Jugar a Sekiro Shadows Die Twice durante más de una hora (en la versión final cuyo lanzamiento en PS4, Xbox One y PC será el próximo 22 de marzo) es todo un privilegio, y también una responsabilidad. Habíamos probado el último lanzamiento de From Software, equipo encabezado por Hidetaka Miyazaki, en varias ocasiones, pero siempre se trataba de una versión preliminar; la demo que se mostró en el pasado E3 2018. Un juego en un estado primitivo, muy prometedor, pero al que aún le faltaba mucho por demostrar.
Por fin, nos hemos sentado frente a una build terminada, para disfrutar de más de una hora de gameplay, completamente nuevo, que incorpora todas las mecánicas del juego. Y os anticipamos que nos ha dejado muy convencidos. Es inevitable comparar Sekiro Shadows Die Twice con las últimas creaciones de la compañía; Dark Souls y Bloodborne. Por supuesto que tienen cosas en común, pero las novedades -que no son pocas- nos han parecido que lo hacen más accesible y variado.
Para empezar, hemos tenido ocasión de disfrutar de las secuencias cinemáticas que cuentan la historia. No es un recurso muy habitual en los juegos del estudio, pero hay que tener en cuenta que en este caso se agradece saber un poco más del protagonista, sus enemigos y el entorno. Como ya hemos adelantado en otros reportajes, Sekiro transcurre durante la era Sengoku, el periodo de guerra en el Japón medieval, y nosotros encarnamos a un shinobi (un ninja), apodado el Lobo. Ya no nos vamos a encontrar con el clásico editor.
El lobo de un solo brazo
El Lobo se encuentra inmerso en una lucha de clanes, y dedica su vida al dominio de la espada para servir a un heredero divino. Se trata de una historia de fantasía, pero el equipo de desarrollo ha querido aclarar que gran parte de los elementos que aparecen en el juego son versiones reimaginadas de hechos reales o de leyendas japonesas tradicionales. Es algo similar a lo que vimos en Nioh con los yokai, pero llevado al extremo.
Después de jugar un tutorial, en que nos familiarizamos con las habilidades del shinobi (trepar, ocultarse entre la vegetación escuchar a los guardias y, por supuesto, combatir) hemos presenciado el momento dramático en que pierde el brazo en un duelo contra Lord Genichiro. Para cualquier guerrero, podría significar el final, pero no para el Lobo, que recobra el conocimiento en el Templo Dilapidado, para comprobar que le han sustituido el miembro perdido por una prótesis con la que es capaz de realizar nuevos ataques.
Gracias a este brazo prostético, Sekiro puede lanzar un garfio y encaramarse a zonas elevadas, pero también es capaz de lanzar shuriken (estrellas afiladas de metal), petardos que aturden a los enemigos o transformarlo en un hacha y en una lanza. Todas estas habilidades se pueden mejorar -una vez que las hayamos desbloqueado- hablando con el escultor, que está tallando figuras de Buda en el Templo Dilapidado. Aquellos que ya conozcan Bloodborne o Dark Souls, seguro que recuerdan la presencia de un lugar central "familiar" en que mejorar las habilidades y descansar entre niveles y al que podemos volver desde las estatuillas que hay repartidas por el mapeado.
Además del escultor, también nos hemos encontrado con una doctora, Emma, y con un samurai inmortal. Cada uno de ellos se encargará de que progresemos en distintos aspectos. Porque, aunque el componente de acción es mucho mayor que en los juegos anteriores, todavía quedan unas pinceladas de RPG.
La espada lo es todo
Las primeras veces que jugamos a Sekiro, tuvimos que comprender el sistema de combate "por las bravas". Pero gracias al tutorial, hemos sido capaces de sacarle todo el partido. Lo primero que hay que aclarar es que son los enfrentamientos más feroces y rápidos de todos los juegos de From Software, y que nos obligan a llevar la iniciativa.
