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Cadena Perpetua - Crítica en nuestro especial Cine de los 90

Cadena Perpetua
Desde un lugar tan terrible como una prisión pueden surgir historias tan maravillosas como la que ahora nos ocupa. Bienvenidos a Shawshank, caballeros, hogar de depravados, gente sin expectativas y, sobre todo, de una amistad que viajó más allá de sus muros.

Lo reconocemos, hemos dejado algunas de las mejores películas de nuestro especial Cine de los 90 para el final. Y es que obras como Cadena Perpetua (de nombre original The Shawshank Redemption) merecen ser disfrutadas con calma, una y otra vez. Es uno de esos filmes que todo el mundo ha tenido ocasión de ver y que tarde o temprano acaba saliendo a colación cuando se habla de las mejores películas que hemos visto en nuestra vida.

El drama carcelario es un género que se presta a contar historias poderosas, de hombres únicos que sobreviven a entornos especialmente duros. Vamos, pura "gasolina" para el cine. Ahí tenemos clásicos incontestables como El expreso de medianoche o El hombre de Alcatraz, pero desde 1994 nada volvió a ser lo mismo. Ese año, Frank Darabont dirigió a Tim Robbins y Morgan Freeman en una película que usaría un martillo de geólogo para derribar las fronteras del género.

El señor Darabont es todo un especialista en contar historias con sentimiento. Suyas son también La milla verde, The Majestic, La niebla... Y sí, varios de los capítulos más sonados de The Walking Dead. En Cadena perpetua coincidieron su talento y dos actorazos en estado de gracia. Tim Robbins, un artista muy metódico, se preparó para el sufrimiento de su personaje encerrándose voluntariamente en espacios cerrados durante largos períodos de tiempo. Morgan Freeman... Bueno, a este hombre le basta con mirarte a los ojos para que te imponga su presencia.

Con esta película, buena parte del gran público aprendió a apreciar su talento interpretativo... Y sin duda quedó vinculado en su versión española a la voz de Pepe Mediavilla, cuya portentosa voz grave casi eclipsa por momentos la actuación de Freeman en la versión original.

Cadena perpetua

La historia de Cadena perpetua (basada, por cierto, en un relato del prolífico Stephen King) no parece ser muy diferente a la de otros representantes del género: en los años 40, un banquero es acusado del asesinato de su mujer y su amante, por lo que deberá cumplir dos cadenas perpetuas en la penitenciaría de Shawshank. Mientras lucha por sobrevivir en un entorno hostil en el que estará encerrado para siempre, comienza a estrechar lazos con otros convictos, en especial con Red, un veterano de la prisión que ya entiende esa vida como su rutina.

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De hecho, se ha dicho que esta es una película de amor entre dos hombres, pero sin sexo. En cierto modo es así, pero más que un amor en el sentido tradicional del concepto, aquí hay un "bromance": una amistad inquebrantable que nace de la admiración. Precisamente, esa admiración que Red profesa hacia Andy (siempre me ha parecido el reflejo de la admiración cubierta de odio que siente Salieri por Mozart en Amadeus) es el motor del tono que tiene la película.

Lo interesante de la historia es que parece versar sobre un tema en concreto: cómo un hombre consigue sobrevivir a base de su ingenio y conocimientos en un recinto que parece darle la espalda. Sin embargo, el sorprendente final de la película va más allá y, como si los propios espectadores fuéramos otros de los "trolleados" por el protagonista, nos damos cuenta de que su altura de miras siempre fue superior que la que los reclusos mediocres podrían siquiera concebir.

Empeñarse en vivir o empeñarse en morir

Cadena perpetua es la historia de un par de hombres, pero también aborda algunas reflexiones desgarradoras sobre el sistema carcelario. Si no habéis tenido ocasión de hacerlo, os recomiendo que leáis el libro La vida de los hombres infames, un ensayo sobre el propósito de la pena de muerte o de la reclusión. Tanto ese libro como esta película nos hacen plantearnos: ¿cuál es el objetivo de meter a alguien entre rejas? ¿Castigarlo, hacerlo servir de ejemplo o reinsertarlo en la sociedad?

El filme usa a modo de interludios las entrevistas que los oficiales de la libertad condicional conceden a Red cada 10 años: "¿cree que está rehabilitado?" Ese debería ser el objetivo noble del confinamiento, pero la pregunta, como dice Red, solo sirve para que ellos puedan pagarse esos trajes tan caros. La pregunta no es consciente de la realidad de cárceles como Shawshank, donde la corrupción, el contrabando, la sodomía o los malos tratos no solo no son evitados por el alcaide y los guardias, sino que incluso son promovidos por ellos.

