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Crítica de La vida es bella - Especial cine de los 90

La vida es bella
Analizamos La vida es bella, la obra maestra de Roberto Benigni que se estrenó en 1997 y que ganó 3 premios de la Academia con su peculiar visión del Holocausto.

Cuando hablamos de cine de los 90, nos vienen a la memoria muchas grandes obras que se estrenaron en aquella década. De entre todos los géneros que se abordan en el cine, uno de los más recurrentes es el cine bélico o de época bélica. Los 90 nos dejaron grandes cintas como Salvar al soldado Ryan, La delgada línea roja, La lista de Schindler o la película que abordaremos hoy y que no dejó indiferente a nadie entonces, y no lo hace hoy en día, La vida es bella.

Si no sabemos mucho de cine y si nos presentan la película por su cartel, lo primero que vamos a pensar es..."pastelada". Si conocemos el estilo de Roberto Benigni, lo que pensaremos es "comedia romántica". Pues no, amigos, La vida es bella es una fábula que nos va a transportar a una época muy convulsa donde el ser humano estaba muy ocupado volviéndose loco. El propio narrador nos pondrá en contexto nada más comenzar la película. A partir de aquí puede haber spoilers, así que os sugiero encarecidamente que veáis antes la película.

Esta es una historia sencilla, pero no es fácil contarla. Como en una fábula, hay dolor, y como en una fábula, está llena de maravillas y de felicidad.

Una visión única 

Para comprender el estilo único de La vida es bella, hay que comprender primero a su director, guionista y protagonista: Roberto Benigni. Él es, principalmente, un humorista. Su herramienta principal es hacer reír a la gente. Por ese motivo sus amistades cercanas trataron de disuadir a Benigni de realizar la película, ya que el humor y el Holocausto no eran algo que casase especialmente bien. De hecho, se le insinuó que su público no iba a estar interesado en un fllm de esas características.

El hecho de ser gentil y no judío también suponía un reto para Benigni, puesto que para muchos parecía una ofensa que una persona no judía realizara una obra sobre el Holocausto. Sin embargo, Benigni siguió adelante documentándose y pidiendo consejos al Centro de Documentación del Judaísmo Contemporáneo de Milán.

Dos tramos muy claramente definidos

Si diseccionásemos La vida es bella, podríamos sacar dos películas más cortas, ya que sus dos tramos, a pesar de estar evidentemente relacionados, son tan diferentes que parecen dos películas aparte. Durante aproximadamente los primeros 45 minutos de cinta la historia girará en torno al personaje de Roberto Benigni, Guido Orefice y su historia de amor con Nicoletta Braschi, Dora.

Este segmento de la película está lleno de color. A pesar de que Italia está sumida en el fascismo de Mussolini, los protagonistas viven relativamente bien. También es el segmento donde Benigni está más suelto con su faceta humorística y podremos disfrutar de bromas y gracietas varias mientras el intrépido tunante agasaja a su amada. Este tramo es más una comedia romántica que otra cosa, pero, para no olvidarnos de en qué momento estamos, Benigni se encargará de cortar algún momento con la dura y cruda realidad.

La vida es bella

En el segundo segmento todo se vuelve más oscuro. El propio filtro de color se torna en azules plomizos y grises para dejar claro que no están en un lugar feliz. Es aquí donde la película gana enteros, pero para comprenderlos es necesario haber visto el primer segmento. Aquí la actuación de Benigni alcanza otro nivel, y no lo podría haber conseguido sin la impecable actuación del por aquél entonces pequeño Giorgio Cantarini que interpreta magistralmente la inocencia de la infancia.

Amor ante y tras las cámaras

El amor es uno de los principales mensajes de La vida es bella. La pareja conformada por Guido y Dora destila muchísima complicidad en pantalla y por un buen motivo. Roberto Benigni hizo que su esposa, Nicletta Braschi, interpretase el papel de Dora. Braschi también es actriz, por lo que Benigni no tenía que temer por parte de la interpretación de su mujer. La química que destilan en pantalla nos deja comprender que el amor que se profesan sus personajes no conoce barreras.

La vida es bella

El personaje de Braschi pasa a un segundo plano durante el segundo tramo de la película, quedando reducido a tres o cuatro apariciones con apenas diálogos. No obstante, aparecerá en la que posiblemente es una de las mejores escenas de la película.

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¿Mofa o respeto?

