Todos llegamos a un punto en nuestras vidas en el que tenemos que tomar una decisión: ¿Hacia dónde quiero encauzar mi vida? Durante todo el proceso educativo nos preparan para “la decisión más importante que harás nunca”. Incluso aunque luego descubras que nada es verdaderamente inmutable.
Juan Antonio Chavero sabía la respuesta a esa encrucijada incluso antes de tener que planteársela. Sabía mejor que nadie lo que quería hacer: cine. Y lo más importante, estaba dispuesto a darlo todo para alcanzar ese objetivo.
Así es como, en junio de 2020, puso punto y final a la postproducción de su primer largometraje, un proyecto que duró más de tres años y que, en sus comienzos, parecía irrealizable. La Sombraya era “gold”.
La Sombra se enorgullece, incluso en su márketing, de ser “la primera película post-apocalíptica 100% cordobesa”. Nadie podrá discutírselo. Narra la historia de Juan y Lucía, dos supervivientes que tras años luchando juntos sus caminos empiezan a separarse poco a poco. Pero todo cambia cuando se encuentran con Elena, una niña que dice buscar a su familia. En su nuevo viaje se encontrarán con otros supervivientes no tan amistosos, que les pondrán las cosas muy difíciles. Y también con algún que otro zombi.
Aunque llevaba con la idea rondando en su cabeza desde mucho antes, Chavero escribió el primer borrador de La Sombra en una sola noche, en 2017. Naturalmente, como cualquier guion, pasó por muchas reescrituras y revisiones a lo largo de la producción, pero la idea ya estaba ahí. Tenía muy claro lo que quería contar. Y era ambicioso. A pesar de haber trabajado ya en una docena de cortos y webseries, en prácticamente todos los campos (también delante de la cámara), el salto a rodar un largometraje era abismal. Y más aún una película de género, que implica un trabajo extra en localizaciones, maquillaje y vestuario.
“Teniendo pocos medios sonaba un poco loco, pero como ya se veía en el guion, y lo vio todo el mundo que se unió al proyecto, es una película muy intimista. Salen pocos zombies y muy de fondo, se centra en los personajes, en su viaje personal”, nos cuenta. “Era algo viable, lo que no quita que tuviera un esfuerzo extra”.
De nuevo, la decisión de que su primer el largometraje sucediera un mundo post-apocalíptico estaba tomada desde antes de plantearse siquiera si podría rodarla. “El género post-apocalíptico me encanta, me ha acompañado desde que tengo uso de razón, y quería aportar mi granito de arena a ese género que tanto me ha dado”.
Chavero cita referencias como La Carretera de Cormac McCarthy o Soy Leyenda. Sin embargo, ninguna resulta tan evidente como The Last of Us. “Era inevitable que si iba a hacer una película del género, iba a estar muy inspirada en el juego. Me marcó muchísimo, era un juego muy cinematográfico, nunca había visto nada así.” Reconoce también que su historia comparte los arquetipos de personajes de The Last of Us, y se pueden trazar paralelismos entre Juan y Joel, Lucía y Tess, Ellie y Elena.
Aun así, deja claro que no es una adaptación: con un punto de partida que resulta familiar, es una historia propia. Algo que, ciertamente, también se podría decir del propio The Last of Us, o cualquier nueva producción que parte de un mundo post-apocalipsis. Un género que no por estar tan trillado deja de tener menos potencial. De hecho, reconoce haber encontrado paralelismos entre la historia de La Sombra y la que vio luego en The Last of Us Parte 2 (que salió con la película ya terminada).
Esta secuela, por cierto, le pareció “la obra magna de Naughty Dog, con una ambición narrativa pocas veces vista, con personajes con contradicciones que han manejado muy bien, y que va más allá del cine”. “Si no fuera porque estás jugando, matando y sintiendo a través del mando, no sería tan efectivo”. Sin duda, será una inspiración para futuros proyectos.
