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Crítica de Stranger Things temporada 3, de estreno en Netflix el 4 de julio

Stranger Things 3
¿Te apetece darte una vuelta por Hawkins? Te invitamos a leer la crítica de la tercera temporada de Stranger Things, que desembarcará en Netflix el 4 de julio.

Stranger Things se ha convertido por derecho propio en uno de los grandes eventos del verano: después de una primera temporada que sorprendió a todo el mundo y de una segunda que fue recibida con auténtico regocijo por parte de los fans y los cazadores de referencias ochenteras, llega ahora una tercera tanda de episodios a Netflix.

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Son ocho en total, de una duración media de 50 minutos, y cuyos títulos detallamos a continuación: "Suzie, Do You Copy?", "The Mall Rats", "The Case of the Missing Lifeguard", "The Sauna Test", "The Source", "The Birthday", "The Bite" y "The Battle of Starcourt".

El gran leit motiv de esta tercera temporada de Stranger Things es el mismo con el que nos han venido machacando durante el último año: la pandilla de amiguetes ha crecido y ya no son niños, de modo que, salvo honrosas excepciones, las partidas de D&D ya van a quedar opacadas por el interés por el sexo opuesto y el rollo nerd va a encontrarse de bruces con las hormonas hirvientes de estos adolescentes. La trama transcurre en verano y todo eclosiona el 4 de julio, día de la independencia de los Estados Unidos, de modo que además la fecha de estreno coincide con un evento relevantísimo para la ficción (al igual que ha sucedido con el estreno de la segunda temporada de Dark).

Respecto al desarrollo de los personajes, digamos que es Once quien sufre una mayor transformación. Tras ser adoptada por Hopper afrontaba su "infancia perdida", pero ahora sigue tratando de encontrarse a sí misma iniciando un camino que la llevará a descubrirse más allá de lo que planean para ella su padre adoptivo o Mike.

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Max será la catalizadora de esos cambios en Stranger Things: una amiga incondicional que le permitirá empezar a descubrir los placeres más terrenales (y materialistas) sacándola de su reclusión, desde comer un helado hasta comprarse ropa nueva o simplemente pasear por el centro comercial.

Hablando en plata, ver la adolescencia de los integrantes del grupo es a veces un tanto enervante, como lo es también comprobar cómo cada uno de ellos lleva su propio ritmo y Will es el último en incorporarse a los cambios. Él vehicula de forma extraordinaria ese desencanto con las amistades que todos hemos vivido tarde o temprano. 

A paso de madurez mayor, encontramos a Steve, uno de los personajes más interesantes de la serie, que ha sabido evolucionar y ha recibido una fuerte cura de humildad. En esta temporada sigue aprendiendo, ahora no solo de su relación con Dustin sino también gracias a una compañera de trabajo Robin, con la que experimentará un buen cúmulo de emociones fuertes.

Porque, admitámoslo, lo que realmente más nos llama la atención de Stranger Things es la trama fantástica. Nada que objetar a los efectos especiales pero sí a dos aspectos tan relevantes como el ritmo al que se suceden los acontecimientos y su lógica interna. Es cierto que las historias personales son importantes, pero lo que viene del Upside Down también y, a pesar de lo megalómana que es la temporada en lo que a puesta en escena se refiere, le falta muchísimo gancho.

Por no tener, no tenemos siquiera un nuevo villano sobrenatural. La criatura fantástica, nutrida de cadáveres, es una masa que termina transformada en el Azotamentes. De modo que, a fin de cuentas, esta tercera temporada se percibe como una bisagra de cara a una cuarta tanda de episodios en la que al parecer se cerrará la historia de forma definitiva. En otras palabras: nunca nos creemos que el grupo esté en un peligro real y por tanto tendemos a desconectar emocionalmente de lo que pasa en pantalla.

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Las geniales referencias ochenteras de las dos temporadas anteriores se reemplazan ahora por pinceladas gruesas mucho más evidentes que hasta resultan incómodas (el momento de vergüenza ajena máxima viene de la mano de La historia interminable, pero mejor nos ahorramos el contexto para evitar incurrir en spoilers). Tenemos alusiones directas a Terminator, Regreso al futuro, Alien o La cosa, pero por desgracia están peor hiladas que en ocasiones anteriores al punto de que a veces carecen de sentido en el contexto de la narración. También hay una trama internacional a la que cuesta encontrarle la lógica... y que nos lleva a recordar series sobre teorías de la conspiración como Utopía.

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Donde sí encontramos motivos de goce nostálgico es en piezas como la publicidad ideada para la feria del 4 de julio, que realmente respira la atmósfera ochentera por los cuatro costados. Y el alcalde Kline no es otro que Cary Elwes (La princesa prometida).

Ojalá la tercera temporada de Stranger Things hubiera seguido esta senda durante más tiempo para hacernos partícipes de este espíritu. La sensación que deja es bastante decepcionante. Como la del final del verano, cuando echas la vista atrás y te das cuenta de todo lo que podrías haber hecho y se te ha quedado en el tintero. Los Duffer dan para más... Si quieren mantener enganchada a la audiencia necesitarán echar más carne al asador y, probablemente también desvincularse un poco de lo que ya nos han ofrecido para que no nos parezca todo un dejà vu.

VALORACIÓN:

La tercera temporada de Stranger Things reincide en los problemas que tuvo la segunda: no consigue ofrecer excesivas novedades en torno a una trama, que se recicla de nuevo, y hasta los arcos dramáticos de los personajes principales parecen repetitivos. Se deja ver, pero ha perdido gran parte de su encanto.

LO MEJOR:

Lo bien que trata el desengaño juvenil a través del personaje de Will: todos nos hemos sentido así en un momento dado de nuestras vidas.

LO PEOR:

La fórmula está agotada: hay incluso referencias ochenteras que "molestan" más de lo que cautivan la nostalgia.
Hobby

70

Bueno

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Etiquetas: Netflix