Crítica de Hogar, el thriller psicológico protagonizado por Javier Gutiérrez y Mario Casas

Desde el 25 de marzo está disponible en Netflix la nueva película de los hermanos Pastor, David y Àlex, que debutaron en el largo en 2009 con Infectados y en 2013 se alzaron con diversos premios gracias a su trabajo en Los últimos días.

Hogar, la película que nos ocupa hoy, es un thriller psicológico que trata de radiografiar a un personaje bastante peculiar: un tipo caído en desgracia que, después de haber moldeado los sueños de los otros por medio de su trabajo como publicista, ve cómo su vida se desinfla.

Tras un año en el paro, Javier descubre asombrado que no tiene ningún tipo de salida laboral. Su trabajo se ha quedado obsoleto y solo le salen entrevistas para puestos muy por debajo del que tenía. La precarización del mercado es evidente y eso hace que se tambaleen sus finanzas.

Su hijo no podrá seguir asistiendo a un colegio privado y él no tendrá más remedio que plantearse deshacerse de su coche y mudarse a un piso más pequeño y modesto junto a su esposa, que también tiene que ganarse su salario trabajando en la limpieza.

Estos son sus planes hasta que asiste a una charla en la que le proponen afrontar los problemas de frente y no negarse a sí mismo lo que se merece... De esta forma, Javier utilizará todo su talento para acercarse a los nuevos inquilinos del que fue su hogar para recuperar lo que un día fue suyo.

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El planteamiento y desarrollo de Hogar es el propio de cualquier película de sobremesa de las que tantas hemos visto ya. En realidad sus fortalezas son la realización y las interpretaciones de los protagonistas, especialmente la de Javier Gutiérrez, entregado de nuevo a un papel incómodo que genera repulsión desde el primer instante y recuerda en gran medida al que desarrolló en la película El autor.

Los hermanos Pastor tratan de generar inquietud en el espectador llevándolo varios pasos por detrás de las maquinaciones del protagonista, pero también arrebatándole la posibilidad de empatizar con él en modo alguno. A menudo lo vemos sencillamente acechando, en planos que nos lo muestran desde atrás, casi como si la cámara intentara descifrar sus pensamientos de forma infructuosa.

Hogar no es una película compleja y, de hecho, se hace algo larga para la tesis que trata de desarrollar, aunque hay algún que otro personaje secundario introducido para meterle algo más de acidez a la historia que sí consigue revolvernos las tripas.

Por su leve parecido a Parásitos, ha habido quien ha establecido comparaciones... pero os recomendamos moderar mucho las expectativas en este sentido ya que no tiene tantas capas ni se vale de tantos géneros distintos para abordar su temática. En realidad, se queda muy lejos de la cinta surcoreana que contaba con una dosis tan grande de humor negro como de drama social.

Con diferencia, lo más endeble de Hogar es su tramo final, en exceso poco pulido, precipitado y, lo peor, predecible.

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Deja mal sabor de boca por su falta de lógica y de verosimilitud y cierta sensación de pérdida de tiempo: al guión le habría venido bien mucho más riesgo en el desenlace ya que el planteamiento era el que contenía, en mayor medida, la crítica a la sociedad de consumo, la lógica salvaje capitalista de las empresas y las desigualdades ensanchadas por la falta de escrúpulos de quienes lo tienen todo sin llegar a valorarlo hasta que lo pierden.