Crítica de Swallow, disponible desde hoy en Movistar+

Movistar estrena hoy mismo en su catálogo de cine bajo demanda Swallow, una película de lo más particular que supone el debut en el largo de Carlo Mirabella-Davis, que hasta el momento había realizado varios cortometrajes y un documental.

Se trata de una narración muy pulcra en la que se desarrollan una serie de conflictos que van emergiendo poco a poco y abriéndose paso en un mundo en el que, aparentemente, todo es perfecto. Bajo esa supuesta pátina de orden y control hay sin embargo un conflicto que no ha conseguido aflorar y que lo hará de la forma más inesperada.

Ya avisamos que no es una cinta apta para todos los públicos y que hay ciertas imágenes que pueden herir la sensibilidad de las personas que tengan o hayan tenido trastornos de la conducta alimentaria (o a quienes les den grima los desórdenes ligados a la ingesta de objetos y sustancias que no son comida). En cualquier caso, merece la pena darle una oportunidad, porque no son escenas gratuitas, sino que están justificadas para ilustrar un problema más profundo.

Protagonizada por Haley Bennett, a quien hemos visto en los últimos tiempos en cintas como Hillbilly una elegía rural o El diablo a todas horas, este drama psicológico gira en torno a Hunter, un ama de casa recién casada que descubre que está embarazada.

Su marido pertenece a un estrato social superior al suyo, lo que hace que sus suegros la ninguneen sin pudor y dejen ver que, de alguna forma, su hijo le ha hecho un favor al casarse con ella. Su suegra, directamente la acusa de ser una impostora que solo finge estar enamorada para medrar y tener una vida cómoda.

A pesar de portar una vida en su vientre, Hunter siente el misterioso deseo de tragar, digerir y recuperar objetos peligrosos para su salud y la del bebé, algo que desconcierta a la familia, que decide mantenerla vigilada de manera constante. Aunque desconoce el motivo por el que se siente tentada a realizar estos actos, pronto Hunter descubrirá cuál es la razón que le empuja a querer herirse a sí misma.

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Antes de entrar en materia para valorar la historia de Swallow en sí misma (escrita por el propio director), hay que elogiar los aspectos plásticos que la componen. Porque sin lugar a dudas uno de sus grandes atractivos es que es una película hipnótica desde el comienzo, con una fotografía que prima los colores puros, las imágenes diáfanas, llenas de luz y el preciosismo visual.

La dirección artística también va por ese camino, buscando las simetrías y los encuadres estudiados que hacen que haya un enorme contraste entre la metódica disposición de los elementos que se ven en pantalla y el desorden subyacente relacionado con una compulsión que lo desequilibra todo.

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A nivel argumental, hay una fascinación por el dolor autoinfligido con algún momento que se desliza hasta lo desagradable y escatológico, pero que responde a la metáfora de que la protagonista esté "tragando" con una situación que, por así decirlo, la degrada pero de la que cree ser merecedora. 

Swallow no es una película sencilla y puede que tampoco placentera por la bofetada que supone para su belleza formal el trastorno que oculta, pero es también una buena forma de denunciar la hipocresía imperante en determinados entornos sociales y de subrayar lo necesario que es lidiar con los fantasmas interiores, poniendo las cosas en su lugar y dejando que se cierren antiguas heridas. 

Como debut, desde luego, es una grata sorpresa tanto por el guión como por la dirección de los actores, especialmente de la protagonista, que carga prácticamente sobre sus hombros con todo el peso dramático de la historia y le aporta un toque de sofisticación y elegancia indispensable.