La casa de la esperanza - Crítica de la película protagonizada por Jessica Chastain

Mañana se estrena en España La casa de la esperanza (The Zookeeper's Wife) la película dirigida por Niki Caro (responsable de En tierra de hombres y próximamente directora de la versión live-action de Mulan) protagonizada por Jessica Chastain, Johan Heldenbergh y Daniel Brühl.

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La película está basada en el bestseller de la naturalista Diane Ackerman, que se inspiró a su vez en los diarios de la propia Antonina Zabinski. Estamos ante una historia basada por tanto en hechos reales que arroja una nueva mirada hacia una realidad ya explotada con mayor dramatismo en películas como El pianista donde asistimos a la creación y la terrible realidad del gueto de Varsovia.

Jan Zabinski (Johan Heldenbergh) y su esposa Antonina (Jessica Chastain) son los encargados del zoo de la ciudad. Forman una familia feliz que, junto a su hijo, se dedica a la cría y el cuidado de los animales, con los que tienen una especial conexión. Sin embargo sus vidas van a cambiar para siempre.

La llegada de los nazis a Polonia trunca por completo el funcionamiento del zoo, además de la estabilidad de la familia. La pareja decide colaborar con la resistencia polaca clandestina para rescatar a cientos de judíos, refugiándolos dentro del zoo antes de ser alojados en pisos francos o desplazados a lugares de acogida. Arriesgando sus propias vidas, y bajo la atenta mirada del nuevo jefe del zoológico, Lutz Heck (Daniel Brühl), la implicación de este matrimonio en los acontecimientos políticos de la zona culminará con la proeza de haber rescatado a cientos de personas de un destino fatal.

¿No somos los hombres más animales que los propios animales?

La casa de la esperanza es un relato poco corriente en su estructura, en su trasfondo y en su plasmación. La lista de Schindler marcó un antes y un después a la hora de afrontar cinematográficamente el holocausto judío: era un cruda y reveladora y, partiendo también de una novela, consiguió erigirse como una de las mejores adaptaciones literarias en su momento.

Lo curioso de esta película es que no se centra en el horror, aunque tampoco lo esquiva, sino en el tenue rayo de esperanza que supuso que unas personas en una singular posición pudieran "colar" ante los ojos de los nazis una tapadera lo suficientemente solvente como para utilizarla como plataforma para rescatar vidas.

El paralelismo de las vidas humanas con las vidas de los animales es evidente. Daniel Brühl encarna la represión y la falta de humanidad más absoluta: comenzando por el instante en el que lo vemos abatiendo los animales a su juicio "menos interesantes" del zoo de Varsovia. Toda una declaración de intenciones acerca de lo que este hombre está dispuesto a hacer para mantener su puesto.

Eva en su jardín

Así se refiere Jan a su esposa, la bella Antonina, que convive con los animales de su zoo como si de su propia familia se tratara. La cámara adora a la fotogénica Jessica Chastain y la fotografía de Andrij Parekh (Blue Valentine, Madame Bovary) directamente parece acariciarla marcando una inmensa diferencia entre todo lo que la circunda (que suele apelar a la vida contando con colores cálidos y luces blandas) y lo que tiene que ver con el gueto (fuertes contrastes, tonos grises).

La película se desenvuelve en esa dicotomía: su marido haciendo el "trabajo sucio" de tener que engañar a los soldados alemanes camuflando a hombres, mujeres y niños entre la basura con la que supuestamente alimenta a sus animales y ella resistiendo en el propio hogar en el que la presencia y el acoso de Heck la paraliza mientras que una comunidad secreta sale adelante en su sótano.

A lo largo del metraje hay perlas importantes: desde algo similar a una terapia con animales para superar un trauma hasta una pareja de alemanes haciéndose una escabrosa foto frente al gueto, orgullosos de haber enjaulado a los judíos como animales... Y es que ese eco de personas perteneciendo (de forma injusta claro está) a otras personas es el leit motiv de la cinta.

La casa de la esperanza podría haber caído con facilidad en la treta de buscar la lágrima fácil o en la denuncia enconada, pero el guión de Angela Workman es más sutil que provocador en ese sentido.

Cuenta todo lo que quiere contar sin meterte los dedos en los ojos, solo le falta más desarrollo al personaje de Heck. Si realmente hubieran hecho al espectador empatizar con él, comprenderle dentro de su miseria moral, quizás sentiríamos como real su amenaza y los momentos de tenue tensión nos electrizarían tanto como se pretende.