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Torrente: El Brazo Tonto de la Ley - Crítica de la primera parte

Jesús Delgado

Torrente_Critica
Torrente: El Brazo Tonto de la Ley, más que le pese a algunos, es un hito del cine español. Santiago Segura se consagró en la realización de comedias de un humor escatológico que servían de crítica de los vicios de la sociedad española, parodiando a su vez el género de tiros americano.

A día de hoy, Torrente y es sinónimo de cine chusco y el horror de los críticos, que asisten a las películas de este macarrónico personaje como si fueran a ver ejecutada la sentencia de muerte sobre sus cuellos. Si no que se lo digan a quienes vieron Torrente 5. No vamos a entrar en valorar la saga de Torrente en cuanto a calidad, aunque a los números nos podemos remitir: la saga más vista de la historia del cine, seguida de las series de Mortadelo y Filemón, El otro lado de la cama y La Escopeta Nacional. Y tres sus películas, además, son de las más taquilleras también de los últimos 25 años. A este único respecto, solo diremos que muy mal no lo tiene que estar haciendo a Santiago Segura, padre de la criatura ultraderechista protagonista, último estertor cinematográfico de la Reserva Espiritual de Occidente. 

En lo que sí vamos a prodigarnos es en hablar de la primera película (la mejor según los puristas y los defensores de que "segundas partes nunca fueron buenas"): Torrente: El Brazo Tonto de la Ley. Debido a su componente como película española de no poco éxito durante los años 90 y al hito que supuso. Ya que hay un antes y después en el cine español con Torrente, película que, por ende, además supuso un cambio en las reglas de juego para hacer una película atractiva al público español.

Pero, un momento. Vamos a proponeros un juego de rol. Vamos a suponer que una de dos, que habéis vivido debajo de una piedra los últimos treinta años o sois una persona de cierta edad, que despistada, se ha metido en la página esa de "Jobiconsolas" y está viendo que hablan de Torrente, esa película de la que la gente habla tan mal (o tan bien) y quiere enterarse por qué hay que ver (o no ver) dicha película. Por eso, os invitamos a venir con nosotros mientras diseccionamos esta primera entrega de las aventuras del policía más chusco de la historia de España y del celuloide. 

El Bruce Willis español

Tal cual. Torrente es ante todo dos cosas. La primera una parodia del género de acción yankee. La segunda, una crítica de nuestra sociedad y de lo que transpira en los barrios más cañis de Madrid. En lo primero vamos a detenernos porque merece una consideración. Torrente no hace sino trasladar los supuestos de cualquier película de acción media de EEUU, trayéndola a territorio nacional y españolizando a los personajes. El policia (o expolicia) protagonista de gatillo fácil, dudosa moralidad, algo calvete y desmejorado (pero sexy, porque es Hollywood), con problemas de alcohol (pero hígado incombustible) , aficionado a los Yankees (o a los Giants de Nueva York)  y con un nacionalismo gracioso y tolerable en pantalla se convierte en... bueno, se convierte en su homólogo español.

Torrente el brazo tonto de la ley

De repente, el personaje ya no es Bruce Willis o Kevin Costner, sino un señor de piel grasa, calva desagradable y bigotito que nos hace pensar en José Millán-Astray (buscadlo en Google si no os suena el nombre). Un tipo que además que exuda un comportamiento rancio, misógino, homófobo y xenófobo que trascendía la barrera de lo socialmente permisible incluso hace dos décadas. Obviamente, el tamiz romántico y simpático que envolvía a los héroes de acción americanos no resiste cuando los vicios de éstos son nacionalizados españoles y se entra en un discurso realista, transcurriendo la acción a píe de calle del corazón de Madrid en lugar de en un retorcido secuestro en un rascacielos californiano o en medio de una imposible guerra de bandas cuyos miembros huelen a estereotipo de lejos. 

Dicho así, Torrente: El Brazo Tonto de la Ley resulta sencillamente genial en cuanto a esta premisa. Pero la idea de Segura va más allá, ya que la propia película incluso retiene una estructura muy similar a la de las películas de acción, revelando como vive el héroe, la presentación de su sidekick (ayudante), del interés romántico (por llamarlo de alguna manera) y de la elaborada trama criminal que Torrente pretende desmantelar, "sirviendo a su país". La película es una parodia no solo en cuanto al contenido, sino a cuanto a la forma. Santiago Segura compensó un moderado presupuesto con ideas sencillamente brillantes, una patetización del género y unos diálogos que, fuera de la España de barrio que representan, hubieran podido encajar sin muchas dificultades en una "peli de tiros". Bueno todos no, pero sí unos cuantos.

Torrente es una parodia no solo en cuanto al contenido, sino también en cuanto a la forma

Por otro lado, estos mismos diálogos se han convertido en coletillas populares que el público de este país ha interiorizado y llega a repetir cuando se dan situaciones similares a las acaecidas en la película (quien diga que nunca ha hecho la broma de las pajillas miente como un bellaco).

Todo esto no es solo mérito de Santiago Segura, sino también de un elenco que te deja bizco. Javier Cámara, en primera instancia, resulta sencillamente genial y su aportación a la película como contrapunto del anti-héroe protagonista, representando y encarnando esa idealización que se nos ha transmitido desde el cine americano es mágico. Neus Asensi, aunque contenidita, se hace muy agradecida. Lo mismo pasa con el resto de cuerpo de secundarios y cameos. Chus Lampreave, Carlos Bardem, Gran Wyoming, etc...

