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Crítica de Hijos de las ballenas temporada 1, ya en Netflix

Hijos de las ballenas

De nuevo, Netflix ofrece una oportunidad de que conozcamos, mediante sus animes, algunos mangas que podrían pasar desapercibidos entre tanta oferta, pero que merecen una oportunidad. Hijos de las ballenas, más conocido como Children of the Whales, es un ejemplo perfecto.

Basado en el manga Kujira no Kora wa Sajou ni Utau, la temporada 1 de Hijos de las ballenas nos cuenta la historia de Chakuro y el resto de los habitantes de la Ballena de Barro, una gigantesca isla barco que se desplaza por un interminable mar de arena. Las decenas de personas que viven en ese barco no han visto a nadie ajeno a ellos, y solo saben que viven en el año 93 de un destierro cuyo origen desconocen. Se les ha educado para reprimir sus sentimientos y para respetar la armonía entre dos tipos de personas. Los no marcados (humanos normales) y los marcados, humanos con un poder especial llamado timia, capaces de mover objetos a distancia, pero malditos con el destino de morir jóvenes. Cuando encuentran a Lykos, una misteriosa niña que está sola en una isla, los acontecimientos se precipitan y se verán envueltos en cruentas batallas, un largo viaje y nuevas perspectivas sobre quiénes son y cómo han de convivir.

Lee Children of the Whales, el manga en el que se inspira esta serie

El manga de Children of the Whales, obra de Abi Umeda, sigue en activo desde que arrancara en 2013, así que esta primera temporada de Hijos de las ballenas solo marca el comienzo de una historia mucho mayor (de hecho, los 12 episodios de esta primera hornada acaban con un final abierto). La adaptación a anime a corrido a cargo del prolífico estudio JC Staff, responsable de animes tan recordados como Slayers, Orphen o el más reciente Food Wars.

A pesar de que el joven Chakuro, cronista del barco, es el protagonista de la historia, Hijos de las ballenas es una historia muy coral, en la que casi todos los personajes tienen su momento para brillar y aportar su historia. Es interesante que hayan conseguido eso en tan solo 12 episodios, sobre todo cuando la serie presenta una mitología propia muy rica. Países inventados, seres mágicos y normas de comportamiento muy particulares se suceden en una obra que por momentos puede parecer algo densa, pero que en seguida se asimila y, de hecho, resulta bastante embriagadora. Se notan las influencias de obras como Dune y los más aficionados a los videojuegos encontraréis parecidos en lo visual y en la historia con obras como Tales of o Skies of Arcadia.

Hijos de las ballenas

Y es que, si en algo destaca Hijos de las Ballenas, es en la parcela audiovisual. Casi toda la animación es tradicional, pero apuesta por una estética bastante extrema donde abundan los tonos pastel y los fondos con una textura muy marcada, que parece de acuarela sobre papel rugoso. El diseño de Fálaina, la Ballena de barro y el resto de los elementos más surrealistas de la obra resultan barrocos pero a la vez muy directos. Hacia la segunda mitad de la temporada, cuando la timia se vuelve más común, asistimos a efectos visuales de una belleza innegable. Arcoiris estallan ante unos personajes tan pasmados como nosotros, en planos de esos que no podéis ver en el móvil. Esta serie de Netflix ha de verse en la pantalla del televisor para disfrutarse como merece. Y ojo, que no todo es color y belleza, ya que no se escatima en muertes sangrientas... Y no solo de adultos.

Hijos de las ballenas

A pesar de esos momentos más duros, la serie reposa mucho en el concepto de los sentimientos y quizá ahí está una de sus principales debilidades: el abuso del melodrama y las emociones extremas que tanto gusta en la ficción japonesa se vuelve algo excesivo, hasta el punto de que pierde su valor. ¡No pueden llorar tanto los personajes, se nos van a deshidratar! En ese sentido, algunos de ellos son demasiado arquetípicos: el arisco solitario que en el fondo es el más noble, el buenecito que saca valor cuando sus amigos están en peligro... Y por supuesto, malos malísimos, que se obsesionan con un fetichismo para ocultar su traumático pasado.

A pesar de que pueda parecer algo infantilón en esos aspectos, este anime de Netflix tiene un carisma propio, que como decimos destaca en lo audiovisual. Su banda sonora es lírica y contagiosa (no os perdáis su opening y su ending) con un par de temas cantados que se os grabarán en el cerebelo.

Hijos de las ballenas

En definitiva, Children of the Whales es una serie bien construída, con más de un momento de brillantez que, aunque dista bastante de ser perfecta, puede incluirse en cualquier lista de los mejores animes de Netflix de la actualidad, junto a obras como Devilman Crybaby o B: The Beginning. Y os puede dar mogollón de ideas sobre colores para teñiros el pelo, que siempre es un plus.

VALORACIÓN:

Una serie en la que los sentimientos y la estética predominan. Aunque puede resultar algo cargante a algunos, su lírica consigue calar en el espectador.

LO MEJOR:

Su estilo visual y su música son cautivadores por momentos. El mundo y las reglas que crea son muy atractivos.

LO PEOR:

El exceso de melodrama puede echar para atrás al espectador menos paciente.
Hobby

80

Muy bueno

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