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Conan: El Destructor - Crítica de la secuela de Arnold Schwarzenegger

Jesús Delgado

Conan: El Destructor - Crítica de la secuela de Arnold Schwarzenegger
Crítica de: Conan: El Destructor (Conan the Destroyer, 1984) - Dirigida por Richard Fleischer - Protagonizada por: Arnold Schwarzenegger, Mako Iwamatsu,  Grace Jones, Wilt Chamberlain, Tracey Walter y Olivia d'Abo, con André "El Gigante".Años después de consumar su venganza, Conan busca una manera de traer de entre los muertos a su amor, Valeria. Una reina hechicera promete cumplir su deseo si el bárbaro cumple para él una serie de encargos, destinados a despertar al dios Daggoth. Para lograrlo, Conan reunirá un variopinto grupo de aventureros. 

No, no seáis malpensandos. Esta vez la película, una vez más, la vuelvo a elegir yo y no se trata de un castigo. Después de Másters del Universo me he quedado con ganas de darle tralla a más pequeños clásicos básicos de los ochenta. No las grandes superproducciones de éxito que todo el mundo alaba, sino a las películas que la crítica despellejó (o no supo entender) en su momento. Una de ellas, ¿cómo no?, es precisamente Conan: El Destructor, la secuela de Conan: El Bárbaro de Arnold Schwarzenegger.

Conan: El Destructor - Crítica de la secuela de Arnold Schwarzenegger

Conan: El Destructor, o como me gusta llamarla a mí "Conan: La menos buena" o "Conan: La intención es lo que cuenta", es la segunda de tres películas realizadas hasta el momento sobre el guerrero bárbaro, dos con Arnold Schwarzenegger y una con Jason Momoa. Se lanzó en 1984 como secuela directa de la anterior entrega, manteniendo la continuidad de la edad hiboria del cine que ya vimos en la primera película pero esta vez producida por Raffaella De Laurentiis, hija de Dino de Laurentiis (Conan: El Bárbaro, Flash Gordon). A diferencia de la original, en Conan: El Destructor se mezclan dos ingredientes que por separado pueden funcionar muy bien, pero que juntos son un cóctel venenoso: un reducido nivel de violencia y un planteamiento más fiel a los cómics.

Conan: El Destructor trataba de ser una película que satisfaciera, por un lado, a aquellos que querían ver una historia más fiel a la de los tebeos de La Espada Salvaje o los relatos de Rob E. Howard (creador de Conan, allá por los años 30), y a la vez lograra sortear el problema de la calificación de edades, con el que Dinno de Laurentis siempre ha tenido un problema. De esta manera, la película apostó por un tono más clásico y conservador (además de simplón) que plasmaba una aventura de espada y hechicería. Para este fin, se contrató a Roy Thomas y Gerry Conway, guionistas de Marvel con más de un pinito escribiendo historias de Conan, para hacer una historia original que, más tarde y atendiendo a los deseos de la productora, Stanley Mann remozaría para que su tono fuera el deseado. 

El resultado... ¿Hace falta decirlo? La crítica la pisoteó al igual que Conan pisoteaba templos dedicados a Set. Aunque logró recaudar 100 millones de dólares (habiendo costado solo 18), Conan: El Destructor recibió bastantes palos, sobre todo en lo tocante a la cinematografía. Y aunque fue un éxito mucho menor que su antecesora, Conan: El Destructor dejó abierta la puerta para Red Sonya (El Guerrero Rojo) y una nunca realizada tercera entrega de Conan, que posteriormente se reciclaría en la película Kull: El Conquistador. 

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Pues más o menos. Siendo malos, básicamente la partida se articula como un módulo cualquiera de juego de rol, pero con un master novato y unos jugadores algo desganados. Os explicamos esto, por si acaso no lo pilláis al vuelo o no estáis en el mundillo.

La historia de Conan: El destructor se construye como la típica aventura del tesoro, con mazmorreo y saja y raja, reuniendo a un grupo de patibularios (un bárbaro, un guerrero, un mago, un pícaro y una monje, para más señas), para ir de quest y cuidar a un pnj bastante "hostiable", que no para de liarla y meterles en líos. La trama, en tanto, avanza con el susodicho grupo abriéndose paso a golpe de espada y hechizo hasta el boss final, reunido en torno a un ejército de "masillas".

Y ojo, que esta premisa no está nada mal. Es la base de cualquier chorri-relato de fantasía épica o de espada y brujería, géneros que sin ser lo mismo, son primos hermanos. El problema viene, para empezar, de ese intento de hacer una película PG (Menores de 18) y no R (Mayores de 18) seguido de un cambio radical de director. En lugar de dosis a raudales de violencia, la cosa se dosifica, incluso con escenas cortadas y censuradas, y cachondeíto ochentero (a veces hasta recalcitrante) y diálogos que chirrían y que no ayudan a que la acción avance, haciéndonos desear que se callen de una maldita vez y que comiencen a machacarse de verdad. 

