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Promesas y realidad

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¿Quién no ha alardeado alguna vez de si iba a hacer esto o aquello? ¿De que el año que viene me apunto al gimnasio? ¿Que si me lo propongo me acabo el GTA IV en 30 horas? ¿Que soy capaz de sacarme la carrera en 4 años? Es un rasgo muy típico del ser humano hacer promesas que no siempre se cumplen. Pues bien, exactamente lo mismo sucede con los videojuegos.

Resulta curioso reflexionar sobre el aspecto psico-sociológico de la industria de los videojuegos. La extremada dependencia tecnológica y la salvaje competitividad provocan que se produzcan situaciones que no suceden en otras áreas del entretenimiento. Es muy difícil ver a un grupo o cantante prometer que van a crear la mejor canción de la historia antes de componerla. O a un director asegurando que su próxima película va a ser, sin duda, una obra maestra. Otra cosa es que una vez que estrenan canción o película, y tras comprobar su éxito, su autoestima se regodee con su talento, pero esa ya es otra historia.

En los videojuegos es tan habitual que las compañías aseguren que van a lanzar el mejor juego o la mejor consola que ya no sorprende. Aunque, como es obvio, no siempre se cumpla. Y ya viene desde los tiempos de feroz rivalidad entre Sega y Nintendo. Primero fue con los colores y los megas. Si tu pones 64 colores en pantalla yo pondré 256. Tú vas a sacar cartuchos de 16 megas, pues yo seré capaz de hacerlos de 24. Luego fueron los polígonos: tu chip FX mueve cientos de polígonos, pues mi SVP moverá... 100 más que el tuyo (vamos, como dos tíos discutiendo sobre quién la tiene más grande...). Y eso por no entrar en las máquinas que iban a revolucionar el mercado: el Mega CD, Virtual Boy, 3DO... y que no cumplieron ni una ínfima parte de lo que decían que podrían hacer.

Promesas y realidad

Recuerdo que por aquel entonces era habitual que muchos lectores nos preguntaran en Hobby Consolas sobre cuántos polígonos movería tal o cual consola, sobre que velocidad tendría su procesador... y nuestras respuestas siempre comenzaban "pues según dice Sony o Nintendo o Sega podrán mover...". Todo eran conjeturas en base a las afirmaciones de las propias compañías, casi siempre imposibles de comprobar.  Y que con frecuencia no aseguraban el éxito de juegos y consolas. Porque, como en todos los aspectos de la vida, al final la cruda realidad pone a cada uno en su sitio y, en nuestro caso, la calidad final de los juegos es siempre la que consigue que una consola o una compañía triunfen.

Os cuento todo esto porque es una circunstancia que se ha seguido repitiendo con el paso de los años y las generaciones de consolas, y en la actualidad tenemos ejemplos para dar y tomar. Y por lo que se ve nadie escapa a la tentación de, en algún momento, lanzarse al arriesgada piscina de las promesas. ¿Quién no recuerda aquellos primeros vídeos de juegos de PS3 que Sony mostró hace unos años en la presentación de su consola en el E3 (incluido un supuesto remake de Final Fantasy VII? Se armó un revuelo tremendo y la propia Sony tuvo que reconocer que no eran juegos sino "demos técnicas".

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Microsoft, nos dejó hace un año boquiabiertos con la demo de Milo durante el anuncio de Kinect (entonces Project Natal), pero este año el niño y la rubia han desaparecido, aunque Peter Molyneux aseguré que el proyecto... sigue "ahí".

Promesas y realidad

Nintendo también hizo hace dos años una presentación en la feria de Los Ángeles de un título llamado Wii Music en el que parecía que íbamos a poder dirigir una orquesta con un nivel de simulación inaudito... pero llegado el momento no fue ni mucho menos así. Aunque este año hay que reconocer que han dado una lección dejando que los asistentes a la feria probaran allí mismo su sorprendente 3DS....

En la entrevista que le hicimos a Richard Marks, creador de Eyetoy y PSMove (que podéis ver este mes en Hobby Consolas) le comenté estos asuntos y vino a decir que, en su opinión, es muy peligroso enseñar vídeos de cosas que crees que vas a poder hacer sin haber conseguido que funcionen todavía. Un principio que, volviendo a mi introducción, yo aplicaría a cualquier aspecto de la vida. En nuestro refranero tenemos unas cuantas formas de decir lo mismo. Yo me quedo con esta: Del dicho al hecho hay mucho trecho.

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