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Crítica de Bright, fantasía y orcos en Netflix con Will Smith

Bright Netflix
Crítica de Bright, la última película de Netflix, dirigida por David Ayer y protagonizada por Will Smith, Joel Edgerton, Noomi Rapace y Chris Browning, entre otros. Adéntrate en un mundo de fantasía en el que los humanos, los elfos y los orcos conviven en una sociedad que no es tan diferente a la nuestra.

Cuando Ted Sarandos aseguraba que Netflix, la popular plataforma de streaming de contenidos online, iba a seguir produciendo contenidos originales y arriesgados, nos tomamos muy en serio sus palabras. Desde entonces, han estrenado producciones originales de lo más diversas: desde series como Por Trece Razoneso Dark, que acaba de renovar por una segunda temporada; hasta películas como El juego de Gerald. Todas ellas pertenecientes a géneros diferentes que implicaban un cierto riesgo en su producción en función de la acogida. Pero si hay una que se lleva la palma, esa es Bright, con 90 millones de dólares de presupuesto.

La nueva película de Netflix acaba de aterrizar con una buena campaña de marketing detrás y en la que destaca su figura principal: el popular actor Will Smith. Nos adentraremos un universo de fantasía, dirigido por David Ayer, en el que los humanos, los elfos y los orcos viven su día a día en... las calles de Los Ángeles. Sí, este nuevo mundo aprovecha la cotidianidad del nuestro para incluir nuevas razas en las que se basa el conflicto. La magia y el Señor Oscuro están cerca, así que vamos a ver cómo se las apañan Will Smith y Joel Edgerton contra él. ¡Dentro crítica de Bright!

La profecía de David Ayer y Max Landis

Hacía tiempo que seguía la producción de Bright; concretamente desde que surgieron los primeros rumores de una película protagonizada por Will Smith, con Netflix y en un mundo de fantasía. La premisa llamaba la atención, no podemos negarlo. Sin embargo, cuando me encontré los nombres de Max Landis y David Ayer (más el primero que el segundo) encargados del guión y la dirección, respectivamente, la apuesta empezaba a tener un riesgo importante.

Prejuicios a un lado, arrancamos con una secuencia elaborada, música de fondo, y una consecución de imágenes que pretenden describirnos levemente el universo en el que estamos a punto de sumergirnos. Grafitis, barrios marginales, pandilleros y un sinfín de referencias que asociamos a una realidad más cercana, a excepción de un detalle: la raza. Las pintadas y sus ejecutores son orcos. Sí, orcos. De los que visten y calzan colmillos, pieles gruesas y figuras toscas que bien podrían haber escapado de El Señor de los Anillos. Pero aquí no. Aquí llevan sudaderas con la capucha puesta, camisetas XXL (si son de baloncesto, mejor) y tatuajes por todas partes. Unos clichés que me hicieron pensar que la cinta podría ser una alegoría con la que apretar la yaga de la discriminación racial tan presente en Estados Unidos. Ay, ingenuo de mí.

Will Smith es Daryl Ward, un policía más de esta particular California, con su típica hijita adorable, su típica mujer preocupada y su típica hipoteca que los ahoga. Como compañero de patrulla tenemos a Nick Jakoby (Joel Edgerton), el primer policía orco y blanco de las burlas, los insultos y, especialmente, la desconfianza. Ward recibe un disparo en un flashback a manos de un orco a quien, supuestamente, Jakoby dejaba escapar. Una escena cogida con pinzas para forzar a su compañero a profesarle odio y desconfianza enlazados a la raza a la que pertenece.

El incesante maltrato al que someten a Jakoby, tanto por parte de sus compañeros como de los de su propia raza, pretende arraigar la idea de que el odio es la base sobre la que se asentará toda la evolución de ambos personajes y que inevitablemente formará parte de la resolución del conflicto. Por si no nos había quedado claro, Ward mata a una hada que está revoloteando por su jardín como si se tratara de un mosquito, primer plano de su aplastamiento con una escoba incluído, y lanza una frase que marca el comienzo de unos diálogos burdos y vacíos de contenido: "Las vidas de las hadas ya no valen nada". Parece que alguien no se fía de sus espectadores... o de su propio relato.

