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Crítica de Alguien tiene que morir, la miniserie de Netflix

Alguien tiene que morir
Crítica de Alguien tiene que morir la miniserie de Netflix creada por Manolo Caro (La casa de las flores) protagonizada por Carmen Maura, Ernesto Alterio y Esther Expósito. Estreno en la plataforma el 16 de octubre de 2020.

Con solo tres episodios de aproximadamente una hora de duración llega a Netflix la miniserie original Alguien tiene que morir creada por Manolo Caro (La casa de las flores), cuyo guión también corre a cargo de Fernando Pérez y Monika Revilla. Se trata de una coproducción entre México y España que cuenta con un reparto internacional en el que destacan veteranos intérpretes como Carmen Maura (La comunidad) y Ernesto Alterio (Orígenes secretos).

La trama de Alguien tiene que morir nos desplaza a la España de 1950, una época caracterizada por una sociedad conservadora, tradicional y represora. En el marco del franquismo hay una enorme diferencia entre la alta sociedad y los vencidos en la guerra.

Gabino es el hijo de un adinerado matrimonio que debe regresar a su hogar desde México cuando es llamado por sus padres para conocer a su prometida, Cayetana. Se trata de un enlace concertado por motivos económicos que no obedece a la voluntad de ninguno de los dos.

Para sorpresa de la familia, el muchacho llega acompañado de Lázaro, un apuesto bailarín con el que comparte una estrecha relación de complicidad. Pronto su amistad hace surgir los rumores de una supuesta relación homosexual y el escándalo estalla en el peor momento, poniendo en peligro incluso el trabajo de su padre. 

Gabino además dejó, antes de marcharse, algunos asuntos sin cerrar como ciertas experiencias con el hermano de su prometida, Alonso, que ahora lo tiene en el punto de mira.

Entre los mayores aciertos de la serie: el casting y la música, compuesta por Lucas Vidal, ganador de dos premios Goya por su trabajo en Palmeras en la nieve y Nadie quiere la noche.

El reparto de Alguien tiene que morir lo completan Cecilia Suárez con un cambio de registro muy marcado respecto a su papel en La casa de las flores, una serie con un tono opuesto, mucho más colorista, alegre y directa; las excelentes Pilar Castro (Ventajas de viajar en tren) y Mariola Fuentes (Arde Madrid); Manuel Morón (La peste) y Juan Carlos Vellido (Las chicas del cable) y toda una nueva generación de intérpretes españoles y mexicanos jóvenes que están pegando fuerte: Alejandro Speitzer (Oscuro deseo), Isaac Hernández (El rey de todo el mundo), Ester Expósito (Élite), Carlos Cuevas (Merlí) y Eduardo Casanova (Señor dame paciencia).

Aunque el título sugiere que estamos ante un thriller y, de alguna forma tanto la dirección artística como los apartados relacionados con la ambientación como vestuario, maquillaje y atrezzo nos remitan al clásico marco de la mansión que a su vez nos lleva de inmediato al crimen (los insertos abundan en esta idea), la serie es más un drama de denuncia social que otra cosa.

La presencia de las armas es constante y las palomas, a las que se hiere antes de ser usadas como blanco de tiro, se asocian de inmediato con los elementos subversivos para el status quo (como puede ser el colectivo gay). Esta metáfora es un leit motiv que se recalca una y otra vez. 

Sin embargo, hay algo en la serie que nunca termina de funcionar: la puesta en escena se antoja excesivamente teatralizada y las caracterizaciones forzadas, muy poco naturales. Las líneas de diálogo adolecen de problemas similares y los personajes son tan maniqueos y estereotipados, que Alguien tiene que morir solo puede enmarcarse en el contexto del serial o "culebrón", por más que su duración no haga justicia a la excesiva extensión de estos productos televisivos.

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Siguiendo la estela marcada por series como Las chicas del cable o Alta mar, como reconstrucción histórica hace aguas por todas partes y es en las relaciones sentimentales entre los personajes donde está su principal interés (que tampoco es mucho, la verdad). Puede servir de placer culpable si no se espera gran cosa más allá de eso.

En el caso de que nada de lo anterior os interese, antes de que os de por buscar fallos de raccord con los que entreteneros, el principal pasatiempo es descubrir quién es ese alguien que tiene que morir pero el caso es que como tampoco tienes tiempo de encariñarte de ningún personaje, no entretiene durante demasiado tiempo y tampoco tienes pistas que seguir para averiguar por tus propios medios quién será quien acabe caput. Ni que decir tiene que hay que esperar al episodio final para descubrir a la víctima, a su verdugo y sus motivaciones.

Alguien tiene que morir no entrará en nuestra lista de las mejores miniseries que se pueden ver en plataformas digitales y es una pena dado que cuenta con medios y talento delante y detrás de la cámara. Ojalá la historia tuviese más que ofrecer.

VALORACIÓN:

Alguien tiene que morir tiene un título mucho más interesante que otra cosa, pero por desgracia genera falsas expectativas: no se trata de un thriller sino de un drama culebronesco, maniqueo y poco inspirado.

LO MEJOR:

El diseño de producción es ambicioso y la banda sonora resulta muy interesante. Ernesto Alterio, Cecilia Suárez y Pilar Castro sobresalen.

LO PEOR:

La ambientación es teatral, el argumento maniqueo y sus ínfulas excesivas. Es un culebrónque se toma demasiado en serioa sí mismo.
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Etiquetas: Netflix