Crítica de Artemis Fowl, la adaptación de las novelas de Eoin Colfer por Kenneth Branagh

En línea con películas precedentes como Tomorrowland, Mentes poderosas o Un pliegue en el tiempo, Artemis Fowl cuenta con una historia destinada al público juvenil cuya adaptación cinematográfica dista de ser perfecta, desaprovechando un sustrato literario bien interesante del que se podría haber sacado auténtico oro.

Tanto es así que, antes de su estreno, se venía hablando de que pretendía ser la sucesora de Harry Potter para una nueva generación de espectadores. Por desgracia vamos a enfriar bastante estas perepectivas de futuro porque, o cambian mucho las cosas o más bien esto quedará en una anécdota sin posibilidades de continuación.

Llama especialmente la atención tener detrás de las cámaras al talentoso Kenneth Branagh que, en esta ocasión, no ha conseguido su propósito de entregar una aventura a la altura de las expectativas. Y eso que es todo un experto en adaptaciones mucho más difíciles...

Por supuesto, todas las joyas cinematográficas con las que ha rendido homenaje a su amado Shakespeare entre las que destacan Enrique V, Mucho ruido y pocas nueces, Hamlet o La flauta mágica (recordemos que también apareció en Otelo, aunque no se sentó en la silla de director) pero también el Frankenstein de Mary Shelley, Jack Ryan de Tom Clancy o El asesinato en el Orient Express de Agatha Christie donde además lo vimos transfigurado en Hercules Poirot... y a la espera estamos de que repita como director/protagonista en su secuela Muerte en el Nilo. Vamos, que está curtido en el terreno de las adaptaciones, habiendo dirigido incluso a seminal Thor.

¿De qué trata Artemis Fowl? La película comienza presentándonos a un joven irlandés de doce años de mente prodigiosa. Él es Artemis Fowl II y vive con su padre en una mansión custodiada por Butler, algo más que un mayordomo, un auténtico guardaespaldas y compañero de aventuras que es la mano derecha de la familia. Recibe una formación muy profunda en mitología para conocer al detalle figuras como los elfos, los enanos, los goblins o los trolls, entre otras criaturas fantásticas.

Un buen día, su padre desaparece justo cuando sale a la luz un terrible secreto. Al parecer, habría robado obras de arte y manuscritos de valor incalculable, lo que deja al joven bastante solo y aturdido, teniendo en cuenta que su padre era su héroe.

Con la ayuda de Butler descubrirá un mundo ajeno al real y plagado de objetos de cualidades mágicas que venía custodiando en una habitación oculta a la que termina teniendo acceso de forma prematura. Otros amigos se les unirán, entre los que se encuentra la sobrina de Butler, para atrapar al hada Holly Short, a la que tomará como rehén para conseguir hacer un intercambio para traer de vuelta a su padre y restaurar el equilibrio recuperando el .

Boy In Black

Esta película dignifica las adaptaciones de Percy Jackson que, si bien tendían a abusar de los efectos especiales, al menos sí dieron en la diana al escoger a un actor carismático como protagonista como fue el caso de Logan Lerman. En el caso que nos ocupa, es Ferdia Shaw el debutante que tiene que lidiar con un guión bastante irregular que nunca consigue encontrar el tono de la cinta en sí, ni de su protagonista.

¿Estamos ante un joven de sangre fría y mente criminal o ante un buen chico superdotado obligado por las circunstancias? ¿Pertenece a una generación de ladrones sin escrúpulos o los Fowl son en verdad los guardianes de la paz con el mundo fantástico? En fin, ni el argumento está pulido ni las relaciones entre los personajes funcionan siendo Josh Gad sin lugar a dudas el más problemático e inestable de todos ellos como Mulch Diggums (y, sí, el que protagoniza los sketches de pedos).

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Quien sí destaca es su compañera de reparto Lara McDonnell, muy fotogénica y con un rostro que es exacto a lo que hemos establecido en el ideario colectivo occidental como un hada. Ella sí, consigue darle matices algo más divertidos a su Holly Short y por tanto darle una escala de colores a su interpretación (y es un mérito a tener en cuenta dadas las líneas de diálogo que tiene que defender).

Volviendo al guión, que es donde residen muchos de los problemas de Artemis Fowl, ha sido coescrito por Connor McPherson (autor del de la magnífica película de terror El eclipse) y Hamish McColl que ya había perpetrado otros crímenes antes que éste escribiendo Jonnhy English Returns o Paddington.

Tenemos que hablar de... Judi Dench

La estamos perdiendo. El primer paso fue Cats, película contra la que arremetió duramente (con razón) por la apariencia que le dieron a su personaje Deuteronomy y aquí la tenemos como la comandante Root, liderando al ejército de las hadas y con una caracterización que sus semejantes llegan a comparar con David Bowie. Al menos aquí no canta, pero resulta algo frustrante ver a una actriz tan capacitada en un papel que roza lo ridículo... otra vez, con orejas puntiagudas, voz cavernosa y uniforme verde satinado que comparten las fuerzas LEPrecon.

No es la única: hay varios personajes que se pasean por la pantalla que son de traca, como el de Nikesh Patel, al que no le han pagado suficiente para asumir el rol descafeinado de Foaly. Es el ejemplo perfecto de cómo tirar por la borda a un personaje estupendo, que podríamos asimilar a Q en James Bond: es el proveedor de inventos y tecnología como la cámara iris para tener visión térmica a distancia. En lugar de ver su potencial intelectual y su lado nerd, lo vemos pasearse a saltitos o relinchar.

En fin, en resumen, Artemis Fowl es un pequeño desengaño. A pesar de su brevedad y ligereza, tiene momentos que se alargan de forma innecesaria y ni siquiera deja con la curiosidad de saber quién será en realidad el gran enemigo. Es un gancho de cara a una secuela que puede que nunca llegue porque ni siquiera se involucra al espectador a la hora de darle una motivación personal para actuar como lo hace.

Al final estamos ante otra película de padre ausente y niño traumado que nos han vendido ya un millón de veces y le extracta a Artemis todo el interés y el atractivo.