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Proyecto Lázaro - Crítica de la película de ciencia-ficción de Mateo Gil

Proyecto Lázaro
Crítica de la película de ciencia-ficción Proyecto Lázaro (Realive) dirigida por Mateo Gil y protagonizada por Tom Hughes, Charlotte Le Bon y Oona Chaplin. En cines a partir del 13 de enero de 2017.

Mateo Gil se interna, con grandes ideas, en el terreno de la ciencia-ficción con Proyecto Lázaro, una película que se aleja bastante de la perfección y que se va desinflando al final... Y eso que consigue sacarle brillo al corto presupuesto con el que cuenta poniendo en pie una puesta en escena creíble y bastante curiosona. Sin embargo, esboza demasiadas ideas que no termina de concretar y centra su guión en una historia personal que termina resultando un tanto pueril.

Proyecto Lázaro (Mateo Gil. España. 2016)

A sus 32 años, Marc Jarvis (Tom Hughes) padece una enfermedad terminal. Según sus médicos, le queda un año de vida. Naomi (Oona Chaplin), el amor de su vida, decide pasar con él sus últimos días pero él, incapaz de aceptar que su final esté tan cerca, decide someterse a un proceso de criogenización con la esperanza puesta en el futuro, lo que implica quitarse la vida.

Un siglo después, se convierte en el primer hombre resucitado de la Historia. Es el año 2084 y ahora está en manos de un equipo de médicos dispuestos a subvertir su proceso de deterioro celular, sin embargo, su mayor problema no es el físico sino el psicológico. ¿Tiene sentido vivir cuando las personas que te importaban ya no están contigo? ¿Se puede arrastrar una existencia refugiándose en los recuerdos? ¿Hasta qué punto la cualidad de la vida es un simple estado de la materia que nos pertenece?

Proyecto Lázaro

Mateo Gil es un guionista extraordinariamente inteligente y consigue hacernos pensar sobre cuestiones muy profundas con unas líneas de guión densas pero comete algunos errores de bulto a la hora de estructurar la historia alargando el metraje en exceso. El primero de ellos es el de dividirla en segmentos: algunos como el de "la resurrección de la carne" o el de "los amantes sin tiempo", nos consiguen atrapar, pero en otros nos sentimos dentro de un bucle temporal, revisitando de forma constante los mismos recuerdos. 

Esto evidencia que el montaje no es tan sólido como podría ser: hace que el protagonista nos resulte agotador en su crisis existencial de los ¿32 años? ¿No es demasiado joven para estar de vuelta de todo? Es justo decir también que la historia denuncia cómo publicidad y los medios a menudo nos venden un mundo perfecto, alocado, de juerga infinita en una suerte de orgía postadolescente eterna (lo que parece pretender alargar ad infinitum el protagonista) y que eso es lo que Jarvis desentraña como erróneo a partir de su "resucitación". Precisamente consigue desear seguir vivo cuando está a punto de quitarse la vida porque en ese tiempo en el que ha vivido como si no hubiera un mañana es cuando ha aprendido a amar, a disfrutar de manera plena de la vida. Pero hay tantas otras líneas argumentales que se solapan a ésta que es difícil concentrarse en lo que de verdad importa.

Por una parte tenemos la trama de la propia clínica, por otra la historia de amor (demasiado manoseada al final como para resultar convincente) y por otra una especie de alegato fallido de la eutanasia. Porque la eutanasia busca el fin de vida sin dolor, una muerte decisiva y nuestro protagonista por el contrario trata de preservarse para ser criogenizado y revivido. Es decir, para trascender de alguna manera.

Proyecto Lázaro

La criogenización y todo lo que conlleva es un tema perfecto para una cinta de ciencia-ficción porque nos permite viajar al futuro y aventurar cómo será la sociedad en una prospección pero en Proyecto Lázaro apenas nos dan pistas a las que agarrarnos. De hecho no conseguimos salir de la clínica. Claro, la idea es que los interrogantes sobre la vida serán los mismos ahora que dentro de 100 años: habrá intereses cruzados, proyectos pioneros que revolucionarán la medicina y que tendrán un coste humano, y, por lo que nos avanzan, seguiremos preguntándonos de dónde venimos y a dónde vamos.

A saber por qué, la película le da también una gran importancia al sexo (sin venir demasiado a cuento) y a la forma en la que se forjan las relaciones sociales. Se supone que en el futuro hay una nueva forma de entender el concepto de pareja más abierto y menos hiriente en el plano emocional, aunque tampoco hay mayor profundización en el tema salvo cierta promiscuidad aceptada y hasta incentivada. Es en estos vericuetos en los que la trama no avanza y pierde más interés.

La enjundia es que nos lleva a cuestionarnos si realmente estamos aprovechando lo que ya tenemos o si seríamos temerarios lanzándonos a un futuro idílico que es más que probable que no exista. Nuestro protagonista está contra las cuerdas porque el tiempo se le acaba, aunque no deja de parecernos egoísta que renuncie a su vida por algo inconsistente arriesgando incluso lo bueno que ya tiene.

Proyecto Lázaro

La puesta en escena de Proyecto Lázaro es minimalista: el futuro es pulcro, a menudo monocromático y un tanto frío, de acuerdo con la propia concepción que tienen de la medicina en ese porvenir imaginado y se han utilizado muy bien los recursos al alcance de la producción para catapultarnos al futuro. Al mismo tiempo encontramos referencias a obras clásicas muy obvias, a menudo toscas, aunque se agradecen: desde la resurrección de Lázaro de La última tentación de Cristo hasta la criatura del doctor Victor Frankenstein de la famosísima obra de Mary Shelley con esos doctores llamados Víctor y Elisabeth, algo que llega a verbalizar el protagonista.

Nada que objetar en los apartados técnicos: la fotografía, el sonido y la imaginería de la película funcionan muy bien, artilugios tecnológicos y sobreimpresiones incluidas. Donde se aprecian más carencias es en las interpretaciones. Los personajes son un tanto planos y no terminamos de ver matices en la interpretación de Tom Hughes que a la postre parece más un joven caprichoso que un hombre responsable que quiere reivindicar su derecho a elegir si quiere vivir o morir. 

Como primer paso en la ciencia-ficción no se puede decir que Proyecto Lázaro sea un mal comienzo, pero sí que hay mucho que aprender aún conseguir que la criatura se levante y ande. Poco a poco, quizás ha habido un exceso de ambición a la hora de abarcar temas, pero prefiero mil veces eso que salir del cine con la sesera vacía: solo pediría que no renunciemos al castellano de forma sistemática en la producción nacional solo por internacionalizar el mercado, no perdamos así un patrimonio tan valioso como es nuestra lengua.

VALORACIÓN:

¿Es la existencia un regalo o una condena? Mateo Gil explora temas tan trascendentales como la identidad, la memoria y la finitud de la vida en su cinta de ciencia-ficción: le sobra metraje pero no ambición.

LO MEJOR:

El dilema que plantea y que lo haga de forma tan brillante con un presupuesto tan ajustado. Buena inmersión en el género.

LO PEOR:

Las interpretaciones son mejorables, algunas ideas reiterativas y algunas tramas no llegan a cerrarse. Demasiadas ideas, poca profundización.
Hobby

68

Aceptable

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