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Crítica de Una vida a lo grande (Downsizing) con Matt Damon

Una vida a lo grande
Crítica de Una vida a lo grande (Downsizing) dirigida por Alexander Payne y protagonizada por Matt Damon, Christoph Waltz, Hong Chau, Jason Sudeikis y Kristen Wiig.

Alexander Payne da un giro curioso con Una vida a lo grande (Downsizing) después de deleitarnos con la fabulosa Nebraska de hace cuatro años o la notable cinta Los descendientes hace ya seis. No se parece nada a ninguna de sus películas previas y esa es su principal virtud: juega bien con el factor sorpresa y te lleva a realizar un viaje (en miniatura) que es apasionante en la medida en que nunca sabes qué va a suceder.

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El problema es que tiene sus altibajos: después de un brillante arranque cargado de humor la película cambia de registro para adentrarse en el terreno de las implicaciones ecologistas del derroche de la Humanidad y empieza a enhebrar mensajes políticos, no siempre acertados, sobre la inevitable debacle que como especie hemos desatado en nuestro entorno y nuestra incapacidad para evitar cometer los mismos errores a pequeña que a gran escala.

Una vida a lo grande narra las peripecias de Paul Safranek (Matt Damon), un tipo corriente de Omaha, que, junto a su mujer Audrey (Kristen Wiig), sueña con una vida mejor. En un momento en el que el mundo se enfrenta a una crisis de superpoblación, los científicos descubren una solución radical que permitirá reducir a las personas a una altura de cinco pulgadas.

La población no tarda en descubrir que el dinero da mucho más de sí en un mundo a escala reducida, y ante la promesa de un estilo de vida más lujoso del que nunca habían podido soñar, Paul y Audrey deciden correr el riesgo de someterse al controvertido tratamiento y embarcarse en una aventura que cambiará sus vidas para siempre.

Payne firma el guión de esta película junto a Jim Taylor, colaborador habitual con quien ya trabajó en el libreto de Entre copas, galardonado con el Oscar al mejor guión adaptado, aunque en esta ocasión el resultado no es tan redondo. Vaya por delante el hecho de que estamos ante una cinta bastante larga, que sobrepasa las dos horas de duración y que tiene un desarrollo irregular.

Seguramente habrá alguien a quien le haya asaltado la duda de si se tratará de una nueva Cariño, he encogido a los niños pero os aseguro que nada tiene que ver: ni es una comedia familiar, ni su tono siquiera se asemeja. Por el contrario, desde el comienzo hay un acercamiento a la trama desde la perspectiva de la ciencia-ficción con toques de humor (que roza lo burtoniano) para luego decantarse por el drama social e incluso la sátira política. El elemento vehicular de todo ello es un hombre de clase media que podríamos considerar "tipo" y su evolución a lo largo del metraje es la clave para comprender que quizás al empequeñecerse se ha hecho más grande que nunca y realmente puede "marcar la diferencia".

Los efectos especiales de Una vida a lo grande cobran un gran protagonismo y funcionan de maravilla: hacer convivir a seres en miniatura con otros a escala real ha debido ser un reto increíble y el resultado final no puede ser mejor. Otra de las fortalezas de la película es su onirismo: de hecho pasa con una facilidad pasmosa del cuento de hadas (ese spot que se marcan Neil Patrick Harris y Laura Dern vendiendo las virtudes de Ociolandia es desternillante) a la pesadilla llevándonos a la contrapartida de que haya una élite nadando en el lujo. Pero tanto en ese punto como en el inesperado e increíble romance final es donde patina la historia;  ese barrio marginal saturado de ancianos, enfermos y hambientos donde se habla español (sigh) es sonrojantemente cliché.

Los personajes que cobran un mayor protagonismo hacia la mitad del metraje resultan demasiado arquetípicos en su construcción como es el caso de la activista vietnamita Ngoc Lan Tran (Hong Chau) y el contrabandista Dusan Mirkovic (Christoph Waltz): ambos representan las dos caras de una sociedad que como decíamos no puede evitar caer en las mismas contradicciones y desigualdades por más que parta de cero, parece que el ADN humano es en este punto defectuoso. La dialéctica entre los personajes está muy clara, pero su plasmación parece también en exceso maniquea. Lo que resulta más desconcertante es que se abandone la vía de la ciencia-ficción, que habría dado para aportar mucho más en este segundo tramo. 

Una vida a lo grande

¿Qué pasaría si la ciencia consiguiera miniaturizar a un hombre de 1,80 m hasta los 12 cm.? ¿Conseguiríamos en esta transición reducir nuestra huella ecológica? ¿Organizaríamos sociedades más justas y prósperas redistribuyendo la riqueza? ¿Llegaríamos a tiempo de evitar destrozar el planeta? Éstas son algunas de las cuestiones que nos plantea Una vida a lo grande, una película llena de capas y abierta a múltiples interpretaciones que se puede asumir como un toque de atención poco sutil: el tiempo para reconducir el barco, se acaba.

VALORACIÓN:

Es una película compleja y un tanto bipolar: comienza con un tono cómico para decantarse por un drama ecológico de gran envergadura y profundas implicaciones. Una atípica película en la filmografía de Payne.

LO MEJOR:

El primer tercio de la película resulta desbordante en su imaginación y en el desarrollo de la idea de la reducción con fines ecologistas.

LO PEOR:

A partir del momento en el que los personajes de Christopher Waltz y Hong Chau hacen acto de presencia el guión empieza a desequilibrarse.
Hobby

65

Aceptable

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