Crítica de A traición, el thriller de Tyler Perry para Netflix

Tanto va el cántaro a la fuente que, inevitablemente, en algunas ocasiones se rompe. Ese es el denominador común de las producciones que llegan a Netflix: unas reciben una exultante respuesta de los espectadores, véanse los casos de El Irlandés o Klaus; otras se limitan a ofrecer contenidos que cumplen para su target, como el lanzamiento de 6 en la sombra; y otras, cómo no, se estrellan en un pozo de contenidos irrecuperable.

Netflix estrena A traición (A Fall From Grace), la última película del director, guionista y actor Tyler Perry. Una apuesta por el thriller romántico con Crystal Fox, Phylicia Rashad y Bresha Webb, entre otros, de la que su autor se vanagloria afirmando que fue rodada en tan solo cinco días. La primera pista para adivinar en cuál de los tres sacos podemos incluirla.

La película de Tyler Perry nos cuenta la historia de Grace Waters (Crystal Fox), una mujer bandera de su comunidad que es acusada de haber asesinado a sangre fría a su nueva pareja. A la espera de un trato con el fiscal que le promete una condena de cadena perpetua, la joven defensora del Estado Jasmine Bryant (Bresha Webb) decide luchar por su inocencia hasta el final y descubrir la verdad en el que será su primer juicio hasta la fecha. Una historia de suspense, romanticismo y, sobre todo, falsas apariencias que, de haber recibido el adjetivo «fatal» en el título, podría haber ocupado la parrilla televisiva en uno de esos telefilmes interminables sacados de los 90 para emitir el sábado al mediodía.

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La vida de Grace es una tortura: abandonada por un exmarido que decide quedarse con su secretaria, sin apenas noticias de su único hijo y con una nueva ilusión romántica, la del apuesto fotógrafo Shannon (Mehcad Brooks), que termina convirtiéndose en la mayor pesadilla de su vida. Un personaje clásico en el cine de Perry que camina por todos los lugares conocidos para lograr nuestra empatía. Incluso pretende convertirse en una metáfora contra la inocencia, pero el tratamiento es tan inexistente que su única esperanza es recibir la medalla de película «tan mala que es buena». Y aquí, quedarse a medio camino es la perdición.

Por otro lado, tenemos a Jasmine Bryant, la novata que promete coger las riendas de la película y defender la figura de la mujer protagonista fuerte que se echa la trama a la espalda. La historia de la joven inexperta cuya pasión debe remover corazones y llenarlos de esperanza. Pues ni una ni la otra: estamos ante un personaje tan irritante que en el acto final termina siendo insoportable en las manos de una interpretación absolutamente olvidable. Nunca sabremos si el propósito de su autor era llegar al reflejo de la más pura incoherencia millenial, pero la carga dramática que soporta hunde sus posibilidades en el fango.

Todo el misterio que pretende construir durante los primeros compases de la película desaparece con anticipaciones que resuelven el clímax con más de una hora de antelación. No hay sorpresas, ni siquiera motivos que justifiquen el enredo de flashbacks inexplicablemente densos que concluyen en una fiesta de sangre para llevarse las manos a la cabeza. La narración es una rémora insalvable que ni Crystal Fox, ni el irreverente personaje de Bresha Webb, ni los músculos sin camiseta de un Mehcad Brooks que se pasea desnudo durante la práctica totalidad de sus escenas pueden sobrepasar. Las decisiones de sus personajes son llevadas a extremos tan ridículos que, prometemos, conseguirán arrancar más de una carcajada de incredulidad.

Nos enfrentamos a un melodrama exacerbado con una trama que se agarra a todos los clichés habidos y por haber, unas interpretaciones cuya dirección dejan todo por desear y una selección de planos que podría salir de un trabajo de carrera. Vista la premura en el rodaje, como decíamos, el resultado es el esperado. Incluso tendremos easter-eggs en forma de extras que deciden mirar directamente a cámara durante minutos esperando al corte, repeticiones de planos concatenados y efectos especiales que sonrojarían al cine de los 70. A traición es definitivamente, uno de los estrenos más flojos de lo que llevamos de año.