Crítica de West Side Story, la nueva versión de Steven Spielberg

Por fin se ha hecho realidad el sueño de Steven Spielberg, que ha peleado muy duro durante muchos años para sacar adelante su propia versión de West Side Story.

Se trata de un remake del clásico del 61 que a lo largo de dos horas y 36 minutos desarrolla la historia de amor prohibido entre dos jóvenes de diferentes procedencias y la rivalidad entre dos bandas callejeras, los Jets y los Sharks, que culmina en tragedia.

Es decir, que es una suerte de traslación de Romeo y Julieta a un contexto social distinto, aunque la idea principal no deja de ser la misma.

Después de innumerables versiones musicales, habrá quien se pregunte si había algo que aportar como para realizar una nueva adaptación y la respuesta tras salir de la sala de cine es muy clara: por supuesto que sí.

Lo primero que hay que alabar de West Side Story es el casting: Rachel Zegler y Ariana DeBose lucen ambas espectaculares gracias al enfoque que se le da a sus respectivos personajes y a su talentazo a la hora de cantar y expresarse por medio de su gestualidad.

Sobre la puesta en escena, se podría escribir toda una tesis doctoral. A estas alturas decir que Spielberg rueda de maravilla puede resultar redundante, dado que es uno de los grandes maestros del séptimo arte, versátil y siempre abierto a la innovación, pero no hay que dejar de señalar que mima cada plano, cada encuadre y cada movimiento de cámara para introducirnos en las calles de Nueva York.

Llaman poderosamente la atención los cuerpos de baile, que se mueven como vibrante magma, así como las bellísimas composiciones de color con los latinos acaparando la gama de los tonos calientes que van del rojo al amarillo y los locales explotando la de los tonos fríos del verde al azul para marcar los límites de su territorio y las áreas de conflicto.

Spielberg además apuesta por rodar muchísimo más en exteriores y por mover la cámara de formas inauditas para meternos de lleno en la disputa. Destaca en este sentido el plano secuencia del arranque así como el encontronazo en la azotea por no mencionar la coreografía de la gran pelea, que arranca y finaliza con sendos planos cenitales que le sacan partido hasta a las sombras.

Estamos, como decíamos al comienzo, muy familiarizados con este musical, pero aún así se las ingenia para sorprender con varios números actualizados y tremendamente emocionantes como es el caso de "María" y "Tonight", aunque sea imposible no reconocer la plasticidad y encanto de "One Hand, One Heart" y la fuerza desbordante de "América", dos clímax sensacionales.

Todo ello puesto al servicio de su mensaje universal de rechazo a la violencia y con una pareja protagonista que desprende buena química. El casting de los intérpretes principales, capitaneados por Rachel Zegler y Ansel Elgort no podría ser mejor, aunque entre los secundarios sí que se eche en falta algo más de gancho.

Hay que destacar, además, que buena parte del metraje se ha rodado en español, lo que le ha permitido al guionista Tony Kushner (Lincoln) sacarle un enorme partido a los diálogos e incluso afinar aún más el sentido del humor para llegar al público hispanoparlante.

En suma, que a nadie le alarme la baja recaudación de West Side Story en Estados Unidos. Tengamos en cuenta que es una película que llega a destiempo en un momento en el que el género musical está claramente de capa caída (han sido fracasos En un barrio de Nueva York, Cinderella o Querido Evan Hansen) y lo que reúne a las masas en la sala de cine es, por encima de todo, el cine de superhéroes. 

El buen arte, por fortuna, es inmortal y lo que no le reconozca al maestro la taquilla, se lo reconocerá el propio paso del tiempo y quizás los premios (por ahora lleva cuatro nominaciones a los Globos de Oro y 108 en total en distintos certámenes).

Spielberg se ha dejado la piel en este proyecto y ha sabido darle un aire nuevo sin perder la esencia: esos son dos valores incuestionables de esta West Side Story que da más de una lección de buen cine.