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Crítica de Indiana, drama sobre nuestro sistema de creencias

Indiana
Crítica de Indiana, drama sobre nuestro sistema de creencias escrito y dirigido por Toni Comas que pasó por la pasada edición del Festival de Cine de Sitges.

Me voy a permitir una licencia personal al comienzo de este texto para poneros en situación respecto a la crítica de Indiana, la película de la que vamos a hablaros hoy y a la que hay dos cosas que pueden hacerle mucho daño: las expectativas si se confía en la sinopsis oficial, que induce a esperar una cinta de terror y/o un thriller sobrenatural y su carencia de medios. 

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La primera vez que me metí en uno de los bosques de laurisilva de La Gomera, el guía turístico nos recomendó que sencillamente nos diéramos la vuelta por un instante e intentáramos imaginarnos cómo sería vivir en ese entorno en soledad, con la vaporosa luz colándose entre las hojas de los árboles, la niebla formando un manto en el suelo y el musgo colonizando cada piedra mientras la brisa nos rozaba la nuca... "Quién no creería en fantasmas", nos decía. Y a todos se nos encogió el ombligo.

Toni Comas es un realizador español afincado en Nueva York y ha contado con un equipo internacional a su alrededor para poner en pie esta película, cuyo punto de partida es un documental que él mismo rodó en Indiana.

¿De qué trata la película Indiana? Pues bien, como avanza el título, nos desplaza a esa localidad para realizar una radiografía de su sistema de creencias. La América profunda es tierra fecunda para las supersticiones y las explicaciones paranormales de sucesos bastante ordinarios. Se conjugan en esas latitudes algunos coadyuvantes de que esto sea así: aislamiento, mucho tiempo libre, un nivel de estudios bastante bajo y cierto abandono institucional.

Son muchos quienes hablan con completa naturalidad de posesiones, fantasmas, casas encantadas, e incluso "violaciones de OVNIs" que hacen enrojecer a cualquier persona no ya escéptica, sino mínimamente razonable o que se exprese con propiedad, empleando términos adecuados para situaciones concretas.

Pero Indiana no señala con el dedo a esos individuos que tanto se parecen al Cletus de Los Simpson con la voluntad de poner en evidencia a un colectivo que de forma tan fácil podría ser carnaza sino que, más bien, de una forma muy sutil, iguala al espectador con esas personas a las que muestra en pantalla. Porque a fin de cuentas, el ser humano solo busca respuestas a preguntas complejas y un sentido a su vida. Sí, hay aquí quienes creen que un señor va a limpiarles la casa de malos espíritus (grandiosa la sesión de espiritismo con la muñeca) o que han sido raptados por aliens o entidades demoniacas, pero hace apenas un siglo la sociedad se arrojaba a la religión en busca de amparo y creía (y hay muchos que siguen creyendo) que el hombre salió del barro, por poner un ejemplo. 

El vehículo para contarnos esto es la relación entre un par de autodenominados Spirit Doctors que se dedican a ayudar a personas que han padecido episodios que no saben explicar por la vía racional. Ellos son Michael (Gabe Fazio) y Josh (Bradford West) y un buen día se toparán con un caso muy especial en el que la realidad es mucho más prosaica de lo que parece en un principio.

Indiana
Indiana

Esta temática se ha abordado con mayores ambiciones comerciales y especialización en el terreno del cine de terror mediante otras películas como Luces rojas o Insidious (recordareis a los entrañables Tucker y Specks). Pero, aún así, ese Michael ataviado con su chándal de Puma, casi siempre circunspecto y acosado por el fantasma de su ausente esposa y ese Josh rockero tienen algo memorable.

Al final, nos encontramos un curiosísimo retrato de ese desamparo tan nuestro que nos hace ser tan impertectos, crédulos y fantasiosos también. Para desesperación de quienes vayan con la idea de ver una película de miedo, esta cinta no va a satisfacerlos para nada, no persigue ese objetivo en absoluto. Tampoco es una de esas obras en las que cada detalle tenga un sentido, por lo que el arranque resulta demasiado lento, aunque sí hay cierto lirismo en su tramo final que le imprime un halo de tristeza y desazón profundo. Esas sensaciones se trasladan al espectador muy bien. 

En Indiana hay ideas buenas, pero se palpa la escasez de medios para plasmarlas. No obstante, el trabajo de dirección artística y de fotografía es encomiable. Respecto a las interpretaciones, destaca la del veterano Stuart Rudin en un papel que hace al espectador pasar por un arco de sentimientos muy variables: va del rechazo absoluto, al espanto y finalmente a sentirse conmovido. No es poco para una película tan pequeña, para sí quisieran muchas que cuentan con muchísimos más recursos hacernos pasar por un periplo emocional tan completo.

VALORACIÓN:

Si esperas una película de terror o thriller sobrenatural, Indiana te va a decepcionar, porque se desarrolla más en el terreno del drama que nos plantea cuestiones acerca de nuestro sistema de creencias. A pesar de su modesto presupuesto, el guión es lo suficientemente interesante como para darte algo en que pensar.

LO MEJOR:

Lo humano de la propuesta y su universalidad: todos buscamos respuestas y consuelo en alguna parte.

LO PEOR:

Acusa una enorme falta de ritmo y en su factura técnica se objetivan las carencias de presupuesto: tiene mejores ideas que medios para contarlas.
Hobby

60

Aceptable

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