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Ahora, eso sí, sus esfuerzos están centrados en darle fuelle a La Sombra. La película ya está terminada, pero ahora queda moverla por el circuito de festivales mientras reúnen nuevos colaboradores. No sabe cuándo se podrá ver, pero como todo proyecto de estas características, necesita pasar por el mayor número posible de festivales y coger tracción antes de poder pensar a una distribución comercial.
Y es que en La Sombra no hay ninguna gran productora detrás. Con ayuda de unos pocos patrocinadores locales (principalmente, la hamburguesería de Córdoba Comic Planet y su dueño Emilio Martínez) consiguieron reunir un presupuesto de 1.500 euros, una cifra realmente ínfima para un proyecto de estas características. Gracias a la confianza obtenida durante años con sus colaboradores habituales en cortometrajes, juntaron a un equipo de hasta 70 personas (que ofrecieron su propio material técnico), incluyendo a Juan Jesús Granja (productor), Rafa Armada y Adrián Ortiz (directores de fotografía) o Víctor Vargas (técnico de sonido).
Y por supuesto, a los intérpretes: Rafa Blanes, Silvia Navarro, Carla C. Romero, Iván Ojeda y Victoria Castillo. De hecho, Carla, que interpreta a la niña Elena, ha continuado actuando en otros proyectos a raíz de su debut en La Sombra.
Todos ellos participaron en el proyecto porque creían en él, a pesar del riesgo económico que pudiera suponer. ¿Cuántas personas pueden decir que han formado parte de una película? Era un equipo de personas unido no por el interés individual, sino el colectivo. Un sueño común en el que además contaban con absoluta libertad creativa (siempre que entrara en los límites del presupuesto), algo muy poco habitual. Eso no significa que fuera fácil: el rodaje, de 20 jornadas a lo largo del verano de 2019, tuvo sesiones maratonianas de 12 horas seguidas.
Pero a pesar de ir contra marea, la película se terminó. Dura 113 minutos.
Y eso sin contar el preludio Caminos, un cortometraje prólogo independiente que puedes ver aquí:
Juan Antonio Chavero, con solo 24 años, ya ha dirigido su primera película. Y es, exactamente, la película que tenía en su cabeza. Lo ha hecho sin la ayuda de un mecenas detrás, y sin un título académico prestigioso bajo el brazo. Lo ha hecho sin enchufe. Pero no lo ha hecho solo: le ha ayudado un equipo de personas que ya considera su familia, y que conoció gracias a asistir a unas modestas escuelas de cine y arte locales. Una de ellas, de hecho, ya cerró. No se olvida de Esteban Díaz o Iván Molina, personas que le ayudaron a dar sus primeros pasos en el mundo del cine con sus cortos, y que también han participado en La Sombra. Un equipo que se ayuda mutuamente.
“Es normal tener dudas, es un oficio complicado”, explica cuándo le preguntamos qué le aconsejaría a alguien que quiere dedicarse al cine. “Si tú sabes que esto es lo que quieres hacer, ve de cabeza. Hay muchos sitios, si tienes medios te puedes permitir una escuela más grande, pero si no los tienes no tienes por qué frenarte. Suele haber sitios que ni siquiera conocemos: yo la Escuela de Teatro y Cine de Córdoba (ETC, ya cerrada) la tuve que buscar, y la tenía al lado de mi casa. También hay muchas opciones autodidactas, siempre hay posibilidades”.
Pero mucho más importante que el lugar de formación es la actitud. “Si vas a una escuela grande en la que te da igual todo no te va a servir de nada. Tienes que centrarte al 100%, cuanto menos te centres más vas a tardar. Si no estás dispuesto a sacrificar ciertas cosas, con lo duro que es, es difícil que llegues.” Lo más importante, recalca, es encontrar a gente como tú, dispuesta a ayudarte a sacar tus ideas adelantes, y que tú les ayudes a ellos.
Y nos recuerda que no es un camino de rosas. En su experiencia, hay que ser muy autocrítico con uno mismo. “Hay que fracasar para triunfar. Pero por ese mismo recorrido de esfuerzo, se acabarán fijando en ti. Gracias a encontrar a la gente adecuada y al sitio adecuado, estamos llegando a hacer grandes cosas”.
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