontraría el lugar al que debía ir y me comería una bronca... Pero se dio bastante bien, la verdad. Supongo que todas esas horas explorando Lordran y Hallownest han servido para algo.

Otra cosa que no te cuentan en las fotos es la toma de decisiones. Porque por supuesto muchas citas se retrasan, estropeándote todo el planning del día y obligándote a priorizar. El caso que más recuerdo fue el de Sniper Elite, porque apenas me había sentado a jugar, tuve que pedirle perdón a sus responsables y decirles que me tenía que ir porque si no, no llegaba a mi siguiente cita... para ver God of War (os recuerdo que God of War se anunció en aquel E3, en aquella conferencia de Sony que no olvidaré jamás).

¡EL KOJIMA!
¡EL KOJIMA!

Ah, y por supuesto no hay tiempo para comer. Ese fue uno de los consejos más importantes que me dieron Martínez y Justo antes de que empezara el primer día: "en cuanto veas que tienes un hueco libre entre una cita y otra, come. No esperes a nadie." Porque es o eso, o comer cuando termina el evento, por la tarde. Y después del día de estrés y carreras, lo último que quieres es estar con el estómago vacío.

Lo que tampoco cuentan las fotos es el tiempo que tienes para escribir. Porque sí, el E3 es increíble y se disfruta muchísimo, pero no hay que olvidar que allí se va por un motivo: trabajar. Y hay... muy... poco... tiempo. A veces tienes que escribir unas impresiones a toda velocidad entre cita y cita, y mandárselas a toda velocidad a alguien que esté despierto en España para que les "dé forma". Otras veces no tienes tiempo, así que te toca esperar hasta llegar a la casa para poder sentarte a escribir.

Porque claro, salir del Convention Center no significa que el día haya acabado... Más bien todo lo contrario: llegas al hogar y tienes que ponerte con las impresiones que se hayan quedado en el tintero, traducir entrevistas (el tiempo que roba esto es criminal), preparar piezas de vídeo, escribir artículos de opinión... Y tras el cansancio, el estrés y las pocas horas de sueño (jet lag, cómo te odio), os podéis imaginar que es una de las partes menos divertidas del E3.

En relación a esto, el caso que más recuerdo fue el de The Legend of Zelda: Breath of the Wild. Antes de aquel E3 no conocíamos su nombre: era simplemente el nuevo The Legend of Zelda, Zelda U o Zelda para Wii U y NX (¿os acordáis de NX? Madre mía los 80). El Treehouse Live (que estuvimos viendo desde el apartamento) nos dejó un aluvión de novedades, entre ellas su título y un nuevo gameplay... Y yo tenía cita para probarlo horas después. Vamos, que estaba dando saltos de alegría.

Recuerdo que al llegar a la zona donde se realizaban las previews pregunté por Omar Álvarez, que por aquel entonces era PR de Nintendo, pero no logré dar con él. Cuando terminé de jugar, busqué un sitio para sentarme a escribir... Y ahí fue cuando apareció Omar. Apenas nos conocíamos (aunque después de aquello volveríamos a coincidir unas cuantas veces), pero se sentó conmigo y estuvimos hablando como dos amigos de toda la vida, compartiendo nuestra emoción por aquella cosa tan increíble que acabábamos de jugar. Era un PR con el que se podía hablar de videojuegos de verdad, que te contaba su opinión sincera en lugar de repetir lo que se había memorizado de una nota de prensa. Se le echará muchísimo de menos.

E3 2016

Pero con la charla se me fue el santo al cielo... Y perdí la oportunidad de escribir las impresiones de The Legend of Zelda: Breath of the Wild. Escribirlas horas después, en el apartamento, me permitió sacar algo bastante más trabajado... Pero desgraciadamente en el E3 la rapidez a la hora de publicar está muy por encima de las florituras al redactar. A nadie le interesó leer esas impresiones, incluso aunque estuviesen escritas desde la perspectiva de Link (de verdad, ¿en qué estaba pensando?), porque ya las habían leído en otros medios. Una lección que no olvidaré jamás.

Puede que después de todo esto parezca que me estoy quejando del E3. Es más, en lo últimos años, y por algún motivo que escapa a mi comprensión, se ha extendido la creencia de que la prensa... ¿Odia el E3? Os contaré un secreto: la prensa ama el E3. Todos los periodistas con los que te cruzas allí, en el Convention Center, van con la cara iluminada y una sonrisa de oreja a oreja (y unas tremendas ojeras).

Todas estas cosas que he contado fueron duras en su momento, pero ahora las recuerdo con un profundo cariño. Y probablemente está feo decir esto, pero me siento privilegiado y eternamente agradecido de haber podido asistir a la que creo que fue la última gran edición (los siguientes años estuvieron bien, pero lo de 2016 fue algo realmente especial). Vamos, que aunque fuese mi primera y última vez, mataría por volver. Ojalá vuelva el E3 como lo conocemos.

E3 2016

¿Recordáis el consejo sobre comer? Creo que nos lo saltamos el último día de feria. Supongo que por el cansancio o porque era el día con menos trabajo. El caso es que cuando acabamos nos fuimos a un restaurante que Martínez y Justo conocían de otros años, a unas pocas manzanas. Básicamente era un sitio de desayunos 24/7; daba igual la hora que fuese, allí se iba a desayunar: tostadas, café... esas cosas. Yo me pedí una tortilla francesa. Y nunca lo olvidaré porque fue la mejor tortilla francesa que he comido en mi vida.

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