Crítica de Ni No Kuni, la película de anime ya en Netflix

El anime de Ni No Kuni está producido por Akihiro Hino, presidente de Level-5, así que esperábamos una adaptación extremadamente fiel a los dos juegos de la saga (sin contar la entrega para Nintendo DS, que no llegamos a disfrutar en Europa). Y en cierto modo lo es... aunque no se trata de la versión de ningún videojuego. La película animada, que ya se puede ver en Netflix, presenta un nuevo elenco de personajes, una nueva historia y los dos mundos que ya conocemos. 

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Ni No Kuni significa "el otro mundo" y el argumento de la película se desarrolla entre este reino fantástico (el reino de Estivania que aparecía en Ni No Kuni II El Renacer de un reino) y el mundo real. Aunque apuesta por personajes desconocidos (un trío de adolescentes formado por Yu, Haru y su amiga Kotona) lo que sí se mantiene es el espíritu. Son jóvenes que están conectados con su "alter ego" en el mundo fantástico, y que pueden viajar entre ambos gracias a unos portales mágicos, que se activan cuando los protagonistas están en peligro de muerte. 

¿Se puede disfrutar de la película sin haber probado los juegos? Por supuesto que sí. No es sólo que la historia sea totalmente independiente, sino que todo queda bastante bien explicado, aunque como es lógico, los fans de los RPG van a encontrarse con una segunda lectura, más profunda. Lo que seguro que les llama la atención es que se ha adoptado un tono más oscuro y adulto, por momentos, con secuencias de combate y criaturas bastante más agresivas. Es una lástima, pero apenas hay rastro de ese tratamiento íntimo que recordamos, por ejemplo, de la historia de Oliver y Drippy del primer Ni No Kuni. 

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La trama toca los temas conocidos: como ya hemos dicho, los personajes vulnerables, el destino y el reino... pero ¿qué conexiones hay con los videojuegos? Seguro que el diseño de algunos escenarios os llama la atención, así como las razas que pululan por Estivania y un par de estatuas (si parpadeáis os las vais a perder). Se trata de una historia escrita por el mismo Akihiro Hino, y esconde un vínculo con Ni No Kuni II que no vamos a revelar para evitar los spoiler. 

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También nos encontramos con similitudes técnicas, que no juegan del todo en su favor. El nivel de la animación es muy similar al que vimos en las secuencias del videojuego. Mantiene la inspiración del Studio Ghibli (La princesa Mononoke, El viaje de Chihiro) en los diseños, pero es mucho más tosca en los movimientos, y los planos no son tan cuidados. En general, queda un paso por detrás de las producciones de anime que hemos visto últimamente, sin necesidad de compararlo con "mastodontes" como Your Name, que juegan en otra liga.

La banda sonora está compuesta por Joe Hisaishi, que es también el "compositor de cabecera" de Hayao Miyazaki. Es una interpretación de la orquesta filarmónica de Tokio, que ofrece variaciones sobre la BSO de los juegos, pero nunca llega a estallar con ese tema principal que brillaba en las producciones de Level-5 (aunque arroja unos acordes).

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Con todo, Ni No Kuni es una película entretenida, que mejora otras adaptaciones de los juegos del estudio (como la película de Profesor Layton) pero que nos deja una sensación agridulce por desaprovechar un material original tan potente. Después de haberla disfrutado en Netflix, ha sido difícil quitarnos de la cabeza lo que podía haber dado de sí una versión animada de La ira de la bruja blanca o El renacer de un reino, con todos los matices que se han perdido. 

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Como veteranos de los juegos, echamos en falta que se hayan introducido más únimos y personajes conocidos de las dos entregas, aunque sólo se tratase de un guiño para el espectador.