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Harry Potter y el prisionero de Azkaban - Crítica de la película

Clara Castaño Ruiz

Harry Potter y el prisionero de Azkabán
A ser mago no se aprende en cinco minutos y por eso volvemos a Hogwarts por tercera vez para acompañar a Harry, Ron y Hermione. En una nueva etapa de sus vidas, tendrán que enfrentarse a sus peores pesadillas para alcanzar la luz y la tranquilidad.

En el año 2004, sólo un año y medio después del estreno de Harry Potter y la cámara secreta, llegaba a los cines Harry Potter y el prisionero de Azkaban. Dirigida por Alfonso Cuarón, la película supo equilibrar perfectamente el espectáculo y la narrativa para dar un sentido dramático a la saga del mago de Hogwarts. El guión fue escrito por Steve Kloves y se basa en la tercera novela de J.K. Rowling. Para su escritura se tomaron bastantes licencias y hay algunos cabos sueltos, pero eso no siempre es malo a la hora de adaptar un libro o videojuego a la gran pantalla. 

La elección de Alfonso Cuarón como director de esta tercera película de la saga, resultó toda una sorpresa. ¿Quién iba a imaginar que el realizador mexicano encajara también en este universo? De hecho, a muchos se les olvidaba una de sus primeras películas: La Princesita, en la que ya había demostrado que tenía buen ojo para mezclar magia y fantasía. 

Los que no pueden ser nombrados

En Harry Potter y el prisionero de Azkaban nos encontramos con Harry, Hermione y Ron en su tercer año de enseñanzas en Hogwarts y en un momento crucial en sus vidas, el paso hacia la madurez, con todo lo que eso conlleva: rebeldía, negación, despertar sexual y la necesidad de hacer frente a nuestros peores miedos para seguir hacia delante. Si las hormonas disparadas no fueran suficientes, se verán involucrados en un gran misterio: Sirius Black, un peligrososo mago "colaborador" de Lord Voldemort, se ha fugado de la prisión de Azkaban para dar caza a Harry y acabar con su vida. 

Dejando de lado el colorismo y la alegría de los dos primeros trabajos, el prisionero de Azkaban se volvió una película más oscura. Sí, sigue manteniendo todo su humor y fantasía, pero desde los primeros minutos en los que la imagen adquiere un tono grisáceo, sabes que algo ha cambiado. Los niños han dejado de serlo y, como hemos dicho antes, tienen que lidiar con preocupaciones propias de adolescentes. Además, las relaciones entre todos los personajes van dejando pistas de lo que veremos en el futuro.

Si en las anteriores películas Harry siempre iba acompañado de Hermione y Ron, en el Prisionero de Azkaban se convierte en el auténtico protagonista. Es Potter quién lleva todo el peso de la acción con sus miedos, inseguridades y travesuras. Por supuesto, en algunos momentos se verá acompañado de sus amigos, pero en esta ocasión lo veremos solo o entablando una relación muy cercana con el profesor Lupin del que va a aprender importantes enseñanzas.

Del gótico inglés y otras criaturas mágicas

Cuando Alfonso Cuarón tomó el testigo en Harry Potter y el prisionero de Azkaban, tenía una difícil tarea: sustituir a Chris Columbus, director de Harry Potter y la Piedra filosofal y Harry Potter y la cámara secreta. Columbus había adaptado casi literalmente las dos novelas de J.K. Rowling y había creado su propia imaginería para la franquicia. Su trabajo había sido muy bueno, especialmente en la primera película, pero en algunos momentos le faltaba algo de chispa. Sin embargo, el director mexicano que nunca había leído ninguna de las novelas, logró que sintiéramos la magia en cada instante, los estados de animo de los personajes y la sensación de peligro. El prisionero de Azkaban es puro espectáculo, pero con sus momentos íntimos y más pausados que nos ayudan mejor a entender por lo que está pasando Harry Potter. 

Harry Potter y el prisionero de Azkaban

Sin duda, Cuarón hizo suyo el proyecto y lo llenó de metáforas sobre la vida, el paso del tiempo, nuestros miedos y cómo ser capaces de superarlos. La rabia, el odio, la traición y lo que a veces parece, pero que no es, están muy presentes a lo largo de las dos horas y quince minutos que dura la película. Precisamente, ese metraje tan reducido en comparación con las otras películas, fue una de las cosas que más chocó en su momento si tenemos en cuenta que El prisionero de Azkaban era la novela de J.K. Rowling con más páginas. En ciertos momentos, se echa en falta un poco más de duración para explicar mejor algunos elementos como la historia de los Merodeadores o el ciervo espectral en medio del lago. 

