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Crítica de La chica del brazalete, ya disponible en cines

La chica del brazalete
Crítica del drama judicial La chica del brazalete, la tercera película del director Stéphane Demoustier ya disponible en cines desde el 12 de febrero de 2021.

La chica del brazalete es una película compleja y con muchas capas que no responde todas las preguntas que plantea, ni falta que hace. No estamos ante un thriller judicial como el de Las dos caras de la verdad sino ante un drama familiar que abunda en la idea de la desconexión comunicativa que existe entre padres e hijos desde la adolescencia y, sobre todo, en la forma en la que socialmente se juzga las relaciones materno-filiales y la sexualidad femenina.

Así, aunque en un primer momento parezca que la recreación del crimen que se juzga es el nudo central objeto de la atención del libreto, pronto comprendemos que es más bien una excusa argumental para indagar en la forma en la que nos relacionamos a nivel intrafamiliar y las consecuencias de la incomunicación y la falta de naturalidad a la hora de abordar las relaciones íntimas.

Muchos de los elementos que forman parte de la historia: vídeos de contenido sexual, relaciones viciadas entre iguales y la creación de una nefasta reputación, forma parte de una realidad cotidiana que de vez en cuando salta a los medios de comunicación por las consecuencias que acarrea (desde acoso hasta en el peor de los casos actos de violencia que derivan en suicidios o asesinatos).

Además de dirigir La chica del brazaleteStéphane Demoustier se ha encargado de escribir el guión de la película, basada en la película argentina Acusada, que se estrenó en 2018 y estaba basada en hechos reales.

Ahora la trama se retoma en unas coordenadas espacio-temporales distintas y cambiando algunos aspectos fundamentales: aquí no existe presión mediática, sino un escrutinio brutal por parte de la fiscal en contraposición a la postura de la abogada defensora, que considera que un veredicto de culpabilidad sería más bien un juicio moral.

Lisa, una adolescente francesa de una familia adinerada de clase media alta, es acusada del asesinato de Flora, su mejor amiga desde la infancia. Un par de años después de su detención, es juzgada para determinar su inocencia o culpabilidad. 

En el transcurso del juicio, sus padres la defienden de forma inquebrantable, a pesar de que ella misma cambia varias veces su declaración y salen a la luz nuevos testimonios que hacen dudar de la credibilidad de sus palabras.

A medida que aflora toda esa información, sus padres se preguntan si conocen realmente a su hija y empiezan a comprender no solo que ya no es una niña, sino que la autonomía de la goza hace que para ellos sea una completa extraña.

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Demoustier no busca que los espectadores empaticen con su joven protagonista en La chica del brazalete, de hecho, ni siquiera llega a mostrarnos su punto de vista, sino más bien realizar un escrupuloso análisis de su entorno y la forma en la que ella y sus acciones son percibidas tanto a nivel procesal como de forma afectiva (no parece aceptable la promiscuidad femenina, ni siquiera en una sociedad tan supuestamente abierta como la francesa). Lisa y lo que hay en su mente son una incógnita para nosotros, al igual que lo es para el jurado y para sus padres y amigos.

La película nos sitúa frente a ella en repetidas ocasiones (literalmente de enfrente) para que seamos nosotros mismos los que lleguemos a nuestras propias conclusiones. La realización prioriza, en todo momento, una cámara-testigo, como ya se deja claro cuando se filma su detención en la playa, desde una cierta distancia.

El juicio se celebra dos años tras de los hechos, después de que haya sido puesta en libertad con una pulsera en el tobillo y haya permanecido en un régimen de semi-libertad a la espera del proceso. Pero hay muchos elementos dramáticos que nos pueden llevar a pensar que es culpable y no todo tiene que ver con los argumentos expuestos, sino con la propia plasticidad de la película: se sitúa delante de un duro fondo rojo, con una música perturbadora que abunda en la idea de que oculta más de lo que aparenta y, sobre todo, tenemos una interpretación magistral por parte de la actriz Melissa Guers, ambigua, hierática la mayor parte del tiempo, fría y críptica a más no poder.

Señala el guionista y director en las notas de producción que quería subrayar la "otredad" de los hijos frente a sus padres, por más que estos pretendan que sigan siendo carne de su carne. Y vaya si lo consigue. Es muy inquietante comprender que la persona a la que más quieres pueda ser un monstruo, pero es aún peor tener la certeza de no tener ni idea de quién es.

VALORACIÓN:

Aunque puede parecer simplemente otro drama judicial más, La chica del brazalete no sirve tanto para dilucidar si la protagonista es o no una asesina sino que es más bien una denuncia de la incomunicación en las familias y de la forma en la que los adultos desconocen facetas de la intimidad de sus hijos adolescentes. Tiene muchas capas.

LO MEJOR:

La escalofriante interpretación deMelissa Guers dando vida a una inescrutable adolescente y la banda sonora de Carla Pallone.

LO PEOR:

Lo peor es también lo mejor: queda a interpretación del espectador el desenlace. Es lo interesante y lo que le dejará pensando.
Hobby

70

Bueno

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