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Crítica de Dolor y gloria, una obra de arte de Pedro Almodóvar

Dolor y gloria
Pedro Almodóvar firma Dolor y gloria, una película que guioniza y dirige y que está protagonizada por Antonio Banderas, Asier Etxeandia, Penélope Cruz, Leonardo Sbaraglia y Julieta Serrano. En cines a partir del 22 de marzo de 2019.

Si sois amantes de las películas de Pedro Almodóvar, si habéis seguido con atención su carrera, si habéis llorado y reído a carcajadas con sus películas tragicómicas, si comprendéis su "yo" creador (tan íntimamente ligado a sus obsesiones formales y vivencias propias)... Entonces Dolor y gloria va a suponer para vosotros un paseo por las nubes dado que, en ella, el manchego se abre las carnes en todos los sentidos posibles.

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La cinta se centra en el director de cine Salvador Mallo, a quien da vida un inspiradísimo Antonio Banderas, que, ya en su ocaso, decide escribir una obra de teatro casi como terapia para liberarse de recuerdos que conforman su identidad y han marcado su devenir como cineasta.

Aquejado de un gran dolor físico y ya en su otoño como creador, decide asimismo vivir nuevas experiencias e incluso recuperar el contacto y reconciliarse con personas de su pasado. Así, revivirá pasajes de su infancia rememorando los años 60, cuando sus madres emigraron a Paterna para acondicionar una cueva que fue uno de sus primeros hogares. También recuperará esa búsqueda de la prosperidad, la chispa del primer deseo hacia un hombre y su primer amor frustrado, ya siendo un adulto trasladado a Madrid en plenos 80, cuando las drogas causaban estragos en plena "movida madrileña".

Pero, sobre todo, Dolor y gloria se centra en la necesidad de alcanzar cierta redención a través del arte y de la indisoluble unión de la propia vida y las pasiones formales que dan sentido a la vida de Mallo (alter ego del mismo Pedro Almodóvar). Es, por tanto, una magnífica encrucijada de auto-referencias, fragmentos que podríamos denominar retratos de costumbres y autoficción con abundantes meandros metalingüísticos que nos hacen entrar y salir del torrente narrativo principal, sin conseguir dilucidar nunca del todo qué separa la realidad de la ficción. En este aspecto, podríamos decir que Dolor y gloria es el Quijote cinematográfico de Almodóvar.

Y no es una simple sensación que pueda quedar como poso al espectador: el propio cineasta ha confirmado en varias entrevistas que tomó como punto de partida su propia vida antes de dar alas a la ficción y que buena parte de lo que se muestra en la película le pertenece: mobiliario, libros o pinturas, sin ir más lejos.

También ha explicado que junto con La ley del deseo (1987) y La mala educación (2004), conformaría una especie de "trilogía espontánea" sobre la creación, ya que en las tres hay una exploración del deseo y la ficción a través de tres personajes masculinos que son directores de cine.

Por supuesto, además de los ecos biográficos hay también una recuperación de talentos a través del casting. Los más obvios, el propio Antonio Banderas y Penélope Cruz, que ha gozado de los mejores papeles de su carrera gracias al director (Los amantes pasajeros (2013), Los abrazos rotos (2009), Volver (2005), Todo sobre mi madre (1998) y Carne Trémula (1997)), pero también de Julieta Serrano, con quien llevaba casi treinta años sin trabajar, después de haber rodado con ella cinco exitosas películas: Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón (1980), Entre tinieblas (1983), Matador (1986), Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988) y  ¡Átame! (1989). Y aquí, de nuevo, la realidad y la ficción se trenzan, puesto que hay una disculpa formal con el personaje y la actriz que parece quedar imbricada en las líneas de diálogo que pronuncia Banderas.

Dolor y gloria es una historia hermosa narrada con un dominio como solo pueden esgrimir un puñado de maestros del cine, entre los que se encuentra sin lugar a dudas Almodóvar. Lo más importante de esta película dramática es su capacidad para impactar emocionalmente al espectador con un relato tan íntimo y ello se debe, en gran parte, a que es una obra muy sincera en la que, casi todo lo que nos cuenta, parte de una experiencia personal.

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Escuchar cantar a las mujeres mientras hacían la colada en el río y atraían a los peces jaboneros y verlas tender las sábanas blancas recortadas bajo el cielo azul es tan nuestro como ver cómo se encalaban los muros de las cuevas valencianas mientras se trataba de construir un hogar a base de azulejos desparejados. En ese crisol se vislumbra algo tan hermoso como la propia biografía hecha inmortalidad y eso, es algo que solo hace un genio. Sobre la banda sonora del excelente Alberto Iglesias, la fotografía de José Luis Alcaine y la explosión del color en cada plano gracias al minucioso trabajo de la María Clara Notari en la dirección artística y el diseño de vestuario de Paola Torres, se podría hacer una tesis doctoral. Maravilla.

VALORACIÓN:

Puede que la película más íntima y sincera de Pedro Almodóvar de la última década: a medio camino entre el relato de costumbres y la biografía ficcionada, expone sus obsesiones de una forma brillante.

LO MEJOR:

El guión, muy juguetón, la banda sonora, las interpretaciones y la explosión del color, que se manifiesta en cada plano inundando la imagen.

LO PEOR:

Ésta no será la película que encandile a los detractores de Almodóvar: si no has seguido su filmografía te perderás muchos detalles y matices.
Hobby

93

Excelente

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