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House of Cards - Crítica de la temporada 6 y final de la serie

House of Cards
Crítica de la temporada final de House of Cards, el drama protagonizado por Robin Wright y Diane Lane ya disponible a través de Movistar + bajo demanda. ¿Qué pasará tras la marcha de Kevin Spacey?

Después de la tormenta del escándalo de Kevin Spacey y que propició que fuera barrido de la película de Ridley Scott Todo el dinero del mundo, la serie House of Cards estuvo a punto de hacer honor a su título y desplomarse cual baraja de cartas sostenida sobre un endeble equilibrio, pero, milagrosamente, salió adelante una sexta temporada en la que se decidió eliminar por completo al carismático personaje central: ese anticristo político llamado Frank Underwood, que tan pronto orinaba sobre un crucifijo como hacía apartes en los que se mofaba de sus contrincantes tomando a la audiencia como cómplice de sus fechorías.

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Las decisiones para sacar adelante esta sexta temporada de House of Cards han sido salomónicas, tal y como expresaba la propia Robin Wright en una entrevista para Variety: "La historia de Claire siempre estuvo previsto que fuera por separado, porque él se iba a trasladar al sector privado mientras ella iba a ser presidenta. Iban a vivir en dos territorios diferentes, como si fuesen dos series separadas. Así que nada de la historia de ella ha cambiado en realidad".

¿Cómo ha afectado la salida de Spacey a la ficción? De facto, el gran misterio de esta sexta temporada es cómo murió Frank Underwood y quién se hará con su legado, así que su sombra sigue planeando sobre la presidenta Claire Hale. Su imagen nunca aparece ni se escucha su voz, solo se oyen sus palabras a través de voces interpuestas y ni siquiera llegamos a verlo en los recuerdos de su esposa.

Es más, si House of Cards se caracterizaba por moverse en todo momento en dos planos distintos (el lingüístico y el metalingüístico), ahora añade una capa más al introducir mensajes que sobrepasan las consideraciones políticas y su eco en la realidad (injerencias rusas, influencia de la tecnología, problemas diplomáticos, creación de falsas alarmas y juegos de poder en el gobierno) para abarcar también aspectos de género como los prejuicios y expectativas de los propios espectadores respecto a la ficción.

Así se alude a las "peleas de gatas" e incluso se da un sentido al propio título de la serie, aludiendo a los famosos cuadros que tienen en común a niños observando un castillo de naipes a punto de derrumbarse, como los personajes de la serie y a la postre nosotros mismos como audiencia pasiva pero ojo, que también parece haber "recados" hacia lo ocurrido con alusiones al tóxico legado del presidente que traspasan la pantalla.

House of Cards 6a

Son ocho episodios los que componen esta última temporada de House of Cards y dos personajes los que se baten en duelo de muerte: Claire Hale y Doug Stamper. A fin de cuentas, son los únicos supervivientes de la era Underwood que tienen la capacidad de echar tierra sobre el difunto o desenterrar sus pecados.

Pero, como ya nos pasó en temporadas anteriores, no hay brújula moral a la que agarrarse: el espectador está huérfano de referentes positivos o de personajes "limpios", porque todo está infectado por la fiebre de poder. Así lo ejemplifica de maravilla el vicepresidente, que llega a decir en un momento dado que ha sido "tan demócrata como republicano cuando ha sido necesario" y que rehará su "carrera política cuantas veces se vea obligado a ello": no hay más que egoísmo y un "sálvese quien pueda".

Como ya avanzábamos, la serie sigue siendo HIPERcrítica con la realidad política del país: el episodio dedicado a la contaminación propiciada por la empresa Sheperd nos remite directamente al escándalo de Flint que Michael Moore ha denunciado públicamente en su documental Fahrenheit 11/9 (señalando y con razón la vergonzosa respuesta demócrata encarnada en el paripé de Obama) y la utilización de un presidente como títere de una gran corporación queda bien expuesta en la medida en la que atan en corto a Claire al comienzo de la temporada. Así que dos constantes como son la polarización del voto y el desencanto hacia la democracia están reflejados a la perfección.

Y, por supuesto, la perspectiva de género es una constante a lo largo de toda esta nueva tanda de episodios. El personaje de Wright es tan oscuro, que sus reivindicaciones de igualdad chocan de frente con la utilización de su feminidad para perpetuarse en el poder, manipular a quien le viene en gana y a la postre hacer su santa voluntad porque a fin de cuentas es una déspota que se vale de todas las armas que tiene a su disposición para lograr sus fines y ser mujer es una más. Con todo y con ello hay parlamentos memorables que salpican estas ocho horas de material en las que se echa en falta una resolución más contundente y también algo del humor sarcástico que impregnaba el arranque de la serie.

Decir mucho más de la temporada final de House of Cards, es reventarla y no es nuestra voluntad. Nuestro consejo es que la veáis: da muchas vueltas, a menudo a cuestiones que no llegan a ninguna parte y hay un giro final difícil de tragar, pero Robin Wright hace que el viaje sea alucinante y, aunque se aprecien agujeros de guión, hay reflexiones tan bien tiradas que es difícil dejar de mirar hasta el mismísimo final. 

VALORACIÓN:

Solo parcialmente satisfactoria, la última temporada de House of Cards propone un cierre en falso en el que quedan muchos interrogantes sin respuesta. Sí que propone interesantes debates acerca de la actualidad política y de los prejuicios de género, pero no consigue zafarse de la sombra de Frank Underwood.

LO MEJOR:

Robin Wright sigue siendo aterradora en su rol de Claire Haile: nunca sabes qué está pensando ni qué va a hacer, lo que la hace hipnótica.

LO PEOR:

Hay un salto temporal en un momento dado que hace que todo se vuelva muy inverosímil. Da la sensación de que faltara material.
Hobby

70

Bueno

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