Crítica de Justin y la espada del valor

Justin y la espada del valorse apoya en el mundo fantástico-medieval de los cuentos clásicos para presentar una historia entrañable y un tanto nostálgica sobre el sueño de un niño de convertirse en caballero. Y, desde luego, supone un salto exponencial para la animación española. Ha llovido mucho desde que en 2008 Manuel Siciliapresentara su primer largometraje,El lince perdidoy el equipo humano y el esfuerzo invertido en la película han conseguido dar un fruto delicioso.

La historia protagonizada por Justin nos sitúa en un reino en el que los caballeros han sido condenados al exilio. En su lugar, el poder lo detentan los abogados, auténticos burócratas liderados por su padre Reginald, el consejero de la corte. Su deseo es que su hijo siga sus pasos, pero él tiene en mente seguir el ejemplo de su abuelo sir Roland, uno de los caballeros del valor que defendió con su vida el reino ante el ataque de sir Heraclio.

Contraviniendo los deseos de su padre, Justin huye de su hogar para seguir su instinto, siendo instruido por los caballeros, un poco oxidados, que permanecen en un ostracismo obligado, al menos, hasta que las cosas se ponen feas y tienen que entrar en acción de nuevo.

Es evidente el poderoso salto que Kandor Graphics consiguió ya con La dama y la muerte, un cortometraje dirigido por Javier Recio Gracia nominado a los Oscar en 2010.

Ahora el proyecto era un largo, con todo lo que ello implica a nivel presupuestario, de trabajo y de empeño personal. Como nos comentaba Antonio Banderas, socio de la compañía y auténtico padrino de Justin, no hay marcha atrás cuando se empieza a trabajar y si ha salido adelante ha sido gracias a las preventas en más de cien países, razón por la cual la versión original de la película es el inglés. Si leéis los labios de los personajes os daréis cuenta de ello enseguida.

Su talón de Aquiles procede también de esa voluntad globalizadora: la trama principal no es excesivamente original en su planteamiento aunque por fortuna no se recrea en exceso en el drama familiar. Muy al contrario la película es divertida, dinámica y cuenta con abundantes guiños para los cinéfilos que han gozado con las aventuras de Indiana Jones en la gran pantalla y, de estar atentos, encontrarán referencias locales por doquier: la baraja española, el castillo inspirado en el Alcázar de Segovia o el regustillo de la Edad Media europea rediseñada con referencias actuales (sobre todo en la taberna que regenta Talía).

Muy remarcables son el diseño de los personajes, la creación y ensamblaje de los escenarios y el detallismo con el que se han tratado las texturas y la iluminación: las telas, el brillo del metal, la luz que entra tamizada por los ventanales, las sombras...

Y entre lo mayores aciertos de la cinta, está también la dirección del doblaje: en la versión original en inglés encontramos grandes voces como las de Charles Dance (Tywin Lannister en Juego de tronos), Rupert Everett, Mark Strong, Saoirse Ronan o Antonio Banderas, que hace doblete en castellano y que trabaja junto a Claudio Rodríguez (la voz de Charlton Heston) o Inma Cuesta.

 
Podemos decir, con la cabeza bien alta, que ha nacido más de un héroe en Granada, porque Justin camina a lomos de gigantes que nos más darán más de una alegría en el futuro: hay un gran equipo humano detrás de la película y la calidad de la que nos hacen disfrutar durante los 90 minutos de metraje es arrolladora. Coged a vuestros hijos, sobrinos y primos y llevadlos a soñar con vosotros al cine, no os arrepentiréis.

Decía Antonio Banderas en la entrevista que nos concedió en exclusiva que quería: “hacer de esta compañía (Kandor Graphics), una compañía de la que los españoles se sientan orgullosos”. Pues los pasos para alcanzar ese objetivo son los adecuados. O mucho me equivoco o el Goya a la mejor película de animación está prácticamente en sus manos.