Crítica de The Aeronauts, Amazon busca las estrellas con Eddie Redmayne y Felicity Jones

Amazon Prime Videoestrena nuevo contenido original de alto calibre: The Aeronauts, un lavado de cara a la realidad protagonizado por Eddie Redmayne (Animales Fantásticos) y Felicity Jones (Rogue One: Una historia de Star Wars), que repiten como pareja de baile después del gran éxito que cosecharon en 2014 con La teoría del todo. Estamos en 1862, en plena época victoriana y con Londres siendo la cúspide de la Revolución Industrial en el Imperio Británico; aquí comienza esta película de aventuras en forma de biopic en la que descubriremos los primeros pasos de las teorías meteorológicas y las expediciones en globo.

El joven científico James Glaisher (Eddie Redmayne) vive obsesionado con una obligación autoimpuesta para con el mundo: la de ofrecer respuesta a las condiciones climáticas que hasta la fecha parecían responder a la más pura arbitrariedad. Para conseguirlo, decide lanzarse a descubrir los secretos que esconde el cielo en una aventura de altos vueltos, y nunca mejor dicho, pilotando un globo aerostático hasta una altitud nunca antes alcanzada por el ser humano. ¿Quién podría ser capaz de llevar un globo hasta lo desconocido? La piloto Amelia Wren (Felicity Jones), una experta aeronauta amante del espectaculo de la que dependerán las vidas de ambos cuando el oxígeno y la temperatura se conviertan en el enemigo.

Como aderezo de la historia, este biopic se ha tomado una gran licencia: borrar del mapa la figura de Henry Tracey Coxwell, copiloto real de la expedición, para crear otra que le permita entrar en la agenda contemporánea. Hablamos de la ficticia Amelia Wren, cuya sustitución ha provocado cierta ira por parte de la Royal Society al considerar que desmerece la actuación de su compañero al que le debe la vida. Este cambio de papeles, sin embargo, ha permitido a la ficción construir una subtrama que favorece la química entre ambos intérpretes que tanto interesaba aprovechar, e intanta dotar de profundidad al propio viaje en globo y los peligros que entraña... así como responder a las cuotas. A partir de aquí, cada uno es responsable de valorar la cinta a merced de sus intereses particulares.

La imposición de la agenda obliga a la trama a tirar por derroteros que conviertan la historia en un canto por el feminismo. Y no nos llevemos a equívocos; a pesar de algunos diálogos puntuales en los que la aparición de las palabras «sexo débil» parecen ser lanzadas con calzador, lo que podría haberse convertido en una historia cursi salpicada, literalmente, por arcoiris, termina siendo una aventura equilibrada que escapa por los pelos de la fórmula arquetípica.

Esto no la exime, por contra, de despistarse en una parte del metraje en el que decae estrepitosamente el ritmo en favor del discurso que habla de los juicios de la sociedad y lo que espera de nosotros, especialmente en el caso de Amelia Wren, con quien nos hacen perder demasiado tiempo en justificaciones que le permitan entrar en ese mundo de hombres. El personaje de Felicity Jones está inspirado en varias mujeres aeronautas reales que lucharon por romper barreras, pero la subtrama con un marido perdido y una hermana empeñada en encontrarle el lugar en la sociedad que le corresponde — esto es, en brazos de un hombre ante el que postrarse —, termina siendo harto simplista, desdibujando todo ese propósito subrepticio.

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Tom Harper se pone a los mandos de la dirección con el propósito de emular una aventura que huele a clásico. La composición de los planos y las paletas de colores utilizadas, con tonos pasteles que hacen relucir un estilo suavizado y casi onírico, especialmente en las tomas aéreas, construyen por sí mismos una fotografía intachable firmada George Steel.

Hay una diferencia marcada y sutilmente bella en la transición entre la acción en el globo y lo que ocurre en tierra firme que realza, precisamente, ese uso del color del que hablamos, convirtiéndose a su vez en una herramienta de contextualización imprescindible. En el trabajo de construcción de cada plano aéreo cobra un peso inevitable el uso del CGI, cuya efectividad convierte The Aeronauts en un espectáculo visual hermoso que la ha hecho merecedora de una nominación a los mejores efectos visuales en los Critics Choice Awards de 2019.

Si padecéis de vértigo, tanto como un servidor, será mejor que os preparéis un buen vaso de agua cuando os enfrentéis a su visionado. La cámara de Harper hace un trabajo excelso en el reflejo de la altura y el peligro que entraña, que tampoco se le escaparía a nadie, y lo hace tirando de lentes con la aberración del ojo de pez que fomentan la claustrofobia de la barquilla en la que deben sobrevivir los dos protagonistas. Cuanto más alto estamos en la ficción, más elegante se vuelve el trabajo de Harper, y más fuerza obtiene el relato. La firma británica es inequívoca, y lo demuestra, a su vez, con una sutileza mayúscula en el uso del sonido que se apaga para acentuar la crudeza térmica a la que se enfrentan los protagonistas.

En terreno interpretativo, poco podemos decir de una pareja que funciona como un metrónomo, aunque de tempo andante. Eddie Redmayne sigue siendo Eddie Redmayne, esta vez con algo más de seguridad en sus palabras, y Felicity Jones funciona como esa suerte de heroína en la que termina convirtiéndose. La química que demuestran sigue siendo la misma que cinco años atrás, y cuando la acción los encierra a una supervivencia extrema en escasos metros cuadrados consiguen escapar del drama romántico con solvencia. No dejan de ser dos intérpretes que brillan más en la calma del diálogo que en la exigencia de la acción, pero, en este caso, el trabajo de dirección hace el resto.

The Aeronauts es, comercialmente, una película de aventuras que evoluciona y recompensa, brindándonos escenas de acción rodadas con elegancia y una historia realmente emocionante. La fotografía y el CGI hacen el resto, completando una composición tan hermosa que solo nos quedaría pedir un visionado en pantalla grande para admirarla. Vivimos la aventura como un miembro más en la barquilla, sufriendo el agobio de sus protagonistas y el vértigo implícito que con tanta soltura han logrado.

La historia real podría haber funcionado per se, pero ya sabéis la exigencia cinematográfica: la realidad nunca parece suficiente. Si conseguimos sobrepasar ese discurso impostado del que hablábamos en líneas anteriores, el resto del trabajo depende de Harper. Y, creedme, estamos en buenas manos.