La idea de estos duelos consiste en romper la guardia de los enemigos y asestar un golpe mortal (para los más grandes, una estocada quizá no sea suficiente). Y tenemos distintos modos de conseguirlo; bien acercándonos por la espalda, aprovechando el sigilo, utilizando las habilidades de nuestro brazo mecánico o, lo más común, deteniendo sus ataques en el momento adecuado. Es un sistema fácil de comprender, difícil de dominar y tremendamente satisfactorio.
Además, los enemigos pueden realizar ataques imparables (indicado con un kanji -un ideograma japonés- de color rojo) que tendremos que esquivar con un salto o una voltereta, e incluso pueden aprovechar estados alterados con tretas como lanzarnos cenizas a los ojos. Si el combate uno contra uno es brutal, cuando se juntan varios enemigos en una refriega la intensidad se dispara.
Escenarios verticales y oscuros
Los dominios del clan Ashina se despliegan ante nosotros como un solo escenario, con multiples zonas interconectadas entre sí. La personalidad del juego se traduce en su estética tradicional japonesa (hamos visitado castillos, templos budistas y campos de batalla) con un enfoque oscuro. Es una imagen que se consigue mediante el contraste de la naturaleza (los característicos árboles de sakura o el roble rojo japonés) con estructuras decadentes y rastros de la guerra.
En cuanto al diseño, como hemos mencionado anteriormente, se expande tanto en el sentido horizontal, como en distintas alturas, lo que influye tanto en la exploración como en el combate; bien porque podemos atacar desde el cielo a los centinelas para pillarlos desprevenidos, como por la presencia de ashigaru armados con mosquetes y arcos que nos atacan desde posiciones elevadas.
Y hablando de enemigos, si el monje corrupto o el ogro que vimos en la primera demo ya eran capaces de hacernos sudar sangre, en este caso nos hemos cruzado con un abanico de soldados y criaturas enemigas mucho más variado, que nos obliga a cambiar de estrategia constantemente.
La muerte es sólo el principio
El propio título del juego, Shadows Die Twice, es una pista sobre el sistema de resurrecciones del juego. El Lobo es capaz de resucitar una vez después de haber sido derribado y sin embargo no es simplemente una vida extra; los enemigos se comportan como si ya hubiesen terminado el combate, enfundan su katana e incluso nos dan la espalda, de modo que podemos esperar para volver a la vida y así pillarlos desprevenidos. Es un elemento de estrategia adicional.
Y sin embargo, resucitar también tiene su precio. Cada vez que regresamos de la muerte se pierde la mitad de la experiencia que hayamos cosechado en la partida (aquí no tenemos la posibilidad de recuperar las almas o los ecos de sangre de nuestro viejo cadáver). Y os advertimos que es una experiencia muy necesaria para avanzar.
En From Software nos han advertido que según se vaya desarrollando la partida, y también con cierto elemento aleatorio, a veces recibimos el favor de los dioses, y podemos conservar toda nuestra experiencia. Pero no es algo que se deje en manos de los jugadores.
Lo mejor está por llegar
Con poco más de una hora de juego, tenemos la sensación de que hemos dado el primer paso de una enorme aventura. Sekiro Shadows Die Twice es la culminación de un estilo de juego revolucionario (Dark Souls ha sido uno de los RPG más influyentes de la generación) y nos ha parecido más permisivo con los jugadores novatos.
Técnicamente, es sólido como una roca, y muestra un diseño innovador sin perder señas de identidad, como ese escenario único que no para de crecer con nuevos atajos o la posibilidad de mejorar nuestras habilidades en un núcleo central. Pero sobre todo, hay que destacar su sistema de combate profundo y lleno de posibilidades.
La exploración vertical, el sigilo o los gadgets que se acoplan a nuestro brazo prostético le ponen la guinda a uno de los títulos más prometedores del año. Uno que nos ha dejado con ganas de más... hasta su próximo lanzamiento el 22 de marzo (con textos y voces en castellano).
Descubre más sobre David Martínez, autor/a de este artículo.
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