Crítica de Los anillos de poder 1x03 "Adar", ya disponible en Prime Video

Los amantes de la fantasía estamos rendidos de rodillas ante la calidad incontestable de Los anillos de poder, una serie que arrancaba la semana pasada en Prime Video con el estreno de sus dos primeros episodios y que sigue avanzando a buen ritmo, presentando nuevos personajes y desarrollando a los ya conocidos.

Lo primero y más importante de todo es señalar que la serie es una delicia a nivel estético, con unos valores de producción inusualmente espectaculares para un show televisivo y que la porrada de millones que se han dejado en ella lucen de forma estelar en cada plano.

Sobre todo ahora que Galadriel y Halbrand llegan al reino insular de Númenor, uno de los lugares literarios más emblemáticos de la obra tolkiana y el territorio que los Valar les concedieron a los hombres. Todo esta bien engrasado para que desde el primer vistazo a este lugar se nos llenen los ojos de detalles y de belleza porque Los anillos de poder es, por encima de todo, muy hermosa.

Pero, que nadie se llame a engaño, desde la dirección no hay una voluntad meramente contemplativa de recrearse en las localizaciones con excesivo ahínco: todo el despliegue visual y de efectos especiales, está puesto al servicio de la historia, al punto de que la trama nunca se detiene.

Obra como excepción ese momento mágico en el que asistimos al galope de Galadriel que nos presentan a cámara lenta y que es una verdadera delicia. Y es que, tras su llegada a Númenor, Galadriel se granjea pronto la enemistad de la reina regente Tar-Ancalimë quedando bajo la protección y vigilancia de Elendil (¡el padre del mismísimo Isildur!).

Mientras tanto Halbrand se mete en líos él solo hasta dar con sus huesos en una prisión. Para su sorpresa, Elendil se descubre como un aliado gracias al cual Galadriel descubre el significado del símbolo de Sauron, que no es otro que un mapa de las tierras del sur.

De modo tal que queda claro que su plan final no es otro que conquistar la Tierra Media. Galadriel se plantea, con mayor fuerza aún, reunir un ejército y embarcar rumbo a esas tierras donde el mal podría afianzarse y prosperar.

Halbrand, de momento, el único superviviente de su navío, se sigue resistiendo a revelar qué es lo que oculta, si bien la elfa ya intuye que es más importante de lo que dice... y descubre que no solo es el heredero al trono sino que ha huido con el ánimo de expiar los pecados de los suyos después de que estos lucharan junto a Morgoth.

Galadriel le propone una alianza para acabar con su gran enemigo y limpiar el nombre de sus respectivos linajes.

Por su parte, los pelosos comienzan su migración, la que les ha permitido perdurar durante décadas cuando el forastero (un gigante para ellos) irrumpe en una de sus ceremonias en la cual rendían homenaje a los caídos en migraciones anteriores. La familia Brandipié, que de por sí atravesaba una crisis por la lesión del padre de Nori, termina relegada al final de la caravana.

La razón es que la pelosa "afana" un mapa estelar para su amigo forastero. Pero, eso sí, él corresponde su generosidad ayudándola a acarrear la caravana familiar. 

¿Y qué hay del elfo silvano Arondir? Al servicio de los orcos y apresado por cadenas, está condenado a cavar uno de los muchos túneles de cuantos estos seres oscuros se valen para ampliar su territorio sin ser advertidos ni dañados por la luz del sol. 

Estas criaturas rinden una pleitesía reverencial a Adar, una entidad que está a punto de revelarse. Aún no sabemos si se corresponderá con el propio Sauron o con uno de sus lugartenientes. Entre tanto, un intento de rebelión propicia un estallido de violencia que es sofocado por los orcos que se valen de un huargo para sembrar el terror y se cobra la vida de Revion.

Este tercer episodio tiene mucha enjundia, un buen planteamiento narrativo, ritmo y una dosis adecuada de todos los elementos precisos para elevar la serie al sobresaliente: no le falta ni le sobra nada y la dirección de Wayne Che Yip es muy solvente para defender la ruta marcada por Bayona. Veremos si consigue mantenerse en las próximas semanas.

Por ahora, la serie Los anillos de poder está yendo de menos a más demostrando que está a la altura de su ambición y que, sin necesidad de ser precisa al cien por cien tiene mucho espectáculo que dar para dejarnos boquiabiertos en el mejor de los sentidos. Como cliffhanger, la imagen desenfocada de Adar y el misterio de su identidad: no se puede pedir más.