Crítica de Cielo rojo sangre: acción y terror con vampiros en un avión secuestrado

Lo que apuntaba a convertirse en una película europea de media tarde con un avión secuestrado por terroristas, termina convertido en una película de acción y terror con peros, pero absolutamente disfrutable: es Cielo rojo sangre (Blood Red Sky), la nueva película de Netflix.

Desde tierras alemanas llega al catálogo de la plataforma de streaming una película que nos recordará al tramo final de 30 días de oscuridad, pero con tintes claustrofóbicos similares a los de REC 4: Apocalipsis.

Cielo rojo sangrepresenta la historia de Nadja (Peri Baumeister) y su hijo Elias (Carl Anton Koch), quienes suben a bordo de un avión en Alemania con destino a Nueva York. Desde el principio nos muestran a Nadja sufriendo lo que parece una grave enfermedad, por lo que su hijo, el inteligente y excesivamente espabilado Elias, tratará de ayudarla para llegar a su destino donde les espera la cura.

El avión es secuestrado al poco de despegar por unos violentos terroristas liderados por Berg (Dominic Purcell), pero esa no será la peor amenaza a la que se enfrenten los pasajeros. Uno de los secuestradores, el inestable Eightball (Alexander Scheer), despertará al animal encerrado en Nadja... y dará la vuelta por completo a su historia.

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Hay una gran herencia popular sobre los vampiros encerrada en Cielo rojo sangre, como era de esperar. Su protagonista, Nadja, se enfrenta a su condición como una enfermedad más, tratando de reprimir su sed de sangre para mantener la cordura y proteger a su hijo de sí misma.

Peter Thorwarth (guionista de la popularísima La Ola, de 2008) y Stefan Holtz escriben un guion que da sus primeros pasos como drama, para evolucionar en terror y terminar convirtiéndose en una película de acción con litros de sangre. 

Pero lo particularmente interesante, por muchas pegas que podamos encontrarle — y que lo haremos más adelante —, es que no estamos ante vampiros que son «hermosos y brillan a la luz del sol» o fórmulas excesivamente románticas del género. 

Estos vampiros gruñen, tienen un aspecto intimidatorio y desagradable a partes iguales y se comportan como tú buscando un chiringuito de playa con la garganta seca y 40 grados a la sombra: son monstruos desesperados por el siguiente trago.

A pesar de todo, estos vampiros no pierden el control súbitamente. Hay un proceso de deshumanización marcado que se convierte en el principal gancho de la película y del que Elias tratará de proteger a su madre. Esa relación maternofilial será el eje sobre el que se articulan los temas de Cielo rojo sangre.

Las primeras líneas de esta reseña son, sin embargo, el aspecto más cuestionable de Cielo rojo sangre. Una idea atractiva que se presenta con carencias en la fotografía y que terminan de lastrarla con el paso de los minutos. Esa es la otra rémora: la duración. Necesitaremos algo más de una hora para entrar en acción, e incluso esta terminará dando vueltas sobre los mismos resortes en un bucle que añade metraje pesarosamente.

Y es una lástima, la verdad. Cielo rojo sangre no coquetea ni con el humor ni con el terror absurdo, ofreciendo un maquillaje que luce impecable para sus objetivos y una trama no tan inteligente, pero que encaja en ese arquetipo de cinta de acción y terror con la que pasar un buen rato en el sofá.

El trabajo en la interpretación, además, también funciona. Peri Baumeister y Carl Anton Koch en sus papeles como madre e hijo respectivamente soportan el grueso emocional de la película y, sobre todo en el caso del joven actor, se echan a la espalda la película.

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Ahora, emoción, emoción... la justa. La estructura narrativa construida mediante flashbacks para explicarnos la situación de Nadja y sus esfuerzos por mantener a raya sus impulsos no están ejecutados ni organizados temporalmente de forma que beneficien a nuestros intereses.

Es una decisión justificable, pero tira piedras sobre su propio tejado al intentar otorgarle una dimensión mayor al destinar tiempo en pantalla a una reflexión que no terminar de ejecutar para optar por el desenlace clásico.

Siendo así, nos deja una trama que entretiene, que es absolutamente disfrutable, pero que no termina de conquistarnos. Sus personajes, excusando de culpa a las interpretaciones, no generan per se suficiente vínculo con la audiencia como para alcanzar esa ligera reflexión que propone o para enternecernos con el esfuerzo de madre e hijo, y la dirección no toma ningún riesgo que pueda replantear su oferta.

Cielo rojo sangre es terror y acción que acarician la claustrofobia, con un diseño de personajes y maquillaje que funcionan de perlas, pero sin la emoción suficiente como para que aporte esa frescura con la que nos animaba en la sinopsis. No peca en nada particularmente negativo, pero tampoco acierta singularmente en lo positivo; el resultado es una película de vampiros en un avión que no cae en el ridículo. Y viendo la que está cayendo... ya es algo.