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Redactores sabios

Javier Abad

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El auge de los videojuegos ha traído varias consecuencias. La más evidente es que ahora las consolas son como la butaca Julfürgur de Ikea: hay una en todos los salones del país. Pero lo que quiero destacar hoy es que, además, en las estanterías de las tiendas podéis encontrar un videojuego dedicado a casi cualquier tema que se os ocurra, por raro que sea. Y si lo primero es una bendición para las revistas de videojuegos, porque siempre habrá alguien que quiera que le contemos lo que puede hacer con su consola, lo segundo nos trae no pocos problemas, porque nos obliga a convertir la redacción en una reunión de sabios como no se había visto desde los tiempos de la Academia de Platón (si no habéis cogido el chiste, os doy un minuto para consultar la Wikipedia y ahora sigo).

Está bien, admito que no somos tan listos como los antiguos griegos, pero no me negaréis que tiene mérito estar al tanto de todo libro, deporte, serie, película, manga, cómic o lo que quiera que dé origen a un videojuego. Y es que, tal como están las cosas, a una compañía se le ocurre la feliz idea de lanzar un simulador de pesca deportiva, por poner un ejemplo, y allí tenéis a alguno de nosotros evaluando si las animaciones de las carpas son mejores que las de los lucios, o si el realismo no está bien ajustado, porque cuando pones una plomada en un río de aguas poco profundas es difícil que la presa muerda el anzuelo tan rápido como ocurre en el juego. ¿Y sabéis que es lo peor? Que en cuanto cometamos un desliz, siempre habrá un lector puntilloso que nos lo eche en cara y nos diga que no somos rigurosos en nuestro trabajo.

Otro de los inconvenientes de este tipo de juegos tan “especiales” es que uno piensa que van a tener menos éxito que Megan Fox paseando por Chueca, pero resulta que no es así, y al final acaban incluso convirtiéndose en sagas que se prolongan en el tiempo. Y claro, luego vienen los disgustos, porque aquel colaborador especializado en juegos de lucha grecorromana al que recurrías cada vez que salía una nueva entrega se te va haciendo mayor, se casa, tiene hijos y al final acaba pasando de ti. ¡Y a ver dónde encuentras otro experto como él!

Visto lo visto, la experiencia me dice que toda redacción de videojuegos que se precie debe tener cubiertos, como mínimo, los siguientes puestos:

  • Un ávido lector de literatura fantástica, capaz de recitar en lengua élfica el argumento y los protagonistas de toda trilogía que salga al mercado sin acabar situando la escuela Hogwarts en una colina cercana a las llanuras de Mordor.
  • Un experto en deportes. Y no me vale con chiquilladas como el fútbol o el baloncesto, aunque saberse de memoria el último draft de la NBA tiene tela. Nuestro hombre debe conocer el hoyo 18 del campo de golf de St. Andrews como la palma de su mano, ser capaz de bajar a toda velocidad por una pista de bobsleigh y, ya que se pone, destacar en disciplinas como el tiro con arco o el lanzamiento de jabalina.
  • Un otaku que esté al tanto de los mangas que más pegan en Japón, y además se haya visto todas las temporadas de cualquier OVA que se os ocurra, para así saber si un combate entre dos súper-guerreros salía en la primera temporada o estamos ya más avanzados, porque ahora las bolas de energía que lanza uno de ellos son color violáceo.
  • Alguien que pase las horas enganchado a los canales infantiles de la tele y sea capaz no solo de acertar el nombre de un personaje que se alimenta de hamburguesas en el fondo del mar (¿?), sino que pueda prever el éxito arrollador de una serie que, a simple vista, es exactamente igual que otras tres o cuatro del mismo corte.
  • Apuntad además un fan inclemente del cine de animación, porque aunque las películas estén protagonizadas por juguetes y ogros que hablan, dicen los que saben de esto que solo el cine iraní de autor (descartan el más comercial, claro) es capaz de alcanzar tal excelencia en el tratamiento del lenguaje audiovisual.
  • Un erudito que sepa de fotografía, matemáticas, inglés, cocina, dibujo y toda aquella actividad susceptible de figurar en eso que llaman juegos educativos.
  • Que no se me olvide el indispensable seguidor del cómic americano, un tipo que además de decirte quién ganaría en un duelo entre el Hombre Escarabajo y el Capitán Magnífico, te lo razona.
  • Debería haber también un experto en historia militar que hable sin despeinarse (suponiendo que tenga pelo debajo del casco) de la estrategia de Escipión el Africano en las guerras Púnicas o del calibre que usaban los de la 101 División Aerotransportada en el desembarco de Normandía.

Tendréis que perdonar que ponga una lista tan superficial, porque seguro que me dejo fuera más de una categoría, pero no quiero terminar sin añadir un par de requisitos que deben cumplir todos estos expertos: gustarle los videojuegos y escribir bien. ¿Quién dijo que lo nuestro no tenía mérito?

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