Tras el estreno de La vida es bella en 1997, Benigni se enfrentó a ciertos sectores que criticaron la forma en que "frivolizó el Holocausto". Desde el comienzo, Benigni se mostró en total desacuerdo con dichas críticas. La inspiración de Benigni para escribir el guión de la película fue el libro In the End, I beat Hitler, de Rubino Romeo Salmonì, un superviviente de Auschwitz que ya incorporó toques de humor negro e irónicos a su historia.

La vida es bella

Benigni mantiene, además, que siempre ha tratado de diferenciar La vida es bella de una película documental sobre el Holocausto. Para ello incorporó varias incoherencias históricas en la película, que le permitieran distanciarse. Un ejemplo son algunas incorrecciones en los uniformes alemanes. Pueden parecer errores de vestuario, pero no lo son. El propio padre de Benigni estuvo encerrado en un campo de trabajo nazi hasta la llegada de los aliados a Italia, por lo que no cabe duda que lo último que quiere el director es mofarse de aquella situación.

La esperanza en el lugar más oscuro de la Tierra

El principal fuerte de la película, no obstante, es el tremendo esfuerzo de Guido Orefice por ocultar a su hijo Giosuè Orefice la aterradora realidad del lugar al que son trasladados por las SS. Guido no duda en convertir a ojos de su hijo el campo de prisioneros en un juego en el que todos participan. Durante todo el segundo segmento, Guido encubre las calamidades que sufren los prisioneros judíos del campo con "pruebas" del juego en el que se ganan o pierden puntos.

A pesar de que se escuchan disparos y se ve algo de sangre, en ningún momento nos muestran ninguna ejecución, otra de las cosas por las que Benigni quería distanciarse de las películas cuyo rigor histórico era más claro. Guido mantendrá la esperanza hasta casi el final, cuando ya no podrá hacer más para huir de las SS durante la "limpieza" del campo. Sin embargo, incluso en estos instantes, Guido protegerá la inocencia de su hijo.

El racismo en Italia

Aunque durante el primer segmento todo es más florido y alegre, Benigni no desperdiciará la ocasión de mostrarnos los actos deleznables que el racismo inculcado por el régimen de Mussolini en Italia provocaba a la gente que no pertenecía a la "raza superior". Pintadas en negocios, o directamente la prohibición de la entrada de los judíos a muchos establecimientos.

El propio tío de Guido, Zio Eliseo, interpretado por Giustino Durano, es atacado por "los bárbaros", y su caballo será objetivo de los vándalos en las últimas escenas del primer segmento de la película. Eran tiempos en los que no se sabía en quién se podía confiar, y en los que tu condición política o religiosa podían poner en peligro tu vida.

Interpretaciones de lujo

Ya hemos comentado la brillante interpretación de Roberto Bengni así como la de su esposa Nicoletta Braschi. El tercer protagonista es sin lugar a dudas el pequeño -por aquél entonces- Giorgio Cantarini, que interpreta a Giosuè Orefice, el hijo de Guido, quien gracias a su padre pudo vivir bastante ajeno a las crueldades que se sucedían a su alrededor en el campo de prisioneros. Cantarini nos regaló algunas caras entrañables, de esas que solamente un niño puede poner.

La madrileña Marisa Paredes tiene un pequeño papel en el film como madre de Dora. En principio dura e inflexible pero, cuando se convierte en abuela, mucho más afable. Giustino Durano es, como hemos comentado, Zio Eliseo, el tío de Guido, un veterano director de hotel que trata de vivir ajeno al horror que le rodea, con una educación exquisita que mantendrá hasta el final.

La vida es bella

La vida es bella recibió 3 premios de la Academia de los 7 a los que optaba: Mejor Actor para Roberto Benigni, Mejor película de habla no inglesa, y Mejor banda sonora original por el inconfudible libreto compuesto por Nicola Piovani. Como decimos, no es una película que os deje indiferentes. Su poderoso mensaje y la fuerza de sus interpretaciones hacen que sea una obra indispensable para cualquier cinéfilo.

Y si os habéis quedado con ganas de más cine de los 90 no dejéis de pasaros por nuestro especial cine de los 90 para ver nuestros análisis.

VALORACIÓN:

Una película indispensable para cualquier filmoteca que se precie. Las interpretaciones, el mensaje intrínseco en todo el film, y la capacidad de Roberto Benigni de arrancar una sonrisa del lugar más oscuro de la tierra convierten a La vida es bella en una obra única.

LO MEJOR:

Las interpretaciones de Roberto Benigni y de Giorgio Cantarini. El poderoso mensaje que manda el guión desde el prncipio.

LO PEOR:

Las imprecisiones históricas, que Benigni implantó en el film por respeto, pueden hacer que algunos espectadores se extrañen en ciertos momentos.
Hobby

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Obra maestra

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