Crítica de La mujer del espía, el thriller de espionaje de Kiyoshi Kurosawa

Nos desplazamos en el tiempo a los albores de la Segunda Guerra Mundial en Kobe, Japón, para hablaros de la nueva película de Kiyoshi Kurosawa: La mujer del espía. La película fue una de las galardonadas en la pasada edición del Festival de Venecia con Kurosawa viendo su labor como director premiada y siendo además una de las películas escogidas para formar parte de la Sección Perlas de la 68 Edición del Festival de Cine de San Sebastián.

Ha sido además una de esas películas cuya promoción se ha visto especialmente dañada por la pandemia dado que ha sido víctima de constantes atrasos hasta que, por fin, llega a nuestras salas para especial disfrute de los amantes del cine oriental.

Este thriller dramático se ubica en el año 1940 en Japón. La noche anterior al estallido de la Segunda Guerra Mundial, el comerciante local Yusaku Fukuhara, aficionado al rodaje de películas caseras, deja a su esposa Satoko (que actúa en ellas como protagonista principal) en casa y viaja a Manchuria con su sobrino. Ella sospecha que le es infiel y arde en celos ante la posibilidad de perderlo.

Sin embargo, Yusaku descubre un terrible secreto nacional, siendo testigo casual de un acto bárbaro, por lo que decide tomar medidas para revelarlo al mundo. Así se convierta al instante en un enemigo público y comienza a tener grandes dificultades.

El éxito o fracaso de sus planes recae en su mujer, Satoko, pero para ello necesita descubrir las verdaderas intenciones de su marido. Finalmente se ve en la encrucijada de defenderlo a toda costa como el hombre al que ama y con el que comparte su vida o delatarlo siendo fiel a su nación. Serán los registros cinematográficos de su marido los que hagan que se decante la balanza.

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La mujer del espía - Galería de imágenes (6 imágenes)

La mujer del espía no es una película fácil: arranca de una forma muy pausada y se precipita bastante al final, cambiando el ritmo de forma vertiginosa. De alguna forma, podríamos decir que estamos ante dos relatos bien distintos: hasta que se descubre el meollo de la trama y a partir de ese momento, donde arranca el verdadero thriller de espionaje.

Entre las fortalezas de la película, están sin lugar a dudas la puesta de escena, el diseño de producción y la fotografía de Tatsunosuke Sasaki. No hay detalle que no esté mimado para aportar información y belleza a las imágenes. Un buen ejemplo de ello es el vestuario, en el que impera el amarillo. Se trata de un color que, en Japón representa valores como la valentía, la elegancia y el refinamiento. Porque a fin de cuentas Yusaku y Satoko son la metáfora de la oposición a la barbarie y la deshumanización.

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Funcionan bien las interpretaciones, aunque no tanto en enganche emocional con el espectador. Yû Aoi (Kenshin, el guerrero samurái) trabaja de forma ejemplar en la película, pero su personaje tiene dificultades para despertar simpatía por su volubilidad al comienzo y su falta de fortaleza al final. Máxime siendo la protagonista de la película y en manos de quien queda en varios momentos la resolución de la trama. Pero es más problema del libreto que no le infunde carisma a Satoko, que de talento por su parte.

La mujer del espía tiene enjundia y Kurosawa dirige con solvencia buscando la perfección en cada plano e incluso haciendo un homenaje al cine negro por una parte y al cine como documento, por otro.  De hecho, ésta es probablemente la mayor veta de oro en un guión que resulta demasiado largo y que decide terminar de una forma en exceso dramática, rozando el patetismo.