Las películas tienen multitud de efectos en nuestro cuerpo, y especialmente en nuestro cerebro. La experiencia de ver una película, independientemente del género, activa o potencia algunas secciones de nuestro cerebro que generan respuestas emocionales y sensoriales de las que muchas veces ni siquiera somos conscientes.
Sin embargo en otras ocasiones, una carcajada, un salto, una lagrimilla cayendo por nuestra mejilla o el mero hecho de notar que se nos acelera el pulso sirven como forma de notar de forma más física la forma en que reaccionamos ante una escena. ¿Pero cómo reacciona nuestro cerebro?
Hoy en HobbyConsolas repasamos un estudio publicado por la Universidad de Turku que ha analizado las reacciones de nuestro cerebro ante las películas de terror. Así que dejad las luces encendidas, que no ganamos para sustos.
Las reacciones del miedo
A pesar de que a los seres humanos no nos gusta pasar miedo de forma descontrolada (miedo real ante situaciones reales), existe un gran atractivo por el terror dentro de entornos controlados. Este es por ejemplo el reclamo que ofrecen lugares como las casas del terror de los parques temáticos o, como nos corresponde analizar hoy, el cine de terror. Las películas de miedo abarcan desde cintas viscerales y menos pulidas como puede ser el género slasher del estilo de Scream: Vigila quién llama, que presentan casi una mezcla entre humor y terror, hasta películas sesudas que activarán nuestros instintos de protección más básicos.
El estudio que ha realizado la Universidad de Turku se centra más en este último tipo de películas, principalmente porque las emociones centradas en el terror son realmente fuertes cuando el cerebro está en tensión constante y se producen descargas en momentos puntuales como cuando aparece un demonio o un fantasma cuando todo parecía haberse quedado tranquilo.
Bases del estudio
Metámonos en materia. El estudio ha consistido en medir la actividad neuronal de varios voluntarios mientras veían dos películas en concreto. Las cintas elegidas para aterrar al público fueron Expediente Warren: El caso Enfield, e Insidious, dos películas que "abusan" de mantener la tensión en sus escenas y de las apariciones impactantes que causan, entre otras cosas, reacciones físicas en los espectadores como los clásicos respingos o botes en la butaca.
De entre los voluntarios, un 72% afirmó que solían ver películas de terror al menos cada seis meses porque "disfrutaban de la sensación de miedo" o porque "les resultaban excitantes". También destaca el hecho de que muchos de ellos coincidían en que disfrutaban más de este tipo de películas cuando las veían acompañados por otras personas, fomentando el acto de socializar viendo películas y compartir los momentos previos y posteriores a un "susto".
Dos tipos de miedo
El profesor Lauri Nummenmaa explica que se dan dos tipos de miedo cuando se realiza el visionado de una de estas películas. Uno es el "miedo de anticipación" que es el que sienten los espectadores cuando están viendo una escena y comienzan a sentir esa sensación de que algo no termina de encajar o no va bien.
Vamos, lo que sentimos cuando tenemos la sensación de que algo nos va a salir de cualquier esquina. En este tipo de miedo, las imágenes de resonancia magnética que se realizaron mostraban que las regiones del cerebro que controlaban la percepción visual y auditiva mostraban un considerable aumento de la actividad, algo que se debe a la anticipación y a la búsqueda de nuestros instintos de cualquier clave que pueda eliminar el miedo o directamente activar la respuesta de nuestro cuerpo.
El otro tipo de terror es la propia respuesta que hemos comentado anteriormente ante cualquier tipo de "peligro real" como la aparición de un ser de ultratumba o de una monja vengativa mientras miramos un espejo. Cuando se produce esta reacción, la actividad cerebral cambia y pasa a dominar las regiones que controlan los procesos emocionales, la evaluación de amenazas y la toma de decisiones ante cualquier situación.
Por supuesto, las secciones de evaluación y respuesta de amenazas de nuestro cerebro no se "desactiva" en ningún momento durante el visionado de estas películas. Siempre hay cierto aumento lento pero constante de su actividad a medida que crece la necesidad de que suceda algo para descargar la tensión que se acumula en nuestro sistema nervioso con estas películas. Además, hay que destacar que las películas que vieron los voluntarios se proyectaron mediante gafas de proyección, por lo que no podían ver su entorno real y solo podían centrarse en la película.
Sin duda el cerebro humano es fascinante, y conocer estas respuestas sensoriales ante el cine de terror nos ayuda a conocer, aunque sean datos curiosos, nuestra forma de reaccionar al ver una película de terror, o la forma de reaccionar de otros, claro.
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