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Sonríe, hijo de puta

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Este fin de semana he vuelto a ver Tiburón (de ahí el título de esta entrada). La obra maestra de Steven Spielberg es una de mis películas fetiche; mi hermano la ponía una y otra vez hasta saberse el antiguo doblaje de memoria -la edición Blu Ray 30 Aniversario se ha vuelto a doblar-. Pero esta vez ha cambiado drásticamente. ¿La diferencia? Pues que la he visto con hijos, para que vayan preparándose para las vacaciones. Así que hasta ahora, cada vez que veía la peli me metía en el papel de Quint (el cazador de tiburones, veterano de la Segunda Guerra Mundial interpretado por Robert Shaw).

Sonríe, hijo de puta

Pero en la última sesión no pude evitar ser el jefe Brody, y entender el miedo a que sus hijos jugasen en el barco -aunque estuviera amarrado- o que el tiburón se metiese en la laguna. ¡Menudo cambio de película! Lo mismo me pasó al contemplar el dolor de la madre del pequeño Alex Kintner (el niño de la colchoneta). Esta nueva "sensibilidad" al ver una película es algo que ya me había comentado Daniel Acal de PlayManía, cuando hablamos de la salvaje A Serbian Film: "Cuando tengas hijos, ya no la verás de la misma manera". El caso es que me pregunto si ocurrirá lo mismo con los videojuegos. 

Sonríe, hijo de puta

No hay que avanzar demasiado en The Witcher 3 para conocer al Barón Sanguinario y jugar la misión Asuntos de familia. No voy a hacer un spoiler del argumento, pero es un caso evidente de misión que me hubiese impactado mucho menos de no ser padre. Y unas pocas horas más adelante, nos cruzamos con Las damas del bosque, que también tienen en sus manos el destino de unos cuantos niños. Por supuesto, no digo que todas estas secuencias carezcan de sentido si no tienes esa experiencia, pero se vuelven más intensas. Claro, esto no es nada comparado con jugar The Last of Us al lado de una niña de 10 años (esto también fue algo especial) seguir a tu hija perdida por las calles de Silent Hill o descubrir la especial relación de Michael de Santa con sus dos hijos adolescentes en GTA V. Y no veo el momento de vivir situaciones como las de John Marston en los últimos compases de Red Dead Redemption

Sonríe, hijo de puta

Pero, ¿ocurrirá lo mismo en todos los juegos? Pues después de darle un par de vueltas, me temo que no. Al igual que las películas, sólo se puede establecer esta conexión emocional si los protagonistas están bien escritos. Si de verdad existe una relación de dependencia y confianza. Así, pueden resultar demasiado tópicos los personajes de Call of Duty Ghosts (un padre y sus dos hijos) y hasta ridículos, cuando la relación es entre un hijo como Marcus Fenix y su padre, Adam en Gears of War 3

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