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Crítica de Bajo la piel del lobo, con Mario Casas e Irene Escolar

Bajo la piel del lobo
Crítica de Bajo la piel del lobo, escrita y dirigida por Samu Fuentes y protagonizada por Mario Casas, Irene Escolar y Ruth Díaz. Estreno el 9 de marzo.

De alguna manera, Bajo la piel del lobo es una película que nos devuelve a lo más elemental y rudimentario. El personaje principal que nos presenta, un misántropo huido de la soledad de la montaña, casi se expresa más (¡y mejor!) con gruñidos que con palabras. Es la versión joven del abuelo de Heidi, solo que aquel sus motivos tenía para vivir como vivía, mientras que a éste no le conocemos el pasado ni la vocación nunca.

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Nos trasladamos a principios de siglo para descubrir a un trampero que se dedica a cazar lobos durante el invierno para conseguir unas monedas en primavera con las que vivir el resto del año. Es el último habitante de un pueblo remoto azotado por las nieves, que le permite vivir en paz con la naturaleza, aunque con una gran austeridad.

Caza para comer, ordeña para beber, se viste con las pieles que consigue y utiliza los tuétanos de los huesos para preparar velas con las que iluminarse. Tiene una vida marcada por las estaciones en las que poco o nada varía de un día para otro.

Aconsejado por un tabernero, decidirá cerrar un trato para tener compañía en su vida, pero las cosas se torcerán muy pronto cuando se sepa víctima de un engaño, lo que le llevará a bajar de nuevo de las montañas para reclamar una compensación.

La dirección del debutante en el largo Samu Fuentes, que ya había trabajado como asistente de dirección en El secreto de Marrowbone, es mucho más interesante que su guión, que no consigue lo que parece ser su intención principal: desnudar a la bestia para mostrarnos sus interioridades. Dicho de otra forma: meternos bajo la piel del cazador, como insinúa el título, para hacernos ver que, más allá de su coraza, efectivamente tiene sentimientos.

De forma inaudita, Bajo la piel del lobo se está promocionando como un drama romántico, pero nada más lejos de la temática de la cinta. Es muy contemplativa y no consigue nunca trasladarnos las verdaderas intenciones del protagonista. Es imposible empatizar con él porque es críptico. Apenas habla, sus actos no parecen malvados pero sí son crueles y la humanidad la tiene bastante perdida, como demuestra en sus interacciones con mujeres en las que de forma incomprensible y desagradable, Fuentes se recrea especialmente. 

En una entrevista para EFE, Ruth Díaz dijo que se sorprendió al ver a una mujer tan sometida pero que le parece "una forma de denuncia de ver lo que éramos antes las mujeres y cómo hemos evolucionado". La verdad es que la película conmoverá a los espectadores en este sentido: es visceral y choca muchísimo, señal de que las cosas han dado un vuelco en este tiempo.

Bajo la piel del lobo

Mucho más interesante que el meollo de la cinta, del que poco se puede rascar y que además tiene un insatisfactorio y ambiguo desenlace, es la fotografía. Aitor Mantxola saca partido a las maravillosas localizaciones navarras, oscenses y asturianas que han servido de escenario para el rodaje de la película. 

Queda patente la voluntad de Fuentes de convertir a la naturaleza en el otro gran personaje de Bajo la piel del lobo, sin el cual no se comprendería la historia, y también su precisión al trazar un retrato costumbrista de la época. El atrezzo, la dirección artística y todo lo relativo a la puesta en escena van en la dirección casi arqueológica de dejar constancia de los usos y costumbres ya casi perdidos. Está bien documentada y enmarcada incluso en el plano musical, gracias al trabajo de Paloma Peñarrubia, que recupera sonidos de percusión también bastante arraigados a la tierra.

Bajo la piel del lobo

Respecto a las interpretaciones y ya para terminar, Mario Casas se emplea a fondo para componer a este protagonista tan esquivo y "difícil de leer", pero no termina de convencer: cuando habla, y mira que habla poco, se delata. Por lo demás, es cierto que acude a lo más primitivo del ser humano en su gestualidad y sus formas, dándole un gran empaque físico (y olé su coraje por enfrentarse al reto, que conste: está trabajando duro para no encasillarse). Pero siempre nos quedará la duda de saber si un intérprete más curtido como Viggo Mortensen, primera opción que se barajó para el papel, no le habría dado un giro de 180 grados a lo que saca de la película el espectador. ¿Faltan capas al personaje o es un problema de guión? Sea como fuere, Bajo la piel del lobo cuenta con suficientes atractivos como para verla, aunque incomode.

VALORACIÓN:

Mario Casas se enfrenta a su papel más intimista e introspectivo, pero no consigue levantarlo con su interpretación. La piel del lobo cuenta, además, con otro handicap importante: se está vendiendo como un "drama romántico" que poco tiene que ver con la temática que aborda la película.

LO MEJOR:

La foto, las localizaciones, la sobriedad de la puesta en escena y la idea de mostrar la humanidad de un personaje que apenas habla o se relaciona.

LO PEOR:

Es lenta y puede resultar desagradable. Mario Casas no consigue estar a la altura del papel: ni emociona ni hay posibilidad de empatizar.
Hobby

60

Aceptable

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