Crítica de la temporada 4 de Barry: la gran serie de Bill Hader y Alec Berg llega a su final

Barry ha vuelto a HBO Max con su cuarta y última temporada. La plataforma de streaming ofrece ya los dos primeros episodios titulados "Mecachis" y "El mejor lugar de la Tierra" pero no será hasta el 28 de mayo cuando lanzará el último y, por tanto, su definitivo desenlace.

De hecho, esa última pincelada se la guardan como oro en paño porque a la prensa solo nos han ofrecido los siete primeros episodios. A la vista de lo que hemos podido catar, no es de extrañar que hayan decidido salvaguardar las sorpresa de última hora. 

La primera conclusión que podemos sacar de la temporada 4 de Barry es que hay una coherencia interna brutal gracias a la dirección de todos los episodios que corren a cargo de Bill Hader puesto que ha decidido poner toda la carne en el asador a nivel de diseño de producción. Los juegos de cámara, las mezclas de escenarios y los límites que separan lo real y lo ficticio se difuminan más que nunca.

Para aclarar en qué momento arranca la temporada, vamos a hacer spoilers de la temporada 3 de Barry, de modo que no sigáis leyendo si no estáis al día.

La tercera temporada acababa con un cliffhanger colosal en el momento en el que Berkman decidía cargar con la culpa de los actos de Sally y entraba de lleno en la emboscada tendida por el señor Cousineau y el padre de su novia asesinada, Jim Moss. 

Todo ello le ha conducido a la cárcel y a rellenar muchas horas de televisión y prensa sensacionalista, para desgracia de Sally, que va a tener que arrastrarse bastante para recuperar algo de su maltrecha reputación. Barry sin embargo, no ceja en su empeño de recuperar su amor mientras que Hank y Cristóbal se asientan en Santa Fe, donde deciden arrancar un nuevo negocio.

En esta ocasión se alejarán de las drogas y emprenderán una nueva aventura internacional para importar tierra de alta calidad... ¡que tiemble el negocio inmobiliario! Eso sí, la figura de Barry, siempre asociada a su faceta de asesino implacable, va a abrir una brecha en el idilio de los dos traficantes.

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También vamos a ver cómo evoluciona la eterna relación de amor-odio de Barry y Fuches, que casualmente está en el mismo módulo carcelario. Pasarán del "te quiero" al "te odio y voy a destruirte" prácticamente de un abrir y cerrar de ojos, a veces incluso en el mismo episodio pero puede que lo más interesante sea ver las memorias de Barry y cómo se conocieron.

Además, como siempre, la clave es la interpretación entendida como reflejo del ego, pero también como terapia de la autoestima, vehículo desde el que lanzarse como impostor para dar una imagen aspiracional o como fórmula para narrar y comprender el pasado además de tener siempre una capa de humor negro que hace que algunas secuencias sean hilarantes.

Ojo a la puesta en escena: ya adelantábamos que es, probablemente, la temporada más cuidada en ese aspecto con ideas más complejas y difíciles de articular, que brillan por su composición y por su fluidez.

Bill Hader hace un trabajo fabuloso detrás de la cámara pero no podemos sino deshacernos en halagos por lo que hace delante de ella: se desnuda emocionalmente cuando lo requiere el papel, estalla en ira o en lágrimas y tiene una vena cómica desde un lugar muy oscuro que lo hace irrepetible como intérprete del personaje y como personaje-intérprete que se mofa de la industria.

Si en la tercera temporada de Barry encontrábamos líneas de guión que atacaban la volatilidad del mercado del streaming, la dificultad para salir adelante que encuentran las producciones independientes a pesar de su calidad y la necesidad de éxitos inmediatos (además de la dependencia de algoritmos y de la apropiación de ideas), aquí vamos a seguir ahondando en esas críticas.

Y no solo son críticas pertinentes y oportunas sino casi hasta necesarias: pocas ficciones tienen la sorna de ésta y a la vez hunden el escalpelo con tanta precisión. 

En resumidas cuentas: si aún no os habéis internado en esta serie, es el momento idóneo. Capítulos de media hora de duración, personajes entrañables y poliédricos, con una faceta perversa inusitada, mucha mala leche y una afilada reflexión sobre quiénes somos como individuos y como sociedad. ¡Barry lo tiene todo!