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Tenemos un universo dividido por estratos sociales en el que los elfos son la burguesía, los humanos la clase media y los orcos la clase baja, perfectamente definidos en una ruta en coche, pero el resto de elementos que lo forman permanecerán difusos a lo largo de todo el metraje. Un tal Señor Oscuro, las leyes del clan de los orcos, varitas mágicas, federales mágicos, el escudo de luz, los Brights... Un sinfín de términos que parecen necesarios para comprender la trama y que quedan flotando en el aire a la espera de que algun diálogo espontáneo los pesque. Este es uno de los grandes problemas que presenta Bright: parece querer contar mucho de un trasfondo que, con la evolución de la película, se demuestra intrascendente, aburrido y estereotipado.

Una varita mágica y la disputa por su posesión será el eje de la trama, ya que quien la posea podría tener todo aquello cuanto quisiese. La pandilla de los "Altamira" la persigue para que su líder deje de estar en silla de ruedas y miccionando en una bolsa (verídico), la policía para hacer realidad sus sueños capitalistas, los federales mágicos (así se hacen llamar) por un motivo de venganza personal que nunca llega a aclararse y los elfos, sus legítimos propietarios liderados por una tal Liela (Noomi Rapace, que os sonará de Prometheus), que al parecer es muy temida; para devolver a la vida al tal Señor Oscuro. Este batiburrillo es la realidad, una vez más, de una película que quiere aspirar a contar mucho más de lo que el tiempo de metraje y su propia capacidad les permiten.

Los diálogos de Max Landis son ecos de una grandilocuencia que no encaja en absoluto con el tono cómico de los principales protagonistas, a pesar de que él mismo parece saberlo. Todavía sigo intentando descubrir si su propósito era realizar una crítica a los estereotipos de todos los géneros cinematográficos o, simplemente, entremezclarlos para conseguir algo único. Sea como fuere, ninguno funciona, y a mitad de película ya empezaba a pensar que la profecía de comienzo de estas líneas se estaba haciendo realidad.

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A partir de aquí, nos queda una persecución vitaminada con explosiones, disparos, coches a toda velocidad y más reflejos de la prostitución, las drogas y demás perversiones que asolan los barrios marginales en los que se mueve la trama. Incluso en los combates la acción se vuelve absurda: uno de los súbditos elfos de la elfa Liela sólo es detenido en dos ocasiones. En la primera de ellas, lanzándole un bote de anticongelante a la cabeza (después de matar a una decena de hombres en una demostración impecable de artes marciales). La segunda, lanzándole otro objeto pesado... ¿Adivináis dónde?

Conclusiones

Bright es como la promesa de un fin de semana de picnic bajo el sol que termina pasada por agua. Su universo es realmente interesante, lo que unido al presupuesto de la película y la visibilidad de Netflix la convertían en un caramelito para el lanzamiento de su primer gran blockbuster, pero el peso de un guion terriblemente optimizado echa por tierra todas sus posibilidades. Ni sus personajes con subtramas inexistentes, ni los temas del odio y la marginación por los que comenza su planteamiento, ni la dirección de David Ayer pueden salvarla de caer en cierto regusto a serie B. Es una lástima que una mitología a la que apenas hemos acariciado su superficie vaya a terminar siendo un gran paso atrás para la calidad de contenidos que últimamente nos estaban ofreciendo las películas de Netflix.

VALORACIÓN:

Bright, el gran blockbuster de Netflix, es una fantasía en la que los orcos, los elfos y los humanos terminan siendo una pesadilla caótica orquestada por el guión de Max Landis.

LO MEJOR:

La mitología que parece alimentar el universo diegético.

LO PEOR:

Max Landis emborrona sus posibilidades con un sinfín de clichés, personajes irreverentes y diálogos para el olvido.
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