Lo gracioso es que, estando fuera de la prisión, era un hombre honrado, recto como una flecha. Tuve que entrar en prisión para convertirme en un criminal

Andy Dufresne

El peor castigo de la cadena perpetua es lo que la película llama la institucionalización: puede que al principio odies o temas los muros de la cárcel, pero después de 50 años dependerás de ellos. ¿Qué futuro espera en la sociedad a una persona que ha pasado más de la mitad de su vida aislada de los progresos del mundo? Ese extremo se manifiesta con toda su crudeza en el personaje de Brooks (un James Whitmore maravillosamente crepuscular), que al salir del recinto se siente poco menos que en otro planeta. Los muros han desarrollado en él una agorafobia que es incapaz de superar. Su plano final, con las palabras "Brooks estuvo aquí" es un momento que sigue poniendo los pelos de punta.

Cadena perpetua

Ahí es donde se vuelve a poner de manifiesto la grandiosidad del personaje principal Andy Dufresne, ya que obligar a Red que cumpla su promesa es lo único que lo salva del mismo destino. Pero sobre todo sirve para mostrar las dos caras de la misma moneda, todo lo cual desemboca en la aplastante y hermosa moraleja final: nunca, nunca, nunca hay que perder la esperanza, por muy en nuestra contra que parezcan estar las cosas.

Para poder llegar al redentor final de su viaje (de ahí el nombre original de la película), Andy ha de demostrar, además, que la inteligencia y la experiencia son lo que lo hacen más válido y poderoso que 5 matones juntos. Usó lo único que le dejaron a su favor: todo el tiempo del mundo. Así, consigue permear poco a poco en la infraestructura de la prisión y volverse imprescindible. En ese sentido, quizá la única mácula de la película es que todo el mundo que puede hacerle daño es, convenientemente, demasiado crédulo o fácilmente manipulable, como para demostrar que Andy tiene una inteligencia superior a la media. Es un medio necesario para que la historia pueda avanzar, en cualquier caso.

Cadena perpetua

Nada de esto quita mérito a la aventura de un Andy que, para poder llegar a ese punto, primero tiene que demostrar que es más valiente que nadie: mientras que el resto de la prisión se contenta con autocompadecerse y dejarse llevar por la corriente de los años, él piensa fuera de sus fronteras y encuentra las oportunidades. Así, el cambio fundamental tiene lugar en esa maravillosa escena en la que se sale del grupo que brea el suelo y ofrece al jefe de los vigilantes revisarle el papeleo de una herencia. La única condición: que inviten a sus compañeros de fatigas a unas cervezas bien frías. En una sola jugada consigue poner de su parte a los vigilantes y a los reclusos, que por unos momentos se sienten "los dioses de la Creación".

¿Cada cuánto tiempo te fijas en los zapatos de otra persona?

Cadena perpetua es una película tremendamente emotiva, pero sobre todo es inteligente. Esto se muestra en un protagonista que en todo momento sabe más que nosotros y no nos desvela su gran plan hasta el final. Y eso, a pesar de que en el fondo nos lo cuentan casi desde los primeros compases de la prisión... Ahora, el film no pretende que nos sintamos pánfilos, sino que participemos de la astucia del prota. Cuando el malvado alcaide, el verdadero rostro de la corrupción del sistema (un excelente Bob Gunton) descubre cómo Andy pudo engañarle en su propio juego e incluso permitirse el regodeo, el espectador no puede evitar soltar una sonrisa de satisfacción y admiración. El plano frontal en el que destapan el póster de su habitación y ponen cara de "tierra, trágame" es para enmarcarlo.

Y es que no hay que olvidar que, aun sin grandes artificios, la película está dirigida con un pulso ajustadísimo: la composición de los planos es efectiva y elegante, las secuencias tienen el ritmo perfecto y, aunque muestra conflictos tan terribles como las violaciones, el asesinato o los malos tratos, lo hace de una manera que impacta pero no duele. 

Rita es la clave
Rita es la clave

Sin duda, el recurso más efectivo de todos es la narración con voz en off a cargo de Morgan Freeman (un recurso que Frank Darabont usó porque le encantó en Uno de los nuestros). Su sola vez basta para molar, pero además cada una de sus frases nos acaba conmoviendo.

Lee nuestras críticas de otras grandes películas del cine de los 90.

Podríamos seguir hablando durante párrafos y párrafos, pero creemos que pilláis la idea, ¿no? Cadena Perpetua es sin lugar dudas uno de los mejores filmes de los años 90 y derrocha talento en todos sus matices. No solo cuenta una historia interesante y sorprendente, sino que consigue algo a la altura de muy pocas obras: sirve como verdadera inspiración. Si aún no la habéis visto, enmendad vuestro error. Y si ya la conocéis, da igual: os aseguramos que tenéis que volver a verla. ¿O estamos siendo demasiado obtusos?

VALORACIÓN:

Uno de los mejores dramas carcelarios de la Historia (¿el mejor?) y una obra maestra que te emociona incluso después de un quinto visionado. Cine con mayúsculas.

LO MEJOR:

La impecable labor de dirección de Frank Darabont. Las portentosas actuaciones de todos los actores.

LO PEOR:

Para que la historia avance, quizá ciertos personajes pecan de ser demasiado "manipulables".
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