Los actores tampoco están muy finos. Ya sabemos que se trata de una película de acción y aventuras, pero la dirección de actores brilla por su ausencia. Incluso en profesionales como Mako Iwamatsu, quien a pesar de todo defiende su papel de hechicero oriental. Otros, como la cantante Grace Jones, hace lo que puede, habida cuenta de sus pinitos en el cine, como ocurre con el jugador de baloncesto Wilt Chamberlain.

Ciertamente, el cambio de director lastra mucho la película y también el cambio de localizaciones. Sobre todo, esto es sangrante teniendo en cuenta que contaba con dos millones más de presupuesto. Para empezar, la primera de Conan se grabó en España y los exteriores eran más abundantes y también mejor explotados. En esta ocasión, la mayor parte de los exteriores son de México, un escenario que no se parece precisamente a Almería... por mucho que Fleischer insista. Tampoco les saca partido, a pesar de la belleza del paisaje. Por otro lado, en ese intento de "ser fiel" a los cómics de Conan, la introducción de decorados y monstruos cada vez más imposibles (desde el hombre mono-escamoso hasta ese Daggoth de André "El Gigante"), no ayudan a mejorar. De hecho, el resultado final parece más digno de la serie B que de una superproducción. Algunas secuencias interiores de Richard Fleischer nos recuerdan con cierta sospecha a ese pufo en crítica conocido como Supergirl. Solo diré eso. 

Afortunadamente, la película se sustenta por otros tantos valores, siendo dos los más sobresalientes. El primero, Arnold Schwarzenegger. Mas que les pese a algunos, e incluso mal dirigido, ver a "Chuache" dando tollinas en la plenitud de su fortaleza física es un regalo para los ojos. Y, admitámoslo, verle blandir la espada impone, a pesar de lo artificioso de las escenas de combate. El trabajo físico del actor es simplemente brutal. De hecho, para el papel hubo de engordar cinco kilos más de músculo. ¡Casi nada! Y sí, no es el Conan de los tebeos, pero no nos importa, solo por cómo maneja la espada, aceptamos "Chuache" como bárbaro cimmerio. Y si no, ojo al Gif.

Conan: El Destructor - Crítica de la secuela de Arnold Schwarzenegger

El otro punto fuerte es la BSO de Basil Poledouris, que aunque sobreexplotada e interpretada por "Unione Musicisti Di Roma" (cuyo resultado es bastante más flojo que el de la música original, interpretada por la Orchestra Sinfonica Nazionale della RAI di Torino y la Academia Nacional de Santa Ceciliua) no suena del todo mal.

 

En fin, que el plan de los Laurentiis de hacer una historia "más accesible y suave", aprovechando el tirón de la primera película, podía haber funcionando muy bien y había material para ello, pero al final, lo que se nos quedó fue una película de sábado por la tarde, entretenida y poco más. Quizá su pecadillo más grave sea querer ser como los cómics de la Espada Salvaje de Conan de Roy Thomas y no llegar a creerse. De hecho, solo los muy frikis de verdad, como el que escribe, sabemos apreciar la belleza y virtudes que tiene y sobre la que se sustenta. Quizá con una mejor dirección, más convencida y centrada, y un planteamiento algo más serio, Conan: El Destructor hubiera tenido mejor acogida y hubiera envejecido mucho mejor. 

Conan The Destroyer

Ahora bien, si queréis darle una oportunidad, no os cortéis ni un pelo. Existen numerosas ediciones en formato doméstico de esta cinta, a cada cual con más interesantes documentales sobre su producción, lo cual es posiblemente mejor de las ediciones en Blu-Ray y DVD.  


Entre el hundimiento de Atlantis y la llegada del sol de la era de Aries, hubo una época fabulosa: Los 80. Y en ella cientos de películas llegaron a las salas de cine, dispuestas a ceñirse la corona del fabuloso reino de Hollywoodia. Dejadnos a nosotros, sus cronistas, contaros sus historias en nuestro especial de cine de los 80

VALORACIÓN:

Lo que pasa cuando se trata de bajar la calificación de edad y a la vez solaparse al tono de los cómics. El juntar churras con merinas hizo que la crítica la pusiera fina.

LO MEJOR:

Historia original de Roy Thomas y Gerry Conway. La BSO. ¡Chuache dando tollinas!

LO PEOR:

Historia final ramplona y tópica, interpretaciones muy planas, la dirección y localizaciones...
Hobby

65

Aceptable

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