Javier Cámara es el extraño "sidekick"
Javier Cámara es el extraño "sidekick"

Ahora, la guinda fue Tony Leblanc, actor que llevaba retirado desde hacía tiempo debido a una larga enfermedad. Santiago Segura le rescató para hace de padre paralítico del protagonista, un papel cargado de patetismo y que conmovía debido a la cruda realidad que representaba, la de los ancianos desvalidos y abandonados. Si bien su papel no debe hacer precisamente gracias, a través de esa risa culpable, se nos denuncia  una total situación de desamparo.

La crítica, ojo, no solo se extiende a los personajes. La caracterización de ciertas leyendas urbanas (como de dónde sale la comida de los Restaurantes Chinos), el trato real a los emigrantes y si situación y también la radicación del pensamiento nacionalista y ultraderechista en la sociedad... todo ello son elementos que conforman el escenario de la cinta y también sirven para conformar un personaje que es la propia sociedad española, caricaturizada y deformada, con sus peores defectos magnificados. Este esperpento o espejo deformador no es sino un trabajo de catarsis que, sorprendentemente, revolucionó la forma de contar historias a finales de los 90, proponiendo nuevas vías para un cine español que parecía abocado a languidecer bajo el peso de los tópicos.

 Ahora bien, todo tiene un coste.

Cuando lo desagradable trasciende la parodia

El precio de su fama y de su popularidad, ahora bien, ha sido la sobreexplotación. Consciente del éxito de su criatura, Santiago Segura siguió adelante y ha hecho lo que cualquiera que tuviera la oportunidad haría, sacarle partido a la gallina de los huevos de oro, que en este caso es un señor falangista bastante asqueroso. Si alguien va a criticarle por ello, adelante, pero no seremos nosotros.

Ahora bien, esta decisión viene de la mano de la exaltación precisamente de la parte más desagradable de la película original, cuando es completamente descontextualizada y llevada al extremo. Torrente tiene como fallo y pecado original que a veces trasciende lo políticamente incorrecto para ser pura y llanamente repulsiva. Con y sin motivo. Y esto, en pequeñas dosis, es tolerable, entendible e incluso disculpable. El problema es que esto, se ha convertido ya en vehículo para la risa gratuíta antes que para la crítica a la que pretendía servir.

Debido a que este festival de la escatología ha sido la clave de su éxito, alimentado y cimentado sobre la genialidad de la entrega original. al final no ha evolucionado y se ha acabado regodeando en este fango intelectual. Este defecto también es propio de la película que nos ocupa, su excesivo humor costroso a veces quita el apetito si nos metemos demasiado en la película.

Quizá, en este aspecto, no debamos pensar que es un problema del título, sino del público, que no ha sabido entender y diferenciar entre crítica cómica y comedia narcotizante y opiacea. Ahora bien, también el problema se deba al incisivo planteamiento inicial de Segura, que no supo ser entendido por cierto sector de la población, que no iba más allá de las ordinarieces y obscenidades, pasando por alto todo lo que hay detrás de ellas. Esto, además se ve en contraste al comparar la historia original de Torrente con los videojuegos y cómics que han ido saliendo (como el de La Conquista de América que os reseñamos hace un tiempo), en donde la crítica queda ahogada bajo el peso de las bestialidades. 

Finalmente, hemos de hacer notar que, como hemos dicho, aunque Santiago Segura logra capear la falta de presupuesto, la fotografía y el montaje no son de lo mejor que ha hecho. Hemos de admitir que con los años el actor y director se ha refinado y ha logrado hacer cosas más agradables y atractivas a los ojos del público, gracias no solo a sus contactos y a un mayor apoyo económico, sino a su propio afán de superarse, logrando hacer cuadros y secuencias mucho más trabajadas. Dicho de otro modo, si bien el aspecto visual en Torrente no era tan óptimo como en películas posteriores, su fondo era mucho más trabajado. 

A pesar de todo esto, Torrente: El Brazo Tonto de la Ley es no solo de lo mejor la filmografía de Santiago Segura, sino también una de las películas más meritorias de los últimos treinta años que se han hecho en este país. Merece la pena verla para poder opinar, ya sea para defenderla o defenestrarla. 

 

Si os ha gustado esta crítica, no dejéis de pasar por nuestra sección de críticas dedicadas a películas de los años 90. En ella, posiblemente, encontraréis títulos más ortodoxos que Torrente. 

VALORACIÓN:

Casposa, ácida, grotesca, escatológica y, en ocasiones, desagradable, Santiago Segura hiló fino, parodiando las pelis de acción americanas, trasladando sus supuestos al Madrid profundo y a sus habitantes

LO MEJOR:

La parodia que supone de las pelis de tiros clásicas. Tony Leblanc en su papel más fácil y complicado a la vez, que también el que le devolvió la fama

LO PEOR:

A veces se pasa de desagradable y esa costra. La frescucura de esta primera se ha perdido a lo largo de las secuelas posteriores, videojuegos y cómics
Hobby

70

Bueno

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