Esta tercera película sigue siendo una de las mejores de la saga, no sólo por Cuarón, sino también por los actores que aparecen en ella. Se nota la evolución interpretativa de Daniel Radcliffe y el resto de jóvenes actores, pero lo que es una delicia es poder disfrutar con Emma Thompson, Gary Oldman, David Thewlis, Alan Rickman y Michael Gambon en la misma película. Tengo que confesar que el papel de Thompson no es el que más me gusta de la actriz. Me parece que está un poco exagerado en algunos momentos y hasta paródico, pero se lo perdono. En cuanto a Michael Gambon, era la primera vez que hacia de Dumbledore tras la muerte de Richard Harris y, aunque su papel es pequeño si lo comparamos con otras películas, supo hacer perfectamente su trabajo y comenzar una nueva era para el personaje. 

No quiero dejar pasar la oportunidad de hablar sobre el diseño de arte y la música. Alfonso Cuarón utilizó mucho más los exteriores que su antecesor y eso nos permite conocer cómo son los dominios en los que se encuentra Hogwarts. Ya conocíamos el campo de Quidditch, la cabaña de Hagrid o el Bosque Prohibido, pero gracias al prisionero de Azkaban conocemos que la escuela está situada sobre una empinada ladera con vistas a un lago de aguas cristalinas. Al girar hacia un estilo más sombrío, el arte también se vuelve más oscuro y así, por ejemplo, nos vamos a encontrar con que Hogwarts es de arquitectura más gótica. Ya sabéis, Edad Media igual a Edad Oscura. Para acrecentar esta sensación gótica, aparecen murciélagos, pasadizos secretos, transformaciones grotescas y el uso de velas que se asemejan a columnas vertebrales. Dentro de Hogwarts también nos encontramos con algunas referencias pictóricas reales, aunque en este caso son más renacentistas y barrocas, alejándose de lo que es la estética gótica. Si os fijáis bien, podéis ver un retrato de Rembrandt y también de Ana Bolena. 

Si el arte tiene su simbolismo en la película, lo mismo sucede con las criaturas fantásticas que aparecen en ella. Los dementores son muy parecidos a la Parca y se alimentan de nuestros malos pensamientos. Por su parte, el hipogrifo es una criatura legendaria que simboliza la unión entre el cielo y la tierra al ser mitad caballo y mitad águila. Son unas criaturas adorables, si las sabes domar.

Para concluir, hay que hablar de la excelente banda sonora de John Williams. El compositor norteamericano creador de obras tan maravillosas como Tiburón, Star Wars, Indiana Jones o La Lista de Schindler, se encargó de la música de Harry Potter y el prisionero de Azkaban, después de no haber ejercido de líder en Harry Potter y la Cámara secreta. Se compusieron nuevos temas y se reutilizaron algunas composiciones como el famoso Hedwig de La piedra filosofal. Para muchos críticos, fue uno de los mejores trabajos de John Williams en años y eso le sirvió para ser nominado a los Oscar y seguir sumando récords a su carrera. 

Harry Potter y el prisionero de Azkaban

¡Bienvenidos un año más a Hogwarts!

En los próximos días seguiremos analizando todas las películas de Harry en nuestro especial críticas de Harry Potterpara que estéis al día de cara al estreno de Animales Fantásticos y dónde encontrarlos. Seguro que Albus Dumbledore está encantado de teneros de nuevo en Hogwarts. ¡No guardéis vuestra varita por mucho tiempo!  

 

VALORACIÓN:

Harry Potter y el prisionero de Azkaban sigue siendo una de las mejores películas de la saga al dotarla de magia y al mismo tiempo de humanidad. Alfonso Cuarón hizo suya la película para ofrecernos un relato siniestro y emocionante en el que nos podemos ver reflejados en cada duda. Localizaciones, música y arte están a buen nivel.

LO MEJOR:

El salto hacia la oscuridad y su estética gótica. Tener en una misma película a Gary Oldman, David Thewlis, Emma Thompson y Alan Rickman.

LO PEOR:

Baches en el ritmo que hacen que se acelere en la última hora de metraje. De las tres primeras películas, es la que menos se parece a los libros.
Hobby

86

